Biodiversidad

Un hongo mortal amenaza la salamandra del Montseny

Seguimos a un grupo de científicos en busca de un pariente del hongo que ha extinguido 90 especies de anfibios en el mundo y que ahora está contenido en una balsa del Montnegre para evitar que llegue al Montseny

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Exemplar de salamandra a la vora d'un corriol del Montseny

Un lagarto ocelado atraviesa rápido una de las muchas pistas que se ensartan por el macizo del Montseny. El coche se para en seco, se abren las puertas y todo el mundo corre hacia la hierba donde se ha metido. Los ocupantes del coche trasero se suman a la búsqueda. Al cabo de pocos segundos hay siete personas buscando al reptil entre los matojos: el director del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) de la UPF y el CSIC, Salvador Carranza, tres estudiantes de doctorado, dos estudiantes de grado y un periodista. Después de unos minutos de escalar márgenes y remover arbustos, lo dejamos estar. Ha desaparecido. Volvemos a los coches y continuamos pista arriba.

A pesar de que la finalidad de la expedición no es encontrar lagartos, la reacción espontánea ante la aparición de este animal tan raro de ver, que además ha sido compartida por todo el mundo, muestra una de las calidades de los biólogos que se dedican a estudiar la biodiversidad: un interés apasionado por todo aquello que se mueve. Una actitud que vuelve a brillar cuando, una vez aparcados los coches al lado de un campo, admiramos una águila culebrera que sobrevuela en busca de serpientes.

Mientras el águila continúa planeando, nos ponemos unas botas de agua y las rociamos con un líquido rosa que parece anticongelante. Este fluido no tiene que evitar que se congele nada, sino que, como si fuera gel hidroalcohólico, impedirá que el calzado introduzca algún agente infeccioso en la balsa donde nos dirigimos. Es un viricida que también es efectivo contra bacterias y hongos. Y esto último es lo que hoy hay que evitar a toda costa. El objetivo del día es justamente controlar que en la balsa, donde vive una población de tritones, no llegue uno de los hongos que están provocando una verdadera pandemia entre los anfibios de todo el mundo. La actuación se enmarca en el programa de seguimiento sanitario, biológico y genético de los anfibios y reptiles del Parque del Montnegre y Corredor y del Parque Natural del Montseny, en que participan la Asociación GRENP, la IBE y el proyecto LIFE Tritón del Montseny.

Los científicos se rocían las botas para evitar contaminar el entorno.

Esta otra pandemia empezó hace treinta años, cuando un declive en las poblaciones de estos animales, incluso de especies que habitaban zonas vírgenes y remotas, alertó a los científicos. Al cabo de poco tiempo, se descubrió que el responsable de la mortandad era una especie de hongo desconocido hasta entonces, que se bautizó con el nombre de Batrachochytrium dendrobatidis. Se había extendido por todo el mundo desde Asia como consecuencia del tráfico mundial de anfibios, que solo teniendo en cuenta las especies incluidas en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES), que son las que se encuentran en un estado de conservación más precario, se calcula en decenas de miles de ejemplares anuales.

Una pandemia fúngica

Este hongo tiene las características adecuadas para provocar impactos devastadores. Es generalista y puede infectar una gran variedad de especies de anfibios, a los que provoca una enfermedad llamada quitridiomicosis, que empieza en la piel y puede provocar problemas metabólicos e infecciones letales. Para algunas especies, sin embargo, la enfermedad no es grave, con lo que pueden actuar de reservorio. Además, se transmite con facilidad por el agua. “Se pronostica que muchas especies de anfibios desaparecerán durante los próximos años”, dice Carranza. “Científicos, administraciones y sociedad tenemos que trabajar juntos para conservar estos vertebrados, que juegan un papel clave en la mayoría de ecosistemas”, añade.

En un análisis liderado por el científico australiano Ben Scheele y publicada en la revista Science, se estimó que el hongo había afectado como mínimo a 500 especies de anfibio, de las que había extinguido a 90, y había causado verdaderos estragos en 124 más, sobre todo en América y Australia. “En Europa no ha hecho mucho daño, pero pueden aparecer nuevas cepas más peligrosas”, dice Eudald Pujol, biólogo del equipo de conservación de la Universitat de Barcelona y miembro de la Sociedad Catalana de Herpetología. Estos resultados constituyen un récord calamitoso: la pérdida de diversidad más grande que se ha registrado nunca debido a una enfermedad.

