Patrimonio de agua dulce

Hacer lavadero cuando no había ropa tendida

Los lavaderos de Sant Antoni (Montbrió del Camp)

Lavadores municipales de Sant Antoni
31/07/2025
3 min

"He visto salir varias noches a la hija del panadero de casa Miquel". "¿No sabes que la vecina, Georgina, ha tenido gemelos?". "Dolors va ahora siempre a misa... Creo que es más por el nuevo cura que por su devoción". "¿De dónde saca los "cuartos" Maria? Lleva ropa muy buena para ser viuda". Estos y muchos otros chismes deberían circular por los lavaderos de Sant Antoni de Montbrió del Camp. Se hacía lavadero, siempre que no hubiera ropa tendida. No todo eran conversaciones anodinas. También era un cinefórum, club de lectura... Se compartían chistes, canciones, remedios populares... y, por supuesto, confidencias importantes. Era para las mujeres un espacio de libertad.

He bajado a los lavaderos de Sant Antoni. Digo bajado porque están unos metros más abajo de la calle: la boca de la mina –que alimentaba a los lavaderos– se encontraba en una cota inferior. Sin embargo, actualmente el agua proviene de la red pública.

Situados dentro del núcleo de Montbrió del Camp, estos magníficos lavaderos estuvieron a punto de ir al suelo este siglo XXI, pero la presión popular los salvó. Y se han rehabilitado a fondo.

Se construyeron el último cuarto del siglo XVIII, y en los años 30 del siglo XX se reformaron. De esta época son las bancadas, donde las mujeres dejaban los cuerpos, cestas y ferratas –es como lo llaman aquí cubos–, y también las cubiertas, que cobijan y hacen sombra en buena parte del espacio, pero no en las dos balsas, que quedan a la intemperie. La balsa grande era para lavar la ropa y la balsa pequeña, la más cercana al chorro del agua que la llena, era para enjuagar; digo era, pero en realidad he de decir es, porque se siguen utilizando. Pero poco. Nada que ver con la gran afluencia que recibía tiempo atrás, de lunes a domingo: sí, las mujeres que trabajaban en el textil durante toda la semana venían a lavar la ropa el domingo. Lo explica con todo detalle el libroLos Lavadores de Montbrió del Camp. Patrimonio y espacio de memoria femenina y colectiva, que recoge numerosos testigos orales de mujeres que iban a lavar.

"Cuando yo era pequeña mi madre y las mujeres de las calles cercanas venían aquí a lavar la ropa. Un poco más «granadita» venía yo, y «repasaba» las piezas pequeñas, como las servilletas, los calcetines... –ella había sacado las manchas grandes y yo lavaba ni de casa las de pequeñas–, y las esbandía. la lavadora, las piezas más grandes seguían lavando a los lavaderos", recuerda Carmina Blay, alcaldesa de Montbrió del Camp y también concejala de Patrimoni, la anfitriona de hoy.

Carmina me cuenta que hace tiempo había otros lavaderos: los de la calle de Avall y los «de los enfermos», donde había que ir a la colada de la ropa de quien sufría una enfermedad infecciosa. También debían utilizarse cuando se extendía por el pueblo un brote epidérmico, para que no se esparciera aún más. El lavadero de los enfermos, público, de pequeño tamaño, entró a formar parte del recinto del actual Hotel Termes Montbrió.

"Antes en las casas se acumulaba mucha ropa sucia: las familias solían ser más numerosas y se ensuciaban un montón de prendas interiores (no había compresas ni pañales...)", me explica Anna Maria García, que venía aquí a lavar. Recuerda especialmente el dolor de espalda y de rodillas, y las manos con veletas y grietas en invierno. "Los guantes de goma aún no habían llegado", dice cuando un viento lleva un puñado de hojas hacia la balsa grande, y aterrizan. El viento las empuja hacia donde estamos, y el gesto de sacarlas –unas yo, otras Anna Maria– es inevitable.

Un aliciente adicional de los lavaderos de Sant Antoni son las intervenciones artísticas permanentes que acoge, que contribuyen a realizar un elemento de visita imprescindible del variado patrimonio de agua dulce de Cataluña.

Y los hombres, ¿dónde estaban?

Los hombres no frecuentaban mucho, o nada, los lavaderos. Estaban en el trozo ensuciando la ropa, que luego las mujeres «tenían que lavar». Tan sólo algunos hombres o hijos mayores acudían para ayudar a sus esposas o madres a llevar el primo lleno de ropa mojada hacia casa, que pesaba como un burro muerto. Sin embargo, algunas mujeres colgaban la ropa en cordeles o sobre arbustos, donde se escurría y se secaba un poco. Así no les pesaba tanto al volver.

"Recuerdo haber visto a dos hombres lavando ropa en los lavaderos de Sant Antoni, hacia el año 2000. Uno tenía la mujer enferma y claro, qué remedio, y el otro había vivido en África solo y estaba acostumbrado a hacer la colada", explica Anna Maria Garcia.

La tarea de lavar para otras personas fue algo frecuente durante la Guerra Civil. Los soldados acuartelados en el Parc Samà acudían a Montbrió para encontrar a alguna mujer que les pudiera lavar la ropa. El pago se realizaba con alimentos. A veces pagaban con pan blanco, todo un lujo por la época.

stats