El peligro de tener un antivacunas como responsable de salud en EE.UU.: ¿tenemos que sufrir por una nueva pandemia?
La ignorancia es una amenaza peor que los virus para la salud pública


Desde febrero, Robert F. Kennedy Jr. es el secretario de Salud del gobierno de Donald Trump, el máximo responsable de sanidad pública de Estados Unidos. Es una pésima noticia para todo el planeta. Cuesta predecir cuál de las ideas que ha implementado Trump desde que ha vuelto al poder tendrá un impacto negativo más profundo a escala mundial, pero poner un antivacunas conspiranoico en el cuidado de la salud de 340 millones de personas tiene muchos números para llevarse el premio gordo. El problema es que ese premio se pagará en vidas humanas.
Hace cinco años poníamos en marcha la única medida posible para frenar el avance de una nueva pandemia: unos confinamientos destinados a disminuir los contagios causados por un virus desconocido. Fueron efectivos, pero era insostenible mantenerles tiempo suficiente para poder controlar la cóvid-19. Las vacunas eran la solución y, en uno tour de force como nunca se había visto, los científicos consiguieron diseñar un puñado en un tiempo récord, utilizando tecnología que se estaba acabando de desarrollar, mucho más rápida y efectiva, como la del ARN mensajero. Se ha calculado que sólo en el primer año ya habían salvado veinte millones de vidas.
Las vacunas de ARN mensajero, por las que Katalin Karikó y Drew Weissman recibieron el premio Nobel en 2023, no sólo frenaron la covid, sino que cambiarán el diseño de muchas vacunas que utilizamos normalmente. Pero hace unos días los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EEUU sugirieron a los científicos que piden dinero estatal para sus proyectos que no mencionen el término "ARN mensajero" en las solicitudes, porque el plan es dejar de financiar esta línea de investigación, de la que los americanos eran líderes. Cuando la política (y la ignorancia) interfiere en la ciencia, los perjudicados somos todos.
Esto demuestra que, contrario a