Hoy me embarco en El sirgador, magnífico laúd de dimensiones bastante grandes –15 metros de eslora y 4 de manga–, para una cincuentena de pasajeros, que zarpa de Tortosa y hace un recorrido por el Ebro, primero arriba y después abajo. El Sirgador se encuentra habitualmente en el agua, junto al mercado de Tortosa (construido a finales del siglo XIX, de estilo modernista, en unos terrenos ganados en el Ebro).
Lo primero que me sorprende viendo la embarcación es que en la proa tiene dos matrículas –para mí, indescifrables; conozco a poca gente que no sea del ramo que "entienda" las matrículas de los barcos–: la de mar y la de río. De Tortosa arriba es río, claro, y de Tortosa hacia abajo, administrativamente, es mar. Tortosa tiene, pues, la doble condición de porte fluvial y marítimo.
"Los primeros años llegamos unas cuantas veces hasta Miravet", me explica Jordi Domingo en cuanto iniciamos la marcha. Junto con Adelino Fontanet, lleva las riendas –el timón, quiero decir– de El Sirgador. "¿Cuánto tardabais, de Tortosa a Miravet?", les pregunto. "Unas cuatro horas de ir", me responde. "¿Y de vuelta algo menos?" "Sí". Hace bajada, claro. El recorrido pasa por Xerta y hay que salvar el azud. "Distimos de ofrecer esta ruta por algunos problemas, como falta de caudal y por las trabas que nos ponían. En algún tramo tocábamos fondo y en cada viaje teníamos que cambiar las hélices: se deformaban ya veces se rompían porque rozaban piedras del río. Nos hacían sacar del agua el barco –que pesa 13 toneladas– para demostrar que no había huevos de caracol manzana, especie invasora que hace estragos en los arrozales". En Tortosa, donde está amarrado El Sirgador, hay muy corriente y ni Jordi ni Adelino han visto nunca ningún caracol manzana pegado al barco.
Actualmente El Sirgador se dedica a realizar rutas más cortas, como la que hoy estoy disfrutando. También ofrece otros "productos", como el trayecto que llega hasta la isla de los Toros, cuando el sol se pone, con cava y pastelito -dulce típico de Tortosa, relleno de cabello de ángel, en forma de media luna, que nos recuerda que los árabes aquí dejaron marca-, y también al mediodía, con vermut. Con independencia de la duración, dicen que son "cruceros" como estrategia de marketing, aunque distan de los que se hacen en el Nilo u otros grandes ríos del planeta. Pero el entusiasmo y las explicaciones de los responsables de El Sirgador probablemente superen a la de estos grandes cruceros.
"A los ex combatientes que encontraron gloria en la batalla del Ebro", leo cuando pasamos junto a la polémica escultura franquista de hierro situada en medio del río. No especifica de qué bando son los ex combatientes, pero los republicanos nunca se han visto homenajeados. "La Batalla del Ebro fue una escabechina, decisiva para el triunfo de los nacionales en la Guerra Civil", recuerda Jordi. "En Tortosa 'no nos hemos perdido' ninguna de las guerras que han pasado en la Península en los últimos siglos". Supongo que un día u otro este monumento será derribado. Para sacar hierro a la controversia Jordi dice que es un homenaje a la cerveza. Encuentra detalles que simbolan unas. de identificarlos!
"¡Mira! ¡Una tortuga!", exclama Adelino. Sigo con los ojos lo que "dice" su dedo índice, pero no la veo. Se ha esfumado. La mayoría de tortugas que hay son de gente que las tiene en casa, se cansa... y las echa al río. Incluso se han visto jabalíes. Son buenos nadadores.
Tenemos ahora junto al exuberante bosque de ribera de la isla de Xiquina, donde la vegetación y la fauna son completamente protagonistas. Me recuerda a algunas zonas de Costa Rica que se visitan desde una barca, donde la naturaleza no tiene rival. Viendo espacios como éste se constata que el hombre es innecesario para la biodiversidad. Sí, somos sobrantes. ¿Recuerda el confinamiento total causado por la covidencia19, cuando la vegetación y las bestias demostraron que no nos necesitaban para nada, a los humanos?
Acto seguido Jordi me muestra unas magníficas fotografías "de época" –de hace muchos años, en blanco y negro–, que van pasando de mano en mano por todos los viajeros –menos uno de mirada ceñida que hace que no con la cabeza–. La imagen que más me llama la atención es la de un puente flotante, hecho de barcas, peatonales y carros que cruzaba el Ebro. Se construyó en la época medieval y funcionó hasta finales del siglo XIX. Se incendió varias veces. La última ya no se rehizo.
Del barco estando vamos teniendo buenas vistas de la Tortosa monumental. Destaca la Suda –el castillo situado en lo alto de la colina que domina la ciudad– y la catedral. Y al otro lado (la de Els Ports de Beceite), la gran iglesia del Roser, de principios del siglo XX. La antigua iglesia del Roser se encontraba en la ciudad antigua, cerca de la catedral, pero se derribó para realizar la rampa de uno de los puentes que atraviesa el Ebro. Si no hubiera ido al suelo los coches que vienen del puente ahora entrarían directamente en el altar mayor.
Construido para transportar regularmente pasajeros por el río
Lo Sirgador fue construido en 2009 en la Ràpita por encargo del Consejo Comarcal del Baix Ebre, para conectar de manera regular las diferentes poblaciones del río, desde Tortosa hasta Miravet. Pero la iniciativa fracasó. "El proyecto era demasiado ambicioso. No había suficientes pasajeros", comenta Jordi Domingo.
Además de los "pequeños cruceros", Lo Sirgador participa en numerosos eventos culturales de Tortosa. Y "hace" bodas a bordo y "todo tipo" de celebraciones, navegando, además de salidas escolares y para los más pequeños, incluso teatralizadas, con el pirata Cóc del Ràpid.