Prueba del Mazda MX-5, uno de los últimos exponentes de la diversión en el volante
¿Cómo es conducir un coche descapotable, de bajo peso, con motor atmosférico, cambio manual y posterior tracción?
Es una realidad que para la mayoría de personas los vehículos son máquinas que nos facilitan el transporte y permiten desplazarnos de un punto A a un punto B cómodamente. Vistos desde esta perspectiva, muchos automóviles son el equivalente a una lavadora o nevera, es decir, una especie de electrodomésticos que nos facilitan la vida y tienen un cometido muy específico. Pero, claro, en general no encontramos a una gran comunidad de aficionados en las lavadoras o en las neveras –creo, vamos–, pero en cambio el mundo del automóvil sí despierta pasiones. La pregunta es: ¿a qué se debe esto?
Conviene dejar claro que los automóviles que crean afición normalmente no son los utilitarios, compactos o SUV que la gente se compra para ir al trabajo, sino que suelen ser otro tipo de vehículos, mucho menos racionales y prácticos pero a la vez mucho más pasionales. Y no sólo me refiero a los deportivos que todo el mundo conoce de marcas como Ferrari, Lamborghini o similares, sino también a modelos del mundo 4x4, a coches "normales" pero en versiones deportivas o, evidentemente, a uno de los segmentos más relacionados con la diversión en el volante: los descapotables.
Pero dentro de este segmento encontramos muchas categorías. Actualmente, este tipo de vehículos ya no están tan de moda, pero no hace tantos años la mayoría de compactos del mercado disponían de alguna versión con techo abierto, e incluso marcas como Land Rover, Nissan o Volkswagen se atrevieron a fabricar todocaminos descapotables. Sea como fuere, entre toda esta amalgama de modelos encontramos uno que ha seguido fiel al concepto inicial desde sus inicios y que ha despertado a una gran comunidad de aficionados. Efectivamente, estamos hablando del Mazda MX-5, un modelo que hoy probamos en su última versión.
Un diseño totalmente reconocible
En 1989 la marca japonesa Mazda lanzó al mercado un pequeño descapotable llamado MX-5, en ese momento en una generación conocida como NA. El concepto inicial era el de un coche pequeño y deportivo, pero no centrado en las prestaciones, sino en las emociones y la diversión al volante. Sus motores no eran especialmente potentes, pero gracias a las medidas contenidas ya un peso bastante bajo era capaz de dibujar una sonrisa en la cara de todo el que la conducía. Esto, junto con un diseño bastante simpático que incluso hoy en día todavía tiene una comunidad bastante importante en todo el mundo, llevó a la marca japonesa a dar continuidad a la gama, con las versiones NB, NC y ND –esta última todavía la podemos adquirir hoy en día–, 35 años después de la creación del modelo.
Que la versión ND sea la que se puede comprar ahora mismo no significa que sea nueva, ya que llegó al mercado en 2015. Pero se trata de un modelo que soporta muy bien el paso del tiempo, y me atrevería a decir que no sólo no se ve antiguo sino que incluso se ve actual. El modelo que nos ocupa en esta prueba del Mazda MX-5 corresponde a la última versión, que en esencia es idéntica a la que salió hace casi diez años pero que incorpora una serie de retoques estéticos para que la veamos más actualizada.
La vista frontal destaca por una parrilla bastante prominente y unas ópticas realmente pequeñas con un diseño muy afilado. Todo esto da paso a un capó muy largo, no tanto en términos generales, sino en comparación con el resto del vehículo. Y es que conviene recordar que el Mazda MX-5 es un coche muy pequeño, con una longitud de 3,91 metros, una anchura de 1,73 y una altura de sólo 1,22 metros.
En la vista lateral de nuestra unidad de pruebas es donde mejor podemos ver algunos detalles específicos de la versión más lujosa del modelo, llamada Kazari, y que incluye unas llantas de 17 pulgadas y la capota del techo en color beige. La vista trasera apenas cambia, por lo que mantiene las ópticas de diseño minimalista, la antena característica situada en la parte derecha y una doble salida de escape completamente real, un detalle que hoy en día empieza a ser cada vez más raro.
La digitalización justa y necesaria para un interior analógico
Si por fuera el Mazda MX-5 apenas ha cambiado en estos 10 años, por dentro tampoco lo ha hecho en exceso. Sin embargo, el modelo japonés ha ido incorporando la digitalización que poco a poco ha ido predominando en el mercado, pero conservando su espíritu analógico en diversos elementos. Por ejemplo, la instrumentación integra una pantalla que muestra el ordenador de a bordo, la temperatura del refrigerante y el nivel de gasolina, pero conserva las agujas de toda la vida para indicarnos la velocidad y las revoluciones del motor.
