La productividad de los catalanes

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Trabajadores de una empresa en un polígono industrial de Cornellà.

El Círculo de Economía ha avisado de que Cataluña y España se están alejando de los países y regiones europeos con mayor productividad. La productividad es un término económico con tentáculos relevantes: a mayor productividad, más sueldo y menos horas de trabajo. Una ecuación que por sí sola denota ya la relevancia e interés del concepto. A menudo, desde una lectura superficial, hay quien lo interpreta como mayor explotación, como mayor presión a los trabajadores. Sin embargo, de hecho es lo contrario: se trata de hacer que un mismo trabajador, gracias a una mejor organización empresarial y tecnológica (un mejor aprovechamiento de las herramientas y los procesos laborales), sea más eficaz. Es decir, que produzca más valor y que, por tanto, pueda recibir una mejor retribución. Pues bien, en nuestro entorno no avanzamos. De hecho, retrocedemos en la UE. En el ámbito estatal, sólo el País Vasco aguanta el tipo. Nos estamos alejando de las economías líderes, que en Europa son las de Dinamarca, Bélgica, Alemania, Países Bajos y Austria. Los países del Este también están mejorando. En cambio, han perdido pistón nuestros vecinos: Francia e Italia, y Grecia se ha situado en la cola. Y cuando los que te rodean no te estiran hacia arriba, tienes más puntos para estancarte o ir hacia abajo. El epicentro de la productividad lo tenemos ahora a 1.400 kilómetros de distancia, en concreto en las regiones de Nuremberg y Múnich. Lejos, demasiado lejos.

Pero si los vecinos no nos estimulan, deberemos apañarnos solitos. No existen recetas mágicas. Cuanto más industrial y más diversificada sea una economía más fácil es ir por el camino de la productividad. Cuanta más inversión en investigación y mayor transferencia de conocimiento al mundo productivo, mejor. Cuanto más participativa y transversal sea la gobernanza de las empresas (más implicación de los trabajadores en la toma de decisiones), mejor. Cuanta más introducción de las nuevas tecnologías (en estos momentos es clave la entrada de la inteligencia artificial), mejor.

Una forma de impulsar la productividad es aprender de los que lo hacen bien. Hay que mirar hacia el norte. Y no hay que tener miedo a los cambios. El objetivo de mejora de la productividad debe ser compartido. Interesa a todo el mundo, desde el empresariado, sea mayor o pequeño, hasta el último trabajador. Desde los sindicatos hasta los gobiernos. Genera bienestar y riqueza. Y, por el contrario, cuando empeoras en productividad, la pobreza se enquista y el horizonte de progreso se ralentiza.

El debate de la productividad afecta, también, a todo tipo de organizaciones, tanto del campo privado como del público. ¿Cuántas veces nos hemos quejado de la burocracia? En efecto, la lentitud en la respuesta de la administración es un evidente freno a la productividad. Y si vamos por sectores, lo mismo: no es sólo algo de la industria, lo es también de los servicios o del sector primario.

La Europa del sur no puede permitirse perder el tren de la productividad respecto a la Europa del centro y del norte. Históricamente, Cataluña había formado parte de las regiones motoras de Europa. Éste debe volver a ser el objetivo. Poner la productividad en el centro es una buena forma de reencontrar el buen camino.

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