Memoria histórica

La obsesión del franquismo con Pau Casals y las coplas gerundenses

Los servicios de inteligencia controlaban al músico exiliado en Prada, que veían como el enemigo público número uno, pero también le tentaron a volver

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Pau Casals dirigiendo un ensayo de la Orquesta Pau Casals en el Palau de la Música Catalana, en 1934.

GeronaEl músico Pau Casals fue un objetivo predilecto de los servicios de espionaje franquista, que controlaban todos sus movimientos, sobre todo mientras vivía exiliado en Prada de Conflent (el Conflent). De rebote, coplas gerundenses que se acercaron al músico recibieron prohibiciones y advertencias del régimen.

El historiador Josep Clara revela, en su libro Historias de los servicios de espionaje franquistas (Dalmau Editor, 2024) nuevos detalles de cómo el violonchelista, compositor y director de orquesta “fue objeto de una observación continuada y de una animadversión especial, tratado como si fuera el enemigo número uno, al menos simbólicamente”. Casals, que mostró repetidamente desde pocos kilómetros de la raya fronteriza su oposición al régimen, había recibido una multa de un millón de pesetas del Tribunal de Responsabilidades Políticas, cuyo nombre había sido eliminado de la toponimia urbana de la Girona franquista ya los informes era a menudo tildado de “filocomunista”, “albañil” y “separatista”.

Un informe de la dirección general de Seguridad de 1942 advertía que en medios catalanistas se comentaba que si se volvía a formar la Generalitat, Pau Casals sería nombrado presidente. En otra comunicación se destacaba que en un concierto en Montalban no le llamaban Pablo, “sino Paz, como en los tiempos de eufória”.

Cartel de La Principal de la Escala de la temporada 1949-1950.

La Marsellesa de La Principal de la Escala

El primer gran conflicto con las coplas gerundenses fue a raíz de las fiestas de Sant Martí en Prada, en 1949, donde la copla orquesta La Principal de l'Escala actuó en un homenaje a Casals, aunque sólo tenía un permiso genérico para actuar en poblaciones fronterizas. Casals salió al balcón del ayuntamiento mientras La Principal de l'Escala tocaba La Marsellesa. A continuación, la orquesta ejecutó una sardana original de Casals. Clara explica que el escándalo fue mayúsculo y el gobernador civil tuvo que justificar a sus superiores la autorización por el desplazamiento y también que no se castigara severamente a los músicos, como pedían algunas voces. “Si bien el primer impulso fue decretar la prisión de todos los músicos, meditado serenamente, y dada la psicología de los catalanes, se quiso más político ignorarlo, si bien tomando buena nota para no dar permiso en lo sucesivo para ir a Francia a la orquesta de referencia”, dice la carta del Gobierno Civil. La carta contiene fragmentos antológicos: “Como gran parte de los catalanes tienen el complejo de ser un pueblo perseguido y ahora no tienen pretexto para blasonar de persecuciones, puesto que están saturados –y por su abundancia es cierto que van manifestando repulsa– de sardanas, teatro catalán y fiestas folklóricas, como “aplecs” tradicionales, etc., al ser encarcelados los músicos de La Escala, había el riesgo de que más allá del Pirineo desencadenarán una campaña presentando falsamente al Régimen como opresor, enemigo de la cultura y perseguidor de la música catalana”.

La copla orquesta Caravana de Torroella de Montgrí en 1949.

Propaganda 'antiespañola' encubierta

La copla orquesta Caravana de Torroella de Montgrí aparece en 1950 en otro comunicado de los espías del Alto Estado Mayor, donde se explica que la formación ampurdanesa tocó en las fiestas de Illa, en el Rosellón, donde Casals fue de nuevo objeto de homenaje y los músicos interpretaron sardanas compuestas por él. Dos años después se avisa de un festival de sardanas en la abadía de Sant Miquel de Cuixà que “como el pretexto de un interés artístico amaga una realidad de propaganda antiespañola”, donde estaba invitada La Principal de La Bisbal y el “Grupo de Danzas de Cerdaña, de Puigcerdá (Gerona)”.

