Reportaje

El tesoro perdido de Pau Casals que reposa a orillas del mar

La casa que mandó construir en la playa tarraconense de Sant Salvador, convertida en la Vil·la Museu Pau Casals, simboliza el gran sacrificio de su vida. La visitamos cuando se cumplen 50 años de la muerte del músico que revolucionó el violonchelo y llevó al límite su compromiso con la libertad, la democracia y la paz

Mar Cortès
y Mar Cortès

San SalvadorHace medio siglo moría en el exilio de Puerto Rico “el más universal de los catalanes”, en palabras de Joan Alavedra (amigo íntimo convertido en biógrafo) pero también en el sentir popular y en el nomenclátor: es la personalidad que da nombre a más calles en Cataluña.

La figura de Pau Casals, como músico y hombre de paz, es inabarcable. Acercarse a ella, renunciando a la mirada exhaustiva pero intentando capturar su esencia, es un reto. La clave de vuelta nos la proporciona de nuevo Alavedra, que compartió con Casals diez años de exilio en Prada de Conflent, y que nos ha hecho llegar confesiones del maestro como esta: “Está en Sant Salvador, en la playa, cerca de la pequeña ermita románica, que sentí la primera gran impresión de mi vida”. Vamos, pues, a buscar sensaciones en la playa de El Vendrell, la localidad donde nació en 1876. La casa que construyó y que actualmente alberga la Vil·la Museu Pau Casals sintetiza su sacrificio. Concebido como un lugar al que volver siempre acabó siendo un lugar al que, en un acto de coherencia extrema, nunca pudo volver. Un símbolo de todo aquello a lo que tuvo que renunciar.

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En enero de 1939, después de toda una vida significado a favor de la democracia y la República y cuando era reciente la amenaza del general Queipo de Llano con cortarle los brazos a la altura de los codos, Pau Casals abandonó el ' estado español. No volvería nunca más, salvo en una visita fugaz en 1955 para enterrar a su compañera sentimental, Francesca Vidal (conocida como Frasquita Capdevila) en el cementerio de El Vendrell, una vez se aseguró que su venida no sería instrumentalizada. Cuando Casals murió, el 22 de octubre de 1973, Franco todavía estaba vivo, pero él se había avanzado creando, junto a su esposa Marta Montañez, la Fundación Pau Casals con el objetivo de preservar la casa y todo su legado ay para Cataluña.

Una mañana de septiembre

San Salvador impresiona, sin duda. Hace una espléndida mañana de finales de septiembre. La luz anuncia otoño pero la temperatura es plenamente veraniega. Hay quien todavía se baña en el mismo mar en el que Pau Casals se bañaba cada mañana, a las 8.30, antes de emprender su exigente rutina de estudio diaria, aunque estuviera de vacaciones. Una rutina que comenzaba generalmente con la interpretación en el piano de un par de piezas del Clave bien templado de Johann Sebastian Bach.

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La casa, ampliada y reformada a partir de 1930 por el arquitecto Antoni Puig i Gairalt, tiene aliento noucentista. Impacta en cuanto la ves, pero no intimida. Lo que seduce es su escala humana, la armonía entre contenido y continente y las notas de encanto que aportan las casas-museo, donde parece que flote el espíritu del personaje o que en cualquier momento te lo puedas encontrar haciendo cualquiera actividad cotidiana. La casa tiene la esencia, el alma de Casals. La proyectó él, y todo (suelo, muebles, objetos, cuadros) es original. No se ha añadido ningún elemento.

"La casa es el mar, la madre, el país, su memoria, su testamento", asegura Josep Maria Figueres, historiador, profesor de la UAB, especialista en Pau Casals y autor de su última biografía, Música y compromiso, la única actual y con óptica catalana. Asegura que una biografía "es un diálogo con la historia" y prepara su versión ampliada, de alrededor de 1.000 páginas, aunque advierte que "aún no me cabrá todo". Ésta es la magnitud del personaje.

