Las mujeres necesitamos vacaciones extras
Es agosto y tengo vacaciones largas. No pretendo dar pena a nadie, pero siempre he pensado que las mujeres necesitamos vacaciones extras porque ser mujer cansa, y mucho.
Nos pasamos la vida currando más en todas partes: en casa, en el trabajo e incluso en el exouniverso. Cansa porque nuestro día a día está lleno de incidentes en teoría menores, como el día que a Imma Sust y a mi nos abuchearon unos impresentables que nos invitaron de manera chapucera a un café del Burger King (por cierto, recuperáis el vídeo que hizo Imma en su Instagram, que hace reír mucho). O cansa ir a bailar y que haya tantos señores que sigan invadiendo mi espacio vital pese a enviarles miradas de Chucky, el muñeco diabólico. Pero también cansa comprobar que los conductores de los principales programas matinales de la radio serán solo caballeros. O cansa enterarme de que el chat de mis hijos con su padre se llama “Machos de la casa” y darme cuenta de que ya puedo ir educando en el feminismo, de que la cosa no va a ninguna parte. Cansa tanto ser mujer que me canso ahora mismo escribiéndolo. Y si encima eres una motivada como yo y luchas por la igualdad de géneros, el cansancio es aún mayor.
Y cansa, porque estamos solas. O casi. Porque de la misma forma que el genial Eugenio explicaba aquel chiste del hombre que se queda colgado de una rama y pide ayuda (“¿Hay alguien?”) y Dios le responde y le dice que se deje caer y que tenga fe y el hombre no lo ve claro y llama el icónico “¿Pero hay alguien más?”, nosotros también sabemos que hay alguien, pero no acabamos de fiar de ellos. Porque también cansa oír de tantos hombres la palabra deconstrucción a modo de excusa para justificar todas las micromacropifias machistas.
Hace unos meses TV3 emitió el documental ¿On són els homes?, donde un grupo de hombres con voluntad de cambio exponían su camino personal. El documental, por un lado, me alegró por la brizna de esperanza y novedad; y, por otra, me deprimió profundamente porque los hombres seguían siendo unos privilegiados y unos enchufados incluso en su cuestionamiento. Ya hace demasiado tiempo que creo que el feminismo ha topado con un techo de cristal. Porque las mujeres ya lo hemos hecho todo. Nos hemos rebelado, hemos cuestionado y todas las palabras terminadas en -ado posibles; incluso "nos han matado". Y ahora es el turno de los varones. Sí, chicos y hombres, ahora le toca a vosotros. La tuya es la revolución pendiente y se la debe hacer vosotros. Porque ya va siendo hora de que se dé cuenta de que el patriarcado le soborna con privilegios a cambio de su alma. La ganancia de rebelarse es enorme: ejercer de padres en plenitud, establecer relaciones con una sana afectividad con las mujeres, un incremento de la salud mental ligada a la expresión de emociones y sentimientos, vivir en una sociedad más justa y, por tanto, menos tensa y violenta y evitar que se le identifique con todo aquello que poco o mucho acaba defendiendo la extrema derecha. Y ahora mismo no hay promedio: o se levanta o esto no lo solucionaremos nunca. ¿Estamos allí?