El proceso de vacunación en Europa se ha convertido en una carrera de obstáculos que parece ideada para agotar la paciencia del sufrido ciudadano que solo espera poder estar inmunizado pronto. A los incumplimientos en las entregas, las dudas y los cambios de criterio constantes con la vacuna de AstraZeneca, ahora se suma la paralización de la llegada de la de Janssen a la UE, decidida por la propia empresa después de que las autoridades sanitarias de los Estados Unidos hayan parado la vacunación por algunos casos raros de trombos. En principio tenemos que pensar que se trata de una parada técnica que durará solo unos días, hasta que se acabe de afinar si hay algún segmento concreto de población que sería más susceptible de sufrir efectos adversos.
En todo caso, e igual que ya pasó en el caso de AstraZeneca, se está hablando de 6 casos en un total de 7 millones de vacunas administradas, por lo tanto, menos de un caso por cada millón. Esto significa que el riesgo de sufrir un trombo es mínimo y similar al que tienen otros medicamentos y, por supuesto, que los beneficios que tiene vacunarse superan de mucho los supuestos peligros. Este es precisamente el mensaje que quisieron lanzar ayer tanto la consellera de Salud, Alba Vergés, como el secretario de Salud Pública, Josep Maria Argimon, en su comparecencia. Argimon dio un dato especialmente ilustrativo: recibir la vacuna de AstraZeneca reduce automáticamente en más de un 50% el riesgo de acabar en una UCI. Por eso, se calcula que vacunar a 1.500 personas de más de 65 años ahorra una cama de UCI para un enfermo de covid-19. Es cierto que hasta ahora no se han detectado efectos adversos con Pfizer y Moderna, pero también es verdad que, como se trata de una tecnología nueva, el ARN mensajero, no hay estudios sobre efectos a largo plazo.
Porque el verdadero peligro ahora mismo es que la decisión de los Estados Unidos y de la propia compañía, guiada por un principio de precaución, acabe provocando un efecto todavía peor, que es aumentar el rechazo generalizado a las vacunas y, en consecuencia, atrasar el proceso de inmunización. El caso es que, llegados a este punto, sería muy recomendable que las principales autoridades europeas, e incluso el Consejo Europeo (formado por jefas de gobierno y de estado), hicieran un pronunciamiento conjunto a favor de las vacunas y, si hace falta, un replanteamiento global de la estrategia para acelerar de una vez el proceso de vacunación.
Ahora mismo, y con las cifras que tenemos sobre la mesa, cada atraso se cuenta en vidas humanas. Y es que el efecto de las vacunas es casi inmediato. Ahora mismo ya se ha reducido la mortalidad en las residencias en un 95% gracias a la vacunación de los residentes. La no llegada de las vacunas de Janssen prevista para este miércoles amenaza ahora el calendario que preveía acelerar la inmunización de las personas de entre 70 y 79 años, una franja de edad clave porque son las que actualmente están llenando las UCI. Esperamos que pronto se desvanezcan las dudas y se pueda retomar la distribución masiva de una vacuna que ahora mismo es clave para vencer al virus, que es el verdadero peligro.