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La casa de Sant Salvador fue a la vez un lugar donde arraigar y un regalo a la madre, porque sin Pilar Defilló no existiría Pau Casals. Fue la persona que le empujó a estudiar música en Barcelona, ​​la que le acompañó a Madrid, donde fue educado como un príncipe, y la que se cortó las trenzas para poder pagarle los estudios en París cuando el conde de Morphy, consejero privado de la reina María Cristina, dejó de becarle. La relación con la madre fue muy intensa y se fraguó desde la infancia. Madre e hijo acostumbraban a recorrer a pie los más de tres kilómetros que hay entre El Vendrell y la playa de Sant Salvador, que acabaría siendo su lugar preferido del mundo. Pau Casals compró un terreno en 1909, cuando la madre le convenció de que tuviera una propiedad en Catalunya y él ya tenía recursos suficientes para poder hacerlo. Y fue Pilar quien se encargó de supervisar su construcción, que empezó al año siguiente. “En una carta le dice al hijo que puede fiarse, que ya sabe que es arriada y que podrá ocuparse”, ilustra Figueres.

El historiador certifica que Pau Casals pasó a la casa de Sant Salvador los veranos de los años diez a los años treinta del siglo pasado, "como sabemos por la datación de cartas a amigos diversos". Entre los más insignes, Enric Granados; entre los más habituales, el violonchelista Maurice Eisenberg, discípulo suyo; el compositor Donald Tovey, o el pianista Mieczyslaw Horszowski. El músico fue ampliando su casa con nuevas habitaciones, terrazas, jardín e incluso una pista de tenis, construida en 1915 con vistas al mar. “Trae amigos músicos, periodistas, discípulos, y las imágenes muestran un ambiente distendido y ratos amenos en los que también hacía partícipes a los vecinos, en conciertos en la playa o durante la Fiesta Mayor”, explica. Josep Maria Figueres también ha llevado a amigos de fuera, que han quedado “extasiados”. Pero el recuerdo más emotivo que tiene es el de la conferencia que dio en la sala de conciertos, “mi primer trabajo sobre él”.

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La madre vivió en la casa hasta su muerte, en 1931, y siempre le decía a su hijo que el mar de San Salvador le recordaba el mar de Puerto Rico, donde ella había nacido. Curiosamente, como cerrando un círculo trágico pero perfecto, Casals acabó sus días en San Juan recordando el mar de San Salvador.

Entre estos dos mares ha nadado también la periodista y documentalista Alba Gómez Escudero. Nacida en Barcelona, ​​veraneaba en El Vendrell, y había visitado obligada con sus padres en la casa de la calle Santa Anna donde nació Pau Casals. “Llegué a realizar un trabajo de la escuela, la típica redacción de verano. Para mí era aquel señor de la estatua de la plaza de El Vendrell tocando el cello, una figura familiar, como un tío...”, recuerda. Y su playa, obviamente, era la de Sant Salvador: “Me bañaba en el mismo mar que Casals. Es mi playa de infancia, siempre ha estado presente de una u otra forma, con la Villa al fondo”.

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La vida llevó a Alba a vivir en Puerto Rico y la atención, aliada del azar, a encontrar el deslumbrante para la historia que quería contar. “Buscaba una que tuviera que ver tanto con Catalunya como con Puerto Rico. Cuando Gemma Durand, limpia de Joan Alavedra, visitó la isla para dar unas conferencias en la Universidad de Puerto Rico y explicó cómo su madre había conservado, durante el éxodo del exilio, el papel original con el poema El Belén que le había dado su padre, vi claro que sería su hilo argumental”. Fue el germen del documental Un poema en el exilio. El Belén de Pau Casals y Joan Alavedra, que explica cómo el músico y el escritor hicieron el oratorio El Belén, un mensaje de paz universal en forma de magna obra musical que el violonchelista trajo a todo el mundo durante los últimos años de su vida.

Durante la preparación del documental la relación entre Alba y Pau Casals se hizo aún más íntima y llegó a soñar: “Estaba en la casa de San Salvador, esperándole mientras él ensayaba, sintiendo el cello de fondo. Y de repente me decía: «Niña, ¿qué haces aquí?» «Maestro, lo estoy esperando». «Venga, ven». Y me hacía un café”.

'El Pesebre' en el Palau de la Música de Barcelona

El Belén
se podrá escuchar en el Palacio de la Música de Barcelona, ​​el próximo domingo, 22 de octubre, el día exacto del 50 aniversario de la muerte del maestro. Será en una versión reducida encargada por la Fundación Pau Casals a Antoni Ros Marbà, que también le dirigirá. El objetivo es facilitar su programación, por lo que pasará de las tres horas de duración original a una y media, y con una formación orquestal menos numerosa.

