El único vertebrado endémico de Cataluña, en peligro crítico de extinción
El cambio climático y la acción humana amenazan la supervivencia de este anfibio, único en el mundo, del que sólo hay 1.500 ejemplares
Nada más entrar, un grupo de flamencos de Chile nos dan la bienvenida y nos miran, un poco curiosos. Pasan pocos minutos de las 10 de la mañana y la temperatura ya empieza trepar por el termómetro. Se oyen algunos chillidos y claqueos, aunque la mayoría de los habitantes del Zoo de Barcelona parecen todavía adormilados. Subimos uno de los caminos que atraviesan esta pequeña reserva animal para encontrarnos con nuestra cita de hoy: un ser tímido y misterioso de poco más de 10 cm.
Antes, sin embargo, pasamos por delante del hipopótamo pigmeo, bien quieto en su balsa, al igual que su vecino, el tapir amazónico, que no se mueve ni un poco, tumbado en la sombra. Nada que ver con el grupo de gacelas dorca saharianas, que no paran de dar saltitos con una actividad casi tan frenética como la de los perritos de las praderas cuanegras, que consiguen arrancarnos una sonrisa con sus juegos.
Unos metros después llegamos al cubículo donde habita un animal muy especial: se trata del último vertebrado descubierto en Europa y el único endémico de Cataluña, un anfibio que lleva el nombre de su propio hogar, el tritón del Montseny (Calotriton arnoldi).
“Mirad, aquí tenéis uno”, anuncia Marta Sanmartín, conservadora de vertebrados inferiores e invertebrados del Zoo de Barcelona señalándonos hacia uno de los acuarios que hay en este espacio, protegidos dentro de una pecera gigante. Marronoso y con unas manchitas discretas amarillas, para verlo hay que prestar mucha atención, porque queda bien camuflado sobre la piedra donde reposa, inmóvil. Detrás, Albert, vestido con una rana blanca de bioseguridad, comprueba que los inquilinos de la veintena de tanques que hay en ese espacio tengan todo lo que necesiten.
“Ahora mismo hay una plaga causada por un hongo, el Bsal, que está afectando gravemente a los anfibios de todo el mundo. Ya ha llegado al Parque del Montnegre y el Corredor. No podemos correr ningún riesgo”, nos explica Sanmartín con actitud seria en referencia a la vestimenta del cuidador.
Un descubrimiento azaroso
La historia, al menos la conocida, de ese anfibio único en el mundo arranca en 1979 con un capricho del azar. Una noche, cuando Miquel Messeguer, hijo del meteorólogo del Turó del Home, volvía en coche del trabajo a casa, quiso detenerse y estirar un poco las piernas. Fue entonces cuando, paseando, se fijó que en el agua prístina de un torrente había un tritón. Esa misma noche lo comentó a Martí Boada, científico ambiental del Parque Natural, y éste le respondió que era “imposible”, que en el Montseny no había tritones. Pero al día siguiente por la noche, cuando Messeguer le llevó hasta esa corriente a verlos, tuvo que rendirse a la evidencia.
Pocos días después volvieron, acompañados por otros dos científicos, y encontraron a 11 individuos adultos y 3 jóvenes en varios torrentes dentro de los hayedos de la banda oriental del río Tordera. Al principio pensaron que eran tritones del Pirineo, otra especie, porque se sabía que estaban presentes en el Pantano de Susqueda, justo al otro lado de las Guilleries ya tan sólo 15 km del Montseny. Sin embargo, aquellos anfibios no eran verdes, como los pirenaicos, sino marrones y morfológicamente presentaban diversas diferencias.
A pesar de la sospecha, hubo que esperar hasta el 2001 para que dos herpetólogos, Fèlix Amat, biólogo del Museo de Ciencias Naturales de Granollers, y Salvador Carranza, actual director del Instituto de Biología Evolutiva (IBE: CSIC-UPF) , emprendieran una serie de estudios, también genéticos, que en 2005 acabaron demostrando que aquel pequeño vertebrado constituía una nueva especie, el tritón del Montseny (Calotriton arnoldi), que se convirtió en un emblema de la biodiversidad catalana. Se calcula que en la actualidad existen entre 1.500 y 2.000 ejemplares adultos.
