Ponerse de acuerdo en medio de la tormenta

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Oriol Junqueras y otros miembros de la dirección de ERC escuchan cómo Pere Aragonès anuncia que abandona la primera línea política.

El mapa político surgido del 12-M ya era de por sí complicado de gestionar, pero la crisis que ha estallado en Esquerra esta semana añade aún más incertidumbre a todo el proceso negociador que debería concluir con la formación de un nuevo gobierno de la Generalidad. No se puede ser ingenuo y pensar que el proceso precongresual abierto en Esquerra, donde de momento se vislumbra un choque entre los partidarios de la continuidad de Oriol Junqueras y los que son contrarios, no impactará de lleno en la decisión que deban tomar a los republicanos sobre la investidura. El hecho de que la última palabra sea de la militancia hace que en estos momentos sea muy difícil hacer ningún pronóstico. Cataluña, pues, se encamina hacia unos meses de alto voltaje político y también de mucha volatilidad, lo que no es precisamente una buena noticia. El cruce de intereses partidistas, incluso personales, con decisiones que pueden afectar a toda la ciudadanía suelen acabar mal.

El caso es que, en los próximos meses, será necesario que haya dos procesos en paralelo. Por un lado, el proceso de reflexión, autocrítica y, en su caso, renovación de liderazgos y proyectos dentro del independentismo por los resultados del 12-M (que afectan sobre todo a ERC y la CUP pero que Junts también debería asumir en algún momento); y, por otra, las negociaciones para formar gobierno. Si en algo coinciden los expertos consultados por el ARA sobre el rumbo que debe tomar Cataluña es, por un lado, en la dificultad de articular mayorías y, por otro, en la necesidad de abordar cuestiones estratégicas de país desde el máximo consenso posible. Por eso, si se quiere evitar ir a una repetición electoral que alargaría esta situación de interinidad y de parálisis, habrá que ser capaz de encontrar fórmulas imaginativas, en las que los principales actores políticos tendrán que mancomunar esfuerzos para minimizar los costes electorales que, seguro , habrá que asumir. En este sentido, el primero en mover ficha deberá ser el candidato más votado, Salvador Illa, que deberá ser capaz de presentar una propuesta bastante ambiciosa y generosa si quiere obtener los apoyos transversales que desea.

Será necesario que los equipos negociadores puedan trabajar con autonomía y lejos de los focos y del ruido mediático, y también será necesario que se establezcan unas prioridades claras e inaplazables para ponerse de acuerdo en medio de la tormenta. En este punto, la necesidad de una financiación propia que acabe con el drenaje del déficit fiscal podría ser la piedra de toque de cualquier acuerdo. Por si fuera poco, la próxima semana comienza la campaña de las elecciones europeas, un contexto que aún complicará más la búsqueda de acuerdos. Sin embargo, el verdadero baile empezará después, a partir del 10 de junio, el día que también debe constituirse la mesa del Parlamento.

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