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Guerra y exilio

Con el tiempo, la casa de Sant Salvador dejó de ser el lugar donde reposar durante el verano de los 250 conciertos que ofrecía anualmente, y se convirtió en la residencia definitiva, donde pasa parte de la guerra civil. Casals teme que los incontrolados saqueen la casa; sufre por su preservación y contenido. “En una carta del 2 de abril de 1937 de la Sección de Monumentos de la Generalitat republicana en el Ayuntamiento de El Vendrell se pide que se respete íntegramente porque «además del interés nacional tiene el atractivo de verdadero museo local» ”, recoge Figueres. Las cosas empeoran durante el franquismo cuando se considera la casa un bien expropiable y se le impone una multa de un millón de pesetas, pero puede salir adelante: “Durante el juicio, el 19 de mayo de 1942, el alcalde del Vendrell escribe en el tribunal diciendo que no constan datos de los bienes de Casals”.

El propio Casals decía que la casa de Sant Salvador era la expresión y la síntesis de su vida de catalán y de artista. Según Figueres, fue su gran obra material pero lo que ha perdurado desde el punto de vista espiritual es “una trayectoria en diversos ámbitos: pedagógico, interpretativo, como director, humanista y, finalmente, el patriota siempre atento a una patria sometida ”. Alba Gómez Escudero asegura que Pau Casals, un mito para cualquier catalán, en Puerto Rico “no es sólo un mito sino un prohombre, una persona que durante los 17 años de exilio en la isla donde había nacido su madre dejó un legado cultural importantísimo, con la creación del Festival Casals, la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico y el Conservatorio de Música”. Una figura a celebrar y reivindicar siempre: “Creo que Casals de un tiempo a esta parte ha quedado un poco invisibilizado. Pienso que con el"Ime a Catalan", del discurso en Naciones Unidas cuando fue a recibir la medalla de la paz, en 1971, escribe un himno tan potente o más que Los segadores. Y utilizó su altavoz para hablar a favor de la paz, como había hecho en tantas ocasiones en todo el mundo con El Belén”.

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Y aunque había invertido mucho dinero en lo que debía ser la casa de su vida, Alba recuerda que “cuando fue necesario, Casals no dudó en poner todo su dinero y recursos al servicio de la ayuda a los refugiados”. A partir de 1953, esta ayuda se vehicula a través de la organización Spanish Refugees Aid, de la que fue presidente honorario y con la que estuvo vinculado hasta su muerte. La entidad no se disolvió hasta 2006 cuando murió el último refugiado que tenían registrado.

Arte, reliquias y tesoros

Algunas de las posesiones más preciadas de Pau Casals eran reliquias: una piedra de la casa donde murió Beethoven, un mechón de pelo de Mendelssohn o un manuscrito de Brahms, que se exponen en un rincón específico de la casa-museo. Pero, con los años, también logró reunir una notable colección de arte, entre la que destacan los cuadros de Ramon Casas, que adquirió expresamente para Sant Salvador, y las pinturas barrocas de Francesc Pla Duran, conocido como El Vigatà, que decoran la impresionante sala que recibe el nombre del seudónimo del artista.

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Recurrimos de nuevo a las palabras del maestro, en este caso recogidas en una entrevista que le hizo Joaquim Ibarz, en su casa de San Juan de Puerto Rico, el 27 de mayo de 1972 para Tele-exprés, incluida en la compilación Pau Casals, escritos y discursos: ¡paz, paz y siempre paz! de Josep M. Figueres: “Todo lo que aquí ha reunido irá a parar al Museo Casals de Sant Salvador, la playa tarraconense donde mi madre construyó una casa en 1911. Ahora esta casa es ya el museo de mi vida y todo lo que he reunido estos años lo daré en San Salvador. Creo que todas las distinciones deben agradecerse y la mejor manera de hacerlo es exponerlas”.

En el jardín, de estilo neoclásico, destaca la estatua de Apolo que Casals encargó a Josep Clarà en 1934 y de la que, según todas las fuentes, se sentía especialmente orgulloso. Su magnificencia contrasta con los objetos modestos que se exponen dentro: fotografías, partituras, manuscritos e instrumentos como el piano de su padre o su primer violonchelo, una calabaza construida por su padre y un vecino barbero. “Una calabaza vacía, con un palo y una sola cuerda, con una clavija, un puntito y un bateador”, como la describe Alavedra. Conocida desde entonces como la “carabacita” es el objeto más entrañable que atesora la Vil·la Museu Pau Casals. Humilde y de la tierra, simboliza todo lo que era Pau Casals y los valores que proyectó en el mundo.