Pero la historia no acaba aquí. Curiosamente, durante años los investigadores que se estudiaban este anfibio veían que los individuos que vivían en los torrentes occidentales del parque y quienes lo hacían en los orientales presentaban algunos rasgos bastante distintos. Recientemente, un estudio genómico realizado por Adrián Talavera junto a Carranza, ambos del IBE, ha acabado confirmando que son realmente dos subespecies diferentes. Así, no sólo el Tritón del Montseny se separó del pirenaico hace 1,7 millones de años, sino que en el parque natural, las dos poblaciones del este y del oeste, a pesar de ser escasas y estar en tocar unas de otras, llevan 111.000 años divergiendo.
Emblema de la biodiversidad
“Es muy especial: es el único anfibio que no tiene pulmones, respira por la piel y por eso debe vivir siempre dentro del agua, que debe estar muy fresca, entre 6 y 16 grados, y oxigenada, en condiciones de mucha pureza”, explica Carranza en su despacho en el IBE, ubicado frente a la playa del Somorrostro, en la Barceloneta, que destaca que los tritones, como el resto de anfibios, son animales esenciales porque “son la base del resto de procesos ecológicos que ocurren en el medio. Y son extremadamente sensibles y cualquier alteración les afecta”.
De hecho, esta elevada sensibilidad es uno de los motivos por los que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) los ha incluido en la lista roja de especies animales en peligro crítico de extinción. Se suma que su distribución es pequeñísima, porque vive en 12 km2 en ocho torrentes en el Parc Natural del Montseny; y que en los últimos 30 años, prácticamente desde que se conoce, se ha ido documentando una pérdida progresiva de su hábitat debido a la acción humana; la sequía y el aumento de las temperaturas por la crisis climática han contribuido a la aparición y distribución de enfermedades emergentes, sobre todo de virus y hongos, que han diezmado a poblaciones de anfibios en otros lugares y ahora amenazan también al tritón.
Todo esto complica la supervivencia de unos animales que apenas se mueven, que apenas se desplazan unos pocos metros cada año, y que exclusivamente “viven en pequeños torrentes del parque, de un metro o 80 cm, de alta montaña , rodeados de vernedes y hayedos, donde hay esquistos, rocas que recuerdan a la pizarra, que crean fisuras donde se esconden y ponen los huevos”, continúa Sanmartín, quien nos indica que en el zoo han intentado reproducir de la forma más fiel posible las condiciones que los tritones tienen en la naturaleza.
Uniendo esfuerzos
El Zoo de Barcelona es uno de los centros en los que se lleva a cabo un programa de cría ex-situ de este pequeño vertebrado para intentar garantizar su supervivencia. Forma parte de un mayor esfuerzo de conservación que arrancó en el 2015, tras constatar la enorme fragilidad de la especie. Diferentes entidades y administraciones (Diputación de Barcelona, Diputación de Gerona, Zoo de Barcelona, Forestal catalana y la Generalidad de Cataluña, con la colaboración del Parque Natural y Reserva de la Bioesfera del Montseny) unieron esfuerzos y pidieron a la Unión Europea un proyecto LIFE, que les concedieron y pusieron en marcha en el 2017, con un presupuesto de 3 millones de euros, de los que 1,8 procedían de fondos europeos. Aunque el proyecto terminó en 2022, "seguimos desplegando una serie de acciones para proteger la especie", asegura Sònia Solorzano, bióloga y técnica de conservación del Parque natural.
Además de la conservación, con el LIFE también se perseguía aumentar el conocimiento sobre la especie, que cuesta tanto ver en la naturaleza, y divulgar, “transmitir a la población la importancia de proteger esta especie y tanto a nivel de educación ambiental como de investigación, lo cierto es que ha funcionado muy bien”, apunta Solorzano.
También las acciones para mejorar la gestión del agua y del bosque y garantizar el hábitat del tritón han tenido buenos resultados. “Es un parque con una propiedad privada muy elevada y hemos tenido que negociar con la gente que vive allí y que la explota comercialmente para que no talen árboles de las zonas donde se encuentra el tritón o no hagan extracciones de agua de los torrentes”, explica esta bióloga.
Éxito del programa de cría
La medida principal del proyecto europeo era poner en marcha el programa de cría en cautividad, que perseguía mantener la especie y garantizar su diversidad genética. Así, en 2017 se capturaron 20 individuos y se llevaron al Centro de Fauna de Torreferrussa, de la Generalidad de Cataluña, ubicado en Santa Perpètua de la Mogoda, donde nacieron las primeras larvas ex situ.