Los servicios secretos hacen un llamamiento al gobernador de Girona a estar atento a posibles amigos o adeptos de Casals que atraviesen la frontera para visitarlo o establecer contacto con ellos. Se mantenía la prohibición de ponerlo en la radio: “Se reitera la prohibición de radiar obras musicales interpretadas por Pablo Casals, ya se encuentran grabadas en discos, cinta magnetofónica o cualquier otro sistema de impresión”. Cuando se levantó esta prohibición, explica Clara, “se decidió no citar a su autor, como si las obras no tuvieran creador”.

Abrazo entre Pau Casals y el secretario general de las Naciones Unidas U-Thant tras otorgar a Pau Casals la medalla de la Paz.

La trampa de la amabilidad

Otro episodio estrambótico tuvo lugar con el regreso temporal de Casals a Cataluña, en 1955, para enterrar a su mujer, Francesca Capdevila. Le autorizaron la entrada y le ofrecieron protección, explica Clara, “con el propósito de utilizarlo, de hacérselo suyo”, tal y como se desprende de un comunicado del comisario de policía de frontera al gobernador de Girona: “Es de interés familiar indiscutible que el referido exiliado quede ya en España, y para ello su hermano, que desde Barcelona ha venido a buscarle, tiene preparado en Vendrell (Tarragona) la casa en la que vivía, en la misma situación que quedó en el momento de su marcha: habitación, ropa, pequeño desórden, incluso las tres cartas que sobre su mesa de despacho quedaron, recibidas en aquella fecha. [...] …puede influenciar para que, de acuerdo con lo que interesa a la familia, quede en España definitivamente y con ello el separatismo catalán encajaría un duro golpe”. Josep Clara explica que "la trampa de la amabilidad y de la familia" no resultó efectiva y Casals volvió al exilio tras su viaje relámpago, aunque el The New York Times publicó, el 23 de enero de 1955, “Casales breaks exile". Que Casals seguía siendo una piedra en el zapato del régimen, “un tabú dentro del círculo franquista”, según Clara, lo demuestra el hecho de que Joan de Borbó fue apartado de un viaje a Nueva York donde supuestamente debía encontrarse con Casales. El propio Franco explicó que el Borbón no acudió por consejo explícito del embajador español Areilza.

Postal de La Principal de La Bisbal en 1960.

E incluso en 1960, en la apertura económica del “desarrollismo”, La Principal de la Bisbal no recibió autorización para viajar al Festival Panamericano de Música Pablo Casals de Acapulco (México), donde Pau Casals quería que la orquesta bisbalense interpretara la sardana inicial del estreno del oratorio El Belén. El director de la orquesta, Conrad Saló, había sondeado al gobernador de Girona, el palamosí Josep Pagès, con una carta donde defendía el viaje “por si nuestra posible colaboración podría redundar en mayor prestigio de España, dando a conocer en ese país nuestra música regional catalana”. El gobernador nadó y guardó la ropa: dijo que no era partidario de prohibirlo, aunque tampoco era partidario de aconsejar de forma oficial que acudieran a un acto que se anunciaba como homenaje a Pau Casals. La autorización nunca llegó.

Una panorámica sobre espías y espiados

El caso de Pau Casals es uno de los diversos casos que el historiador Josep Clara analiza en el libro Historia de los servicios de espionaje franquistas para dibujar una colorista y documentada panorámica sobre los servicios de inteligencia del franquismo. Habla de los métodos, de los colaboradores (como Josep M. Gironella o Josep Pla), de las obsesiones (como el anticatalanismo o la masonería) e incluso de las rivalidades internas, ya que había dispersión, incomunicación y redundancia servicios, que a veces servía para que se controlaran mutuamente. Como protagonistas a reprimir o bajo sospecha aparecen, entre otros muchos, Francesc Viladiu, Quico Sabater o el obispo Jaume Camprodon. Josep Clara asegura que "en la España de Franco, prácticamente todo el mundo estaba fichado y clasificado (adicto, indiferente, desafecto), porque más que ciudadanos o adversarios políticos había enemigos que había que vigilar y controlar con medios de todo tipo".

El libro es especialmente valioso, pese a ser obligadamente incompleto, porque la documentación de los servicios de información del franquismo ha llegado “mutilada expresamente, por la mala conciencia de los protagonistas principales o por incuria”, ya que el ministro Rodolfo Martín Villa va ordenar la destrucción de los archivos de la Falange o Movimiento. "En Girona, el humo de la documentación quemada fue observado desde las casas vecinas en la calle Ciutadans, donde estaba instalada la jefatura provincial", advierte Clara.

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