"Hemos dado un salto de escalera"

La Vil·la Museu Pau Casals se inauguró en 1976, aunque en 1974, sólo un año después de la muerte del maestro, ya se había abierto una parte de la casa. Desde entonces, ha vivido diferentes rehabilitaciones, la más radical en 2020, como explica Núria Ballester, su directora: “Pedimos una subvención para realizar una reforma a fondo porque el Museo sufría deficiencias sobre todo de instalaciones. Como lo teníamos todo desmantelado, lo aprovechamos también para poner al día el discurso y la museografía que llevaba 20 años sin tocarse”. Y así como antes el Museo estaba organizado cronológicamente, "ahora hemos querido hacerlo más conceptual". Lo que se encontrará ahora el visitante son las grandes facetas de Casals bien definidas: el intérprete, el director, el compositor, el maestro y el músico comprometido que utilizó su arte para luchar por los ideales que consideraba sagrados (libertad, democracia, paz). “Hemos actualizado las herramientas museográficas, como los audiovisuales y los interactivos, para poner ya el Museo en el siglo XXI. Hemos dado un gran salto de escalera”, asegura Ballester.

Lleva toda una vida profesional, veinte años, centrada en Casals. No se desvinculó ni cuando por razones personales se marchó a vivir a Washington. “Cuando comuniqué a la Fundación que me iba, me dijeron que la viuda de Casals, Marta Casals Istomin, vivía allí y que había mucho trabajo para mí, todos los archivos desde 1957 hasta 1973 , cuando murió. Durante ese año hice el inventario de todos los fondos que conservaba Martita, con quien terminé haciendo una gran amistad y que me ha permitido saber de cerca cómo era él”, explica. Su relación con Casals rebasa pues de largo el ámbito laboral.

La idea del Museu nace cuando Casals se da cuenta de que ya no volverá nunca más a Catalunya. “Hacia mediados de los años 60 encontramos correspondencia con amigos en la que les habla de la ilusión que le haría que la casa en un futuro fuera un museo”, confirma Ballester. Pero ya de mucho antes, en los años 30, hay documentación que revela que ya había concebido la casa como un pequeño museo: “En la Sala del Sentiment empezó a poner recuerdos y reliquias que hablaban de su vida, su recorrido ”.

"Tiene valor tanto como elemento patrimonial, por la arquitectura de la época, como por todo lo que se conserva", afirma Ballester. Como historiadora del arte y museógrafa, considera que no hay ningún otro museo en el mundo que pueda compararse: “La ubicación es única. Los hay muy buenos dedicados a músicos en todo el mundo pero no tienen el carisma y la personalidad que tiene éste”.

La casa se dio por terminada en 1936. Durante la guerra todavía entraba y salía pero en enero de 1939 se marchó definitivamente. La Sala de la Música impacta, no sólo por su belleza, sino porque simboliza lo que nunca pudo ser: “Es justo en el centro de la casa que él no pudo gozar. Me sabe personalmente muy grave no tener ninguna imagen gráfica ni ningún testimonio de Casals en este sitio”.

Uno de los ejes del Museo es el educativo y el objetivo es reforzarlo. “Tenemos muchas visitas escolares. Pero Pau Casals todavía no está en el currículo escolar y, si está, está limitado a la clase de música el día que toca estudiar el violonchelo. Casals es mucho más que esto”, reivindica la directora.

A Núria Ballester le brillan los ojos cuando habla del próximo reto en torno a una personalidad inagotable que generaba documentación de cada actividad que emprendía (listado manuscrito de conciertos, de personas a las que ayudaba) y que se relacionó con músicos, políticos e inteligencia intelectuales de primera línea internacional: su correspondencia consta de más de 50.000 cartas. “El proyecto más importante es digitalizar todo el fondo documental, sonoro y visual que se conserva en el Archivo Nacional de Catalunya. Es único. Yo he tenido la suerte de sumergirme en ella y tiene una riqueza enorme. Esto nos dará herramientas para acabar de conocerlo, tanto musical como socialmente. Explica no sólo cómo era él sino todo el siglo XX”, concluye.