El regreso ridículo de Carrie Bradshaw
And just like that, la continuación de Sexo en Nueva York que estrenó ayer HBO Max, es un despropósito. Y no por la ramplonería capitalista de mujeres ricas, ni por el ego de Sarah Jessica Parker, que busca desesperada unos primeros planos que le den una profundidad interpretativa que no tiene. El gran error de And just like that es que no ha entendido, en ningún momento, qué significa hacerse mayor, especialmente para las mujeres. No es sorpresivo si tenemos en cuenta que las intenciones innovadoras de Sexo en Nueva York fueron muy efímeras. La serie fue una de las pioneras a la hora de representar la liberación sexual de las mujeres en una gran ciudad, sin sentimiento de culpa -a pesar de que con grandes aspiraciones de encontrar al príncipe azul-. Pero lo cierto es que el discurso envejeció mal y, pocos años después de su final, revisitar los episodios provocaba más vergüenza ajena que divertimento. And just like that ha devuelto a Carrie, Miranda y Charlotte a las calles de Manhattan para, presuntamente, reivindicar las mujeres de cincuenta años y sus deseos con el mismo espíritu que lo hizo hace un cuarto de siglo. Y el resultado es devastador. Ahora se entiende que Samantha haya quedado marginada del grupo, porque era el único personaje que podía generar ciertas esperanzas de envejecer como es debido. Las tres amigas han vuelto peor de lo que se marcharon: más pánfilas, más inseguras, más frívolas y más superficiales que nunca. Y también menos independientes y con menos sentido del humor. Los personajes de And just like that son señoras muy estilosas con una vulnerabilidad adolescente incomprensible.
Veinticinco años después, aquellas amigas teóricamente inteligentes se mantienen con solvencia económica para disfrutar de la vida privilegiada de Manhattan, con unas familias aparentemente sanas y felices y una trayectoria profesional bastante exitosa. Era de esperar unas mujeres más sabias, más fuertes, más decididas, más valientes y con unas ideas más claras. Más allá del catálogo viviente de moda lujosa, Carrie Bradshaw y sus aliadas no son más que una caricatura de lo que representaron. “Ya no somos las que fuimos”, comentan un par de veces las protagonistas en su regreso. Pero la frase solo funciona en cuanto a guion, porque lo que ves es tan caduco como el recuerdo de Sexo en Nueva York.
And just like that es un lifting de la versión original hecho en una mala clínica de estética. El guion solo se ha modernizado añadiendo al relato unas cuantas mujeres racializadas y un poco de Instagram, un podcast en vez de unos artículos para una revista de papel, los coches de Uber en sustitución de los taxis amarillos, unos efluvios de la pandemia, una clase de deporte telemática, una humorista no binaria, unas dosis de temática queer, unas cuantas menciones al síndrome de la mujer blanca salvadora, una referencia al espíritu Woke y una pizca de Black Lives Matter. Las protagonistas ni siquiera han evolucionado en su estilismo y siguen andando con los zapatos imposibles de siempre. Si Sexo en Nueva York siempre quiso ser aspiracional, ahora se ha convertido en ridícula. Si hay una única razón para ver And just like that, que sea solo para comprobar que habéis madurado con mucha más dignidad y sabiduría que las protagonistas de la serie que mirasteis de jóvenes.