Amor y pimienta

Si pudieras volver atrás, ¿volverías a escoger a tu pareja?

Dos décadas después, una hipoteca, dos hijos, un montón de problemas. El infarto de él, hace un año

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Todos los caminos llevan a Roma.

La mira caminando a su lado y siente cómo resguarda el cuerpo al suyo. Está convencido de que ella no sabe qué día es. Últimamente, va muy agobiada con los niños, el trabajo, la madre enferma. Él.

"Hace veinte años tenías menos preocupaciones que ahora. Eres más feliz".

Veinte años justos de ese mismo día en que están caminando uno junto a otra. Una fecha que se dice igual en la vida que en el calendario. Que comparte estación, frío.

Ella piensa que el cuerpo de él le sirve de parapente contra el viento helado que se ha girado; el cuerpo pequeño y frágil pero a la vez tan diligente de ella le hace de muleta a él cuando el intestino se le despierta como una fiera salvaje y lo retuerce de un dolor insoportable al que ningún médico sabe ponerle nombre ni causa.

Inmediatamente después de esas palabras se transportan sin decírselo veinte años atrás, como si la vida fuera un casete que se pudiera rebobinar en un punto exacto de la canción preferida de Lou Reed. Ese día en que ella dejó a su pareja caducada de entonces y se escapó para ir a verle. Cogió un avión y se plantó en Roma, donde vivía él de forma provisional. No le dijo nada a nadie. Ni siquiera a él. No sabía lo que se encontraría; no sabía qué iba a buscar; no tenía ninguna seguridad ni convencimiento; pero le empujaba algo que le decía que tenía que dar el paso. Irle a buscar; contarle lo que le pasaba por dentro desde que se conocieron estudiando ese máster. Contar su verdad y poder continuar así adelante. Era una decisión egoísta pero necesitaba limpiar, ser honesta consigo misma y hacer desaparecer cualquier esbozo de duda, por pequeño que fuera.

Nada más llegar a Roma le llamó.

"Estoy aquí. Necesito hablar contigo".

A los tres cuartos de hora un él nervioso y agobiado ya le estaba esperando con un coche de alquiler por horas en el aeropuerto Leonardo da Vinci.

"He pensado que sólo podemos ser amigos. Hace muchos meses desde que te fuiste, hablamos cada día por teléfono. Horas y horas y yo no dejaría de hacerlo nunca, si pudiera. Pero no puedo. Y no es normal tener tantas ganas de hablar con alguien y pasarte el día esperando la hora del día en que sonará el teléfono y oírte.Te lo cuento todo, necesito saber qué piensas, me gusta mucho que estés y quiero. que siga siendo así, porque se me haría insoportable ahora que salieras de mi vida y no tenerte, así que he pensado que tenía que venir a contártelo todo. pensar que me he bebido el entendimiento, pero ya no puedo decir más mentiras, ni a Damián, ni a ti ni, sobre todo, a mí. Lo entiendo si me dices que todo esto es una película que me he construido yo en mi cabeza y que lo he malinterpretado todo, pero necesito saber qué hay a ciencia cierta".

Le dice todo esto sin mirarlo. En el asiento de al lado mientras araña la tapicería con las uñas.

"Me pasa lo mismo. Pero eres tú quien tienes pareja. No estoy en disposición de pedirte nada".

Hace veinte años de ese día fundacional en el que empezó todo con plena conciencia. Desde el deseo y el secreto llevaba mucho más tiempo. Dos décadas después, una hipoteca, dos hijos, un montón de problemas. El infarto de él, hace un año. "Se me haría insoportable ahora que salieras de mi vida y no tenerte".

Ella le mira, le ve las arrugas, el pelo blanco, los ojos que se han empequeñecido pero que tienen más profundidad. Le ve los miedos, le sabe los puntos llenos de negrura, las dudas, la voz que sólo suena por dentro.

Y lo elige una vez más.

Al igual que ese día que fue a Roma para confesarle su verdad.

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