Por si fuera poco, hace pocos años se ha descubierto un nuevo hongo, pariente del anterior, que desde 2013 se está extendiendo entre los anfibios europeos a gran velocidad. Se llama Batrachochytrium salamandrivorans porque afecta especialmente las salamandras y a los tritones, a pesar de que también hace enfermar a ranas y sapos. En 2018 se detectó la presencia de este hongo en una balsa del Parque del Montnegre y Corredor, a mil kilómetros del lugar más cercano donde se había localizado hasta entonces. Se encontró con unos ejemplares de tritón de Anatolia, una especie foránea que un particular liberó después de tenerlos a casa como mascota. Los efectos no se hicieron esperar: “Murieron centenares de individuos de tritón verde” (una especie autóctona), confirma Carranza. Inmediatamente, los científicos y las autoridades del parque rodearon la balsa con una valla y la cubrieron con una red para evitar que saliera algún animal con el hongo y lo esparciera. “A pesar de ser un ejemplo de contención de enfermedades emergentes a escala europea, estas actuaciones no han permitido erradicar el hongo del Montnegre”, explica el director del IBE. Como el Montseny está a solo 15 kilómetros y, además, ahí vive el tritón del Montseny, una especie endémica y en peligro crítico de extinción, los controles semanales como el que haremos hoy son claves para saber si llega el hongo. La enfermedad podría extinguirlo rápidamente. “Se corre un peligro muy grande”, asegura Pujol.

Mientras el águila culebrera se aleja para inspeccionar otro campo, con las botas muy desinfectadas, nos dirigimos hacia la balsa. Una vez ahí, los científicos peinan el borde del agua con un salabre y, gracias a una técnica depuradísima, capturan seis ejemplares de tritón ibérico, otra especie introducida, en este caso desde Asturias, tal como han revelado los análisis genéticos. También cae en la red un tritón verde, este sí, autóctono. Para saber si estos animales están infectados con el hongo, se hace una cosa muy parecida al protocolo de una PCR. Con un hisopo se les rozan las patas y la barriga y, a continuación, se guarda la muestra en un bote para analizarla en el laboratorio. Se toman dos muestras de cada ejemplar y, para evitar posibles contagios, se hace un cambio de guantes cada vez que se manipula un animal diferente. Es una manera de gestionar otra pandemia.

Una salamandra del Montseny
Pasando un escobillón para testar si el espécimen, en este caso un tritón ibérico, tiene enfermedades emergentes

El embrujo de la salamandra

Se hace de noche y cambiamos de lugar. Llegamos hasta un torrente alrededor del cual circulan salamandras, sapos y ranas. Mientras esperamos que se haga oscuro del todo (las salamandras son nocturnas), un grupo de ratones de bosque salta entre las raíces de hayas. Con las botas nuevamente desinfectadas, nos adentramos en el bosque y enseguida topamos con un sapo grande como un puño. Manteniendo en todo momento la expresión altiva que lo caracteriza, se deja tomar las muestras sin oponer mucha resistencia. Torrente arriba, los científicos analizan otro sapo y, finalmente, encontramos tres salamandras. Iluminadas con los frontales sobre la hojarasca húmeda, las manchas amarillas que adornan cada individuo de una manera singular y que avisan a los depredadores de la sustancia irritante que puede segregar, parecen más relucientes. No es extraño que a lo largo del tiempo las salamandras hayan engendrado todo tipo de leyendas que las han emparentado con el fuego, la alquimia, el diablo o la brujería. Esta noche, sin embargo, el embrujo consiste en ver cómo, iluminado por los focos como si estuviera en un escenario, este animal fabuloso se mueve sobre las hojas de haya con una parsimonia tejida durante millones de años por una red invisible de relaciones que han cristalizado a partir del más puro azar. Una red alambicada de la que este ejemplar único de salamandra es un nodo relevante. Una red delicadísima que, a la vez, trasciende cada individuo concreto en el tiempo, el espacio y la historia de la vida. Tal y como pasa con nosotros, aunque nos cueste tanto de entender.

PD: Unos días más tarde, llegan los resultados de las muestras de los tritones, sapos y salamandras: ¡no hay hongos!

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