El volante es redondo, tiene buen tacto e incorpora botones físicos. Y, hablando de botones físicos, aunque ahora la pantalla central haya crecido hasta las 8,8 pulgadas, sea táctil e incorpore conexión Android Auto y Apple CarPlay inalámbrica, Mazda ha conservado el mando central que ha incorporado siempre ese modelo y que nos permite navegar entre los menús cómodamente. El resto del habitáculo es realmente sencillo pero muy efectivo: tres mandos redondos nos permiten controlar el sistema de climatización, mientras que justo por debajo encontramos los botones de la calefacción y la refrigeración del asiento.
Si seguimos bajando veremos dos entradas USB-C, un pequeño espacio para dejar el teléfono –demasiado pequeño para los móviles que tenemos actualmente– y, al lado, un cambio de marchas de los de toda la vida acompañado por un freno de mano bastante grande. Todo muy vintage, sin duda. Mención especial merece que la versión Kazari incorpora el color crema para el interior, una tonalidad que no se lleva muy bien con las manchas pero que sirve para maximizar la sensación de espacio. Y en muchos casos realmente estamos hablando sólo de una sensación, porque en un coche tan pequeño, y en el que el capó ocupa tanto espacio, el habitáculo es realmente pequeño.
Los asientos son muy cómodos y la posición de conducción es muy bajita, lo que aporta una notable sensación de deportividad. Pero al mismo tiempo también son bastante pequeños y no ofrecen demasiadas posibilidades de regulación, por lo que los más altos casi seguro que tocarán el techo. O más bien con la capota, que es de lona y tiene un accionamiento manual realmente práctico y muy rápido; se puede realizar la maniobra de capotar o descapotar en poco más de 3 segundos.
El Mazda MX-5 no va sobrado de espacio para los ocupantes pero tampoco para dejar objetos, ya que en el interior no hay guantera como tal frente al asiento del pasajero, así que el único espacio donde se pueden guardar papeles y otros objetos –pocos– está situado entre los asientos, junto al accionamiento de la capota. Por su parte el maletero también es realmente pequeño, de tan sólo 130 litros, pero en cualquier caso todo el mundo que se compra este coche ya sabe que no es especialmente práctico... ni tampoco lo pretende.
Motores de gasolina atmosféricos, la clave del éxito
Hoy en día, más allá de hibridaciones y electrificaciones, la mayoría de motores que encontramos en el mercado disponen de turbo. Pero hace unos años, este elemento no era tan habitual, y en muchos casos estaba destinado principalmente a los motores diesel. Así, los coches con motor de gasolina atmosféricos no entregaban unas prestaciones muy notables en bajas revoluciones, y era necesario subir el tacómetro para poder extraer toda la potencia disponible.
Este tipo de motor siempre ha estado muy ligado a la conducción deportiva, por lo que Mazda sigue apostando por ofrecer motores atmosféricos para su pequeño MX-5. Concretamente, en la gama se pueden elegir dos propulsores, siempre de gasolina y con cuatro cilindros: el primero es de 1,5 litros y ofrece una potencia de 132 CV y un par motor de 152 Nm, mientras que el segundo es de 2 litros y aumenta la potencia hasta los 184 CV y el par hasta los 205 Nm.
En ningún caso estas cifras son especialmente sorprendentes, pero hay que tener presente que estamos frente a un coche que pesa poco más de 1.000 kilos. Y aquí tenemos la clave del éxito para un motor atmosférico: no tener que mover un peso demasiado excesivo e ir ligado a un cambio de marchas que nos permita extraer todo el potencial de su potencia reducida.
La versión que estamos probando hoy es la de 184 CV, y aunque la de 132 CV también resulte divertida, lo cierto es que la más recomendable es la más potente. Se puede ejemplificar gráficamente con las cifras de aceleración: el motor de acceso mide el 0-100 km/h en 8,3 segundos, mientras que la versión más potente baja esta cifra hasta los 6,5 segundos. Todo esto, claro, con la capota de lona, ya que la versión RF –que incorpora un techo duro– aumenta el peso del conjunto y perjudica las prestaciones.
