Literatura

¿A qué escritor muerto entrevistarías?

Una treintena de autores conversan con sus referentes del pasado en 'Entrevistas de ultratumba'

BarcelonaLa idea de mantener una conversación con uno de tus tótems creativos desaparecidos –recientemente o hace siglos– ha motivado uno de los libros más singulares del verano, Entrevistas de ultratumba, publicado por Libros del Kultrum. El editor del libro, Dan Crowe, reúne a casi una treintena. "Todos hablamos con los muertos –explica–. ¿Qué tipo de deseo perverso alimenta la necesidad de entrevistar a alguien que cria malvas? Queremos que los finados nos proporcionen información, que nos revelen secretos, que nos expliquen lo que ignoraban en vida". Quizás porque el entrevistador "necesita pensar que el muerto sabe más que el vivo", a veces las entrevistas acaban derivando hacia el "consejo y ayuda".

"Sabemos que se trata de ficciones y, aun así, creamos nuestras narraciones –admite Crowe–. Y también la historia en si, que no es sino una errática secuencia de relatos hilvanados arbitrariamente por los vivos y los muertos". En el libro abundan los cuestionarios a novelistas y poetas, a pesar de que también aparecen entrevistados algunos artistas (Andy Warhol, Marcel Duchamp), actores (Paul Newman, Kirk Douglas) y músicos (Jimi Hendrix, John Lennon).

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1.
Jaime Gil de Biedma:

"Espanya es un país arcaico, del Antiguo Régimen"

"¿Sabías que tu obra todavía escandaliza?", pregunta el editor y traductor Andreu Jaume a Jaime Gil de Biedma. "Me hace mucha gracia que pase –le responde desde ultratumba–. ¿De verdad todavía seguís así? Me gusta que todavía se me lea, pero siempre he dicho que España es un país arcaico, del Antiguo Régimen, que no ha tenido una revolución romántica de verdad y que, a raíz de esto, es muy limitado a la hora de juzgar particulares".

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El autor de los poemas de Las personas del verbo y del dietario Retrato del artista en 1956 aborda también su vida íntima: "Nunca había podido hablar de mi homosexualidad en público –comenta–. Como ya sabes, mi poesía es deliberadamente ambigua en este sentido. Debido a las circunstancias políticas hice de la necesidad virtud y creo que, en este aspecto, la censura hizo ganar complejidad a mi obra, porque la experiencia de la que hablo es de alcance universal, va más allá del género".

2.
Henry James:

"Los hombres me atraían, por supuesto que sí"

"¿Usted se sentía atraído por los hombres?", pregunta Cynthia Ozick, una de las novelistas norteamericanas más destacadas de las últimas décadas, a Henry James, autor de Retrato de una dama y Los papeles de Aspern. "Los hombres me atraían, por supuesto que sí –le responde–. Si tuviera que escoger solo a un hombre, mi predilecto es el querido Jonathan Sturges, un diablillo estropeado el amor por el cual resuena como un eco, sin obstáculos, hasta el presente".

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Más adelante, Heny James defiende que "el arte reside en la expresión, no en la persona", y recuerda que después de escuchar la espectacular interpretación de una cantante de la época no le quedaban ganas de interesarse "por su vocecita privada". Cuando Ozick intenta averiguar algún detalle sobre amistades, enemigos y algún fracaso artístico del escritor –como por ejemplo el teatral–, James intenta blindarse: "Reclamo infinitamente y con firmeza la cremación universal de cualquier epistolario. Mi tintero ha derramado demasiadas veces un torrente de sandeces por simple cordialidad".

3.

Jane Austen

"A las mujeres se nos exigía una especie de imbecilidad"

"Nací en una época y una clase social muy concretas y fui educada para obedecer, complacer y encargarme de las tareas domésticas", dice Jane Austen después de que la escritora y cineasta Pilar Ruiz le explique que las mujeres siguen sufriendo una gran desigualdad en pleno siglo XXI, a la que hay que añadir la precariedad en el campo de las artes. "A partir de los 12 años ya nos hacían llevar corsé –continúa–. Recuerdo ese día como si hubiera entrado en el purgatorio. A las mujeres se nos exigía una especie de imbecilidad, una debilidad que se consideraba encantadora en mi entorno".

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La autora de Orgulloy prejuicio, que vivió entre 1775 y 1817, explica que en toda su carrera apenas ganó más de 600 libras. "Me habría gustado poder disfrutar de éxito en vida, porque así habría conseguido la estabilidad económica que nunca llegué a tener", admite.

4.
Arthur Conan Doyle:

"Sherlock Holmes me asfixiaba"


"¿Qué es esa monstruosidad?", pregunta Arthur Conan Doyle a otro novelista conocido por sus novelas de detectives, Ian Rankin. "Es el Parlamento escocés", le responde. La pregunta sirve a Rankin para recordar que el creador de Sherlock Holmes era "unionista". La conversación deriva rápidamente de la política hacia la literatura. "Usted ha hecho mucho daño –recrimina Rankin a Conan Doyle–. Sus policías eran tan torpes que no se enteraban de nada. Después de sus libros, durante décadas, el detective de ficción en Inglaterra tuvo que ser un aficionado, una señorita Marple [creación de Agatha Christie] o un lord Peter Wimsey [personaje de Dorothy L. Sayers]".

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Uno de los momentos más divertidos del intercambio de impresiones entre los dos autores escoceses es cuando Rankin le pregunta si ha visto las adaptaciones cinematográficas de las novelas de Sherlock Holmes, o si conoce las versiones del personaje por parte otros novelistas como Michael Chabon. "No hablemos, por favor, de estas guerras", le pide. "Sherlock Holmes me asfixiaba –reconoce al final–. Yo quería escribir fantasía y ficción seria".

5.
Anaïs Nin:

"Su sexo y el mío, su alma y la mía, casaban a la perfección"

Conocida por novelas como En una campana de cristal, Anaïs Nin tenía raíces familiares cubanas y catalanas, vivió una gran parte de la vida en París y escribía en inglés. "Es en los momentos de crisis emocional cuando revelamos las verdades más grandes", confiesa a Wendy Guerra, que se pasea por La Habana con una de sus autoras de referencia. "Entiendo lo necesaria que es la revolución personal cuando uno no se puede refugiar en la creación, en un mundo ilusorio", sigue.

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Sobre la incestuosa relación con su padre cuando se reencontraron años después en París, Nin admite que desconocía que ese "home atractivo y cautivador" tenía un vínculo de sangre con ella: "Su sexo y el mío, su alma y la mía, casaban a la perfección. Solo había un problema, que él era mi padre y el mundo no estaba preparado para aceptarnos en aquellas circunstancias".