El éxito del programa hizo que al poco tiempo se incorporaran nuevos centros, bajo la coordinación de Torreferrussa: primero se añadió el Zoo de Barcelona, y siguieron centros en El Pont de Suert y Bagà, el zoo de Chester (Reino Unido) y, por último, el Centro de Investigación y Educación Ambiental de Calafell (CREAC), que recibe las larvas procedentes del resto de centros catalanes y se encarga de criarlas hasta que tienen dos o tres años – pueden vivir hasta 20 en cautividad, algo menos en la naturaleza – momento en el que se liberan de nuevo al medio.
“Es un ejemplo muy actual de gestión integrada de trabajo, donde diversas instituciones y administraciones trabajan juntas para conservar una especie, en este caso el tritón”, considera Jordi Hernàndez, jefe de conservación del Zoo de Barcelona. No es el único caso, sin embargo. Ya a finales de los 90 este zoológico también acogió el proyecto Ferreret, un sapo que se creía extinguido en Baleares, que se descubrió que todavía vivía pero que las poblaciones estaban gravemente amenazadas, por lo que se procedió también a la cría en cautividad y liberación en el medio.
“Cuando hay un incendio, se llama a los bomberos. Pues cuando existe una especie en peligro de extinción somos uno de los actores protagonistas a la hora de desarrollar acciones que impidan que nos quedemos sin la especie en la naturaleza. Nos involucramos en la protección de las especies”, dice Hernández.
Desde Torreferrusssa se controla qué individuos se emparejan y qué ejemplares jóvenes se liberan y dónde. Pero antes los marcan con estomas de colores. Así, cuando se realizan campañas de control de poblaciones y se encuentra un ejemplar se puede saber dónde ha sido criado y casi recuperar su genealogía.
Protegido por ley
De momento, se han realizado reintroducciones en ocho torrentes nuevos, cinco en la parte occidental y tres en la oriental. En total, se han puesto en medio 3.000 ejemplares, aunque todavía no se sabe si han sobrevivido ni si han podido establecer poblaciones estables. Todavía es demasiado pronto. "Cuando hacemos censos, si encontramos crías que no están marcadas es señal de que los que liberamos se han reproducido, lo que cierra el círculo y es señal de éxito", conviene Carranza, quien destaca el trabajo crucial de los agentes rurales, que analizan las poblaciones y realizan controles de enfermedades. También custodian y protegen al tritón.
“Los lugares donde viven son secretos y protegidos por ley”, señala Solorzano, quien explica que hay mucha gente aficionada a los anfibios que llega al Parque para buscarlos y que quiere fotografiarlos y cogerlos e, incluso, llevárselos a casa. “Nos hemos encontrado a individuos calzados con botas de agua y con linternas caminando de noche por zonas del bosque donde hay tritones. Los agentes que patrullan continuamente el parque les han interceptado, dado un tríptico informativo sobre la importancia de no molestar a los tritones y les han acompañado fuera del parque”, explica. "Es ilegal coger los tritones y se puede perseguir por ley a quien lo haga", advierte.
Sin embargo, pese al celo por custodiar estos anfibios, en el 2020 los Mossos encontraron en un local en el barrio de Gràcia, en Barcelona, cerca de 200 terrarios con ejemplares de especies protegidas, entre las que había también una decena de tritones del Montseny. "El tráfico de especies exóticas es también un problema importante", apunta Solorzano, que recalca que "por eso es crucial la educación, que la gente ame y valore este anfibio".
El tritón que nos ha dado la bienvenida hace un rato sigue allí, sin inmutarse, ajeno a nuestra conversación en su acuario. En ese momento, una abuela entra con su nieta. “Mira, ¡es un tritón del Montseny! Yo he visto un documental y también una exposición que le dedicaron a la biblioteca del barrio. Es muy especial, ¿sabes? Y está en peligro de extinción”, le resume a la niña, que mira con interés a los paneles informativos.
Fuera, el día avanza, y también el calor y el bochorno. Nos despedimos de este pequeño animal y subimos hacia la salida. “Pero, ¿dónde está? No lo veo”, repite un niño de unos 8 o 9 años que se mueve de un lado a otro de la valla de un recinto cerca del espacio tritón. Ante nuestra mirada escrutadora, Hernández, jefe de conservación del Zoo, se detiene y nos señala hacia una cueva, donde se ve, efectivamente, sobresaliendo una pata anaranjada; el resto del cuerpo debemos contentarnos con intuirlo. "Los tigres son como los gatos, se pasan la mayor parte del día durmiendo", nos explica. "Oh..." se le escapa al niño, con desilusión.