Hablemos ahora del consumo. El motor de 184 CV homologa un gasto de 6,9 litros cada 100 kilómetros y lo cierto es que, aunque se pueden obtener estas cifras sin problema conduciendo de forma relajada, lo normal es que la cifra real sea de unos 7 ,5 u 8 litros. El motivo es sencillo: evidentemente en conducción tranquila el consumo baja, pero estamos frente a un coche pensado para circular a altas revoluciones... y eso penaliza el consumo. Sea como fuere, la cifra final no es escandalosa y además va acompañada por una melodía bastante atractiva proveniente del motor y del escape, que se disfruta aún más con el techo abierto y enlazando curvas por cualquier carretera secundaria.
Un coche deportivo que no pide correr, sino disfrutar
Sólo llevando el MX-5 durante varios kilómetros te das cuenta de un hecho muy curioso y que prácticamente sólo ocurre en este coche: todo el conjunto apunta hacia la deportividad y las prestaciones –coche descapotable, peso reducido, motor atmosférico , cambio manual, tracción trasera...–, pero lo cierto es que el coche no pide velocidad, sino que ofrece diversión. Dicho de otro modo, aunque el chasis sea realmente bueno y el coche pueda ir bastante rápido, donde realmente se siente cómodo –y nos hace sentir cómodos– es jugando con las marchas a velocidades normales y enlazando curvas. Y es que hay que tener presente que el cambio de marchas, siempre manual de seis velocidades, tiene un tacto bastante duro y unos recorridos muy cortos que invitan a jugar con la palanca continuamente.
La dirección, bastante directa e informativa, es uno de los puntos fuertes de ese coche. En cambio la suspensión, al contrario de lo que podría pensarse, es bastante blanda. Esto hace que el coche sea cómodo en cualquier circunstancia pero también nos limita a la hora de practicar una conducción deportiva. Y es precisamente por ese motivo que decimos que el Mazda MX-5 no está pensado para circular muy rápido sino para disfrutar cada curva. E incluso es un coche que nos permite derrapar fácilmente, aunque mejor restringir este recurso de conducción a circuitos, donde podremos activar el modo Track y soltar toda la potencia directamente en las ruedas traseras.
¿Ha quedado claro que el coche sabe acelerar, pero... también sabe detenerse? Pues lo cierto es que sí, ya que sus discos de 280 mm en ambos ejes resultan más que suficientes para frenar a un conjunto con tan bajo peso. Además, el tacto del pedal es bastante preciso y nos aporta mucha confianza. No hemos comentado nada de cómo se conduce este coche a la ciudad, y me gustaría destacar un punto positivo y uno negativo. Lo positivo es que, con una longitud de menos de cuatro metros, en entornos urbanos el Mazda MX-5 se muestra muy ágil. Lo negativo es que es un coche muy mecánico y que pide siempre cambiar de marchas, lo que no es cómodo en la ciudad.
Si pasamos al otro extremo, la autopista es donde veremos la diferencia entre este pequeño roadster japonés y otros descapotables mucho más refinados –y caros–. Con la capota abierta a altas velocidades entra bastante aire en el habitáculo, y si la cerramos veremos que la insonorización no es la mejor del mercado. Pero, sinceramente, creo que todo ello no tiene ni la menor importancia, porque este coche está pensado para disfrutar al volante perdiéndose por carreteras con muchas curvas y poco tráfico... y en este sentido cumple con nota. Por otra parte, es lo que lleva haciendo desde hace 35 años.
Conclusión de la prueba del Mazda MX-5
El Mazda MX-5 es un coche que tiene detrás a una gran comunidad de aficionados, y sólo hay que probarlo durante un rato para entender el motivo. Tiene un diseño atractivo, un interior analógico, un motor atmosférico que suena bien y ofrece un nivel de diversión al volante que en muchas ocasiones no son capaces de igualar ni siquiera deportivos mucho más caros. Además, aunque ya no sea tan económico como hace unos años, lo cierto es que su precio, de 32.550 euros para su versión de acceso, es muy competitivo para el segmento al que pertenece. Y no nos engañemos, el hecho de que sea un coche casi único en el mercado le aporta un plus de exclusividad realmente atractivo. Así pues, basta con pedirle a Mazda que alargue su vida comercial todo lo posible... o tanto como las normativas europeas se lo permitan.
- Precio<p>38.850 euros</p>
- Combustible<p>Gasolina</p>
- Etiqueta ecológica<p>Etiqueta C</p>
- Motor<p>2.0 gasolina 4 cilindros</p>
- Potencia<p>184 CV y 205 Nm de par</p>
- Tracción<p>Posterior</p>
- Medidas y peso<p>3915mm largo / 1735 ancho / 1225 alto. 1.109 kilos</p>
- Nota<p>9</p>