Superdeportivos

Prueba del Audi R8 V10 Performance: muchas gracias por las emociones, Audi

La prueba de hoy es especial porque sirve para despedir al Audi R8, uno de los mejores superdeportivos de la historia reciente

Todos aquellos que habitualmente lean las pruebas de vehículos que realizamos en el Ara Motor sabrán que, en general, acostumbramos a hacer una introducción del coche que nos ocupa y seguidamente tratamos aspectos como el diseño, la habitabilidad interior, la motorización y el comportamiento dinámico. Esta estructura responde, con mayor o menor acierto, a lo que podría ser la experiencia de cualquier usuario que probara un vehículo: primero conoce el modelo, después lo ve por fuera, después por dentro y finalmente lo conduce.

Pero claro, normalmente los coches que ponemos a prueba son turismos convencionales, más o menos económicos y más o menos prácticos, pero "normales" al fin y al cabo. Hoy, en cambio, a la estructura de este texto añadiré una reflexión final más larga que las conclusiones habituales, porque lo que estamos haciendo es nada menos que la prueba del Audi R8 V10 Performance, un superdeportivo que no sólo no es un coche normal, sino que además se despide del mercado definitivamente, y también lo hace su motor V10.

Primero hacemos la prueba, después la reflexión

Como verdadero enamorado del motor que soy desde que tengo uso de razón, tengo mi opinión sobre los tiempos que está viviendo el mundo del automóvil, la movilidad del futuro y la desaparición de vehículos como éste. mismo prefiero centrarme en la prueba del Audi R8 V10 Performance como tal. Un coche que estoy convencido de que no necesita ningún tipo de presentación, pero en cualquier caso haremos para refrescar la memoria.

El Audi R8 es un superdeportivo que llegó al mercado en 2006, inspirado en el diseño del prototipo Audi Le Mans quattro y que, cuando fue presentado, destacaba por su estética futurista Desarrollado en colaboración con Lamborghini, utilizaba motores V8 y V10 y fue todo un éxito de ventas con más de 25.000 unidades vendidas en todo el mundo (muchísimas para un vehículo de este estilo) En 2015 llegó al mercado la segunda generación de este deportivo alemán, que se renovó en 2019 para dar forma al modelo que ha llegado hasta nuestros días.

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Un superdeportivo bastante discreto, aunque no en este color

El R8 original destacaba por lucir unas formas redondeadas pero a la vez agresivas que le convertían en lo que todo el mundo asociaría mentalmente a lo que podría ser un superdeportivo de Audi: un coche bajito y contundente, pero a la vez discreto. O por lo menos, todo lo discreto que puede ser un coche así. Elementos como la enorme parrilla frontal, el sideblade del lateral (una moldura vertical enorme situada detrás de las puertas) o las formas de los pilotos traseros, que justo debajo contaban con dos salidas de aire para refrigerar el motor central, eran los rasgos característicos principales del primer R8.

La segunda generación quiso respetar todos estos elementos, pero con un aire renovado y unas líneas mucho más rectas y angulosas. Del diseño de 2015 hasta el actual los cambios han sido sutiles, pero las líneas maestras se han mantenido. Así, nuestra unidad de pruebas no sólo destaca por el llamativo color Amarillo Vegas, sino también por las formas agresivas de la parrilla frontal y de las entradas de aire laterales, por las ópticas con tecnología láser y por las formas afiladas de toda la carrocería .

De hecho, este modelo sólo mantiene las líneas redondeadas en el pilar A y en la caída del techo A todo lo demás se han impuesto las formas rectas. sideblade que aquí es mucho más discreto pero que conserva la entrada de aire lateral hacia el motor y que está hecho en fibra de carbono. Y puesto que hablamos de fibra de carbono, de este material están fabricados los splitters, los faldones, los retrovisores, el alerón trasero, el difusor y casi todas las molduras.

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Se podría pensar que, como este R8 monta unas llantas de diecinueve pulgadas (opcionalmente pueden ser de veinte), tiene un alerón trasero prominente, dos salidas de escape ovaladas y un cristal trasero bastante grande que deja ver el motor V10 , se trata de un coche largo y ancho. Y lo cierto es que ancho sí que lo es (1,94 metros), pero largo no tanto: tan sólo mide 4,43 metros, menos que la mayoría de SUV que se ven por las calles.

Una verdadera oda a la ergonomía y la calidad

Cuando después hablemos del apartado dinámico quedará claro que el R8 es un coche que puede ser un superdeportivo radical o un deportivo bastante cómodo en función de nuestras necesidades, pero esta última afirmación también debe verse reflejada en el interior . Me explico: normalmente este tipo de coches no destacan ni por su comodidad, ni por su visibilidad interior, ni por ofrecer una gran habitabilidad. Y el R8, pese a las limitaciones evidentes por ser un coche bajito con el motor detrás, es uno de los más prácticos de su categoría.

Para acceder al habitáculo del Audi R8 hay que bajar y mucho. La altura máxima es de 1,23 metros, por lo que el asiento se encuentra mucho más abajo. Pero tampoco llega a ser una maniobra excesivamente incómoda. Una vez dentro lo primero que sorprende es que no hay ninguna pantalla central y, de hecho, pantallas aquí sólo hay una, de 12,3 pulgadas y que hace de instrumentación digital. Tampoco existe ningún mando táctil, aquí todo son botones reales. Una ruleta ubicada en la consola central es la herramienta principal que manipularemos para, junto con los botones del volante, navegar por todos los menús del sistema de infoentretenimiento, navegación, conexión con el teléfono y ordenador de a bordo.

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Este esquema multimedia es el mismo que utilizaba el Audi TT, ya mí personalmente me encanta. Dicen que está obsoleto, y si echamos un vistazo a los últimos modelos de la marca alemana es evidente que faltan pantallas, menús y luces LED de iluminación ambiental. Pero ¿quiere decir que es necesario todo esto? Estamos en un Audi R8, lo importante no es si la pantalla es de más o menos pulgadas o si tiene una conectividad determinada. Aquí lo importante es el motor y la conducción.

La zona donde iría situada la pantalla central está ocupada por tres mandos giratorios que integran varios botones y nos permiten manipular el sistema de climatización. Y como estamos en un interior muy discreto, aquí lo único que llama la atención son las costuras en color amarillo, el botón de arranque rojo situado al volante y las molduras de fibra de carbono de la parte superior del salpicadero . Pero por lo general lo que destaca es la ergonomía de todos los mandos y la elevada calidad de los materiales.

Mención especial merecen los asientos, que ofrecen una postura de conducción inigualable y un diseño bastante bonito con un entramado formado por rombos. Unos asientos que, por cierto, son de tipos bucket pero no resultan incómodos y ofrecen una buena sujeción lateral. Unos de competición mejorarían en ese aspecto, pero no serían tan prácticos para el día a día.

Finalmente, hablamos de un aspecto que suele generar bastante curiosidad en estos coches: la habitabilidad. ¿Qué práctico es realmente un superdeportivo? Pues lo cierto es que uno como el Audi R8, con motor central, no lo es demasiado. Cabe decir que el espacio interior es más que suficiente y la sensación no es claustrofóbica, pero más allá del espacio situado detrás de los asientos y una guantera de pequeñas dimensiones situada entre los asientos, dentro del coche no podremos dejar demasiados objetos. En este caso el maletero está situado en la parte delantera, y con 112 litros sólo nos permite llevar un par de mochilas y otros objetos de dimensiones reducidas.

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Un motor V10 de 5.2 litros que suena a gloria

Personalmente creo que los motores que mejor suenan de todo el mundo son los V10. Están muy competidos con los V12, lo reconozco, pero en mi lista figuran coches icónicos como el Lexus LFA, el Porsche Carrera GT o el BMW M5 E60, éste último con un bloque V10 derivado de lo que utilizaban en aquella época los Fórmula 1. Pues bien, este R8 también hace servir un bloque V10 atmosférico compartido con el Lamborghini Huracán y que, como no podía ser de otra forma, suena a gloria. Y sí, la versión Performance que hemos probado es la más potente de todas, con un par motor de 580 Nm y una aceleración de 0 a 100 km/h en 3,1 segundos y de 0 a 200 km/h en 9,8. Sin duda un misil tierra-tierra que es capaz de acelerar hasta los 331 km/ h, una cifra que por razones obvias no pudimos comprobar, pero que nos la creemos.

Antes de pasar a hablar del comportamiento, un par de detalles. El sonido de este coche es especialmente bonito en dos momentos: el primero, cuando apenas se pone en marcha y está frío, hasta que el ralentí automático no baja y alcanza una temperatura óptima de funcionamiento. Y el segundo, cuando pasamos las 5.000 revoluciones y hasta llegar al límite, situado casi a las 9.000. En ese momento el sonido grave y encantador de las bajas revoluciones pasa a ser un grito agudo y contundente, que pide continuamente engranar otra marcha para repetir la experiencia auditiva.

El segundo detalle que me ha resultado curioso en esta prueba del Audi R8 V10 Performance es el del consumo. Un aspecto que le da completamente igual a quien tenga los más de 230.000 euros que cuesta (o mejor dicho, que costaba, ya que actualmente ya no se vende), pero que tenía ganas de comprobar de primera mano. Me esperaba cifras absolutamente desorbitadas (diez cilindros, atmosférico, 620 CV...) pero lo cierto es que en determinadas circunstancias es posible acercarse a los 12,9 litros que homologa. ¿Qué circunstancias? Pues circular por autopista a velocidad constante (legal) y en marchas largas sin abusar del acelerador.

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Si no conducimos así lo normal es aumentar los consumos, y creen que este coche invita a pulsar el acelerador siempre que sea posible. Sin embargo, el consumo real se sitúa entre los 16,5 y los 17 litros aproximadamente, lo que no es ninguna locura en un vehículo de este tipo.

Un superdeportivo dócil o radical, tú decides

Pulsar el botón rojo del volante y escuchar cómo cobra vida el motor V10 es una experiencia que podría vivir todos los días y nunca me cansaría. Porque, además, es el ritual previo a la diversión más absoluta. Lo primero que sorprende al volante de este coche es la suavidad de su conducción: nada de estiramientos, cambios de marcha bruscos o aceleraciones violentas (como ocurre en otros muchos superdeportivos), aquí la conducción a bajas velocidades no es muy diferente de la que podemos experimentar en un Audi TT, por ejemplo.

Todo ello se acompaña con un interior bien insonorizado, una calidad de rodadura elevada y una suspensión que en modo Comfort hace honor a su nombre y es realmente cómodo. Vale, no es un coche práctico ni es el ideal para ir a hacer la compra, pero resulta curioso que nunca toque a los resaltes o estremecimientos típicos de las ciudades. Y cuando digo nunca es nunca, algo muy destacable en un coche tan bajito. Pero vamos, que aunque sea positivo e interesante que se pueda conducir relajadamente y sin dejarse la espalda al intento, aquí lo importante es saber cómo va cuando queremos divertirnos.

Cambiamos el modo de conducción por el Dynamic (también existe otro llamado Performance, pero desactiva algunos asistentes de seguridad y es recomendable principalmente en circuito) y notamos cómo el coche se transforma. El sonido es más contundente, la respuesta de la transmisión automática S Tronic de siete velocidades se agiliza –y busca siempre la marcha más corta para ofrecer la máxima potencia– y por lo general el R8 se prepara para correr. Y de eso sabe un montón.

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Desde parado y hasta las 5.000 revoluciones el motor suena bien y tiene empuje, pero nada excepcional. Es lo que tienen los coches atmosféricos, pensados ​​para circular a altas revoluciones. Por eso, si cuando llegamos a las 5.000 vueltas mantenemos el pie del acelerador a fondo oiremos como si estuviéramos en una catapulta. Parece mentira que un coche que puede ser tan tranquilo pueda ser tan reactivo y tan rápido, pero lo cierto es que con tan sólo tocar dos botones y sin apenas darnos cuenta estamos subiendo y bajando marchas a través de unas levas situadas detrás del volante (que tienen un tamaño demasiado pequeño en mi opinión) y enlazando curvas a un ritmo endemoniado.

Se podría pensar que un coche tan rápido, potente y con motor central es complicado de conducir y que puede resultar peligroso en manos de conductores inexpertos. Pues nada más lejos de la realidad, precisamente la principal virtud del R8 es que se conduce con una facilidad asombrosa y se muestra en todo momento apamado y seguro, perdonando muchos errores a su conductor de que otros superdeportivos no perdonan. Buena parte de la culpa la tiene la puesta a punto exquisita de su chasis de aluminio y dispone de la mítica tracción integral quattro, que dosifica la potencia entre las cuatro ruedas y elimina casi por completo cualquier insinuación de subviraje o sobreviraje gracias al diferencial autoblocante y al reparto de par, que puede variar la potencia hasta un 90-10 o 10-90 entre ambos ejes. Por su parte, Audi ha optado por instalar un sistema de frenos carbocerámicos con discos de 380 mm delante y 356 mm detrás que nunca se fatigan, pero que a bajas velocidades tienen un tacto algo menos preciso que el de unos frenos normales.

