La sonrisa de Kamala Harris comienza a tener un aire presidencial. Su primer debate de la carrera electoral ha terminado de dar la vuelta. Cuando el presidente Joe Biden tiró la toalla y le dio paso, se produjo un primer momento de euforia en las filas del Partido Demócrata. Y por el momento Harris no está decepcionando, sino todo lo contrario: está confirmando las expectativas. Los suyos están satisfechos. Los republicanos, preocupados. Ahora falta que esto se traduzca en soporte efectivo de los electores. Sin duda, es demasiado temprano para avanzar eventos. Queda mes y medio para el 5 de noviembre, cuando los estadounidenses están llamados a las urnas.
En todo caso, la vicepresidenta y candidata demócrata ha tomado la iniciativa. Está marcando el ritmo de la campaña y la agenda. En el debate de este martes (la madrugada del miércoles en Catalunya), salió al ataque desde el primer minuto con unas armas que están empezando a demostrarse efectivas, al menos para descolocar al republicano Donald Trump. Pero ya se verá si también resultan efectivas para movilizar a los indecisos y decantar las encuestas. ¿Y cuáles son estas armas? Pues el discurso de la esperanza, la idea de pasar página a la polarización y la división del país, poner en el centro de sus preocupaciones a la clase media empobrecida, encarnar la libertad de las mujeres, defender la democracia y las instituciones como una señal de identidad nacional. Y, por supuesto, su perfil de mujer hecha a sí misma, luchadora por la justicia, en contraste con el superrico Trump. Y, aún, todo conmovido por un tono tranquilo, relajado y seguro, sin perder nunca los nervios. Sí: la sonrisa se ha convertido en su mejor baza.
El contraste con Trump se hace cada vez más llamativo. Trump no sabe sonreír. Sobre todo sabe enfadarse, sabe crisparse. Y a fe de que Harris está sabiendo buscar las cosquillas a las que ante Biden era energía y fuerza para que ahora, con Harris de contrincante, aparezca en su verdadera esencia: prepotencia ensimismada. Quien siempre ha sobresalido por su gran capacidad comunicativa, quien noqueó a su anterior rival, de repente es como si hubiera empezado a perder el aura de triunfador, la seguridad. ¿Se está deshaciendo el fenómeno Trump? En todo caso, a Harris se la ve contenta de marcar diferencias personales y políticas con un rival que, sin demasiado esfuerzo, logra presentar como extremista, mentiroso y chapucero. ¿Está consiguiendo que la gente le mire con otros ojos? La idea es que, de repente, muchos se den cuenta de que el rey iba desnudo.
Los demócratas ahora ya saben que la remontada es posible. Pero también los republicanos. Por eso es probable que la campaña se endurezca. Solo falta saber cuánto tardará Trump en salir al ataque sin miramientos, por todos los medios. Si azuzó el asalto al Capitolio, todo es posible. Entonces habrá que ver hasta qué punto Kamala Harris sabe no caer en la provocación, manteniendo la sonrisa y la apuesta por pasar definitivamente hoja del trumpismo, un populismo ultraconservador que ha carcomido la democracia de EEUU y ha hecho el mundo más inseguro.