El Audi R8 no es un coche pensado para derrapar (al menos en las versiones con tracción total), ni para realizar muchas filigranas al volante. Ni tampoco por hacer un ruido excesivo o por llamar la atención. Más bien todo lo contrario, es un coche brutalmente rápido y efectivo, que saca lo mejor de sí en las carreteras secundarias pero que también sabe mantener ritmos infernales por autopista. Se podría decir que es un atleta vestido con americana, pantalón y mocasinos.

En definitiva, estamos ante un superdeportivo ideal para todos aquellos que quieren tener un superdeportivo sin tener que vivir la experiencia negativa de tener uno. Y el ejemplo más cercano lo encontramos en su primo, Lamborghini Huracán, mucho más radical y más incómodo pese a disponer del mismo motor y planteamiento mecánico.

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Y ahora sí, la reflexión final

Como decía al principio de esta prueba, soy un enamorado del motor desde que tengo uso de razón. Mi infancia estuvo repleta de revistas de coches y coches de juguete, pero curiosamente no sólo he sido un aficionado de los coches deportivos sino de todos en general. Sí, de pequeño yo era el friki que con tan sólo ver una pieza de un coche sabía decir qué modelo era o lo que se sabía todas las marcas y modelos de cualquier categoría. Esto me ha llevado a ser un apasionado de los vehículos por lo general, también de los generalistas que la gente se podía comprar fácilmente.

Por este motivo estoy un poco preocupado, porque veo que el mundo del automóvil poco a poco está dejando de ser interesante para las nuevas generaciones, que ven a los coches como objetos muy caros y que cada día están peor vistos en todas partes. Soy perfectamente consciente de que los automóviles son muy grandes (cada vez más) y que ocupan mucho espacio en las ciudades, y también entiendo que la movilidad basada en los combustibles fósiles es muy contaminante y genera problemas tanto de salud como medioambientales.

Pero aunque intento que mi criterio profesional sea lo más objetivo posible, el niño que llevo dentro se entristece mucho cuando ve que coches como este Audi R8 deben dejar de existir o para siempre o para dar paso a otros deportivos eléctricos. La objetividad me dice que los coches eléctricos, si acaban de pulir algunas cuestiones como las autonomías o los tiempos de carga, son una opción genial para la movilidad de muchas personas e incluso superan en facilidad y comodidad de uso a los de combustión. Pero la subjetividad me dice que electrificar un coche como ese R8 (que es la intención de Audi en un futuro) es condenarlo.

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Me he pasado casi la mitad de la prueba hablando del sonido del motor V10, de cómo cambia a bajas o altas revoluciones, de cómo se transforma la respuesta del cambio de marchas en función del modo de conducción... y todo esto, que para mí es el alma y la esencia de un coche deportivo, en un coche eléctrico se pierde. ¿Os imagináis un Ferrari eléctrico? Enzo Ferrari decía en su momento que cuando alguien compraba uno de sus vehículos pagaba por el motor, y que todo lo demás era gratis. ¿Tiene sentido que este motor sea eléctrico y no tenga ni sonido ni cambio de marchas, por muy rápido que pueda acelerar? Seguramente los nuevos aficionados al mundo del motor que también lo sean de las nuevas tecnologías dirán que sí, pero, en este sentido, lo siento... pero discrepo.

No sé qué nos deparará el futuro, si toda la movilidad será eléctrica, si los coches pasarán a ser objetos restringidos a pocos afortunados, si se impondrán alternativas como el hidrógeno o si los combustibles sintéticos servirán para alargar la vida de coches como este Audi R8. Sea como fuere, ha sido un placer. Muchas gracias a todas las marcas que han creado las máquinas que me han emocionado a lo largo de mi vida, desde el superdeportivo más potente hasta el compacto más sencillo.

Y en este caso, gracias especialmente a Audi por haberse salido de la norma hace casi veinte años y haber creado el R8. Un coche de culto que debería estar en muchos museos y que es capaz de generar un efecto casi inexplicable a la gente: el deseo. Porque objetivamente es un coche que no le serviría casi a nadie por su falta de practicidad y coste elevadísimo, pero subjetivamente es un coche que casi todo el mundo querría tener y que todo el mundo mira.

Espero que en lo sucesivo las marcas puedan seguir creando máquinas pasionales como ésta. Que tengan alma, que transmitan emociones y sean capaces de seguir cautivando a niños y niñas que, como yo, se enamoraron del mundo del automóvil. A todos aquellos que tengan un Audi R8, disfruta, tiene una joya. Y a todos aquellos que vean por la calle un R8, disfruta, está viendo una joya. Muchas gracias por las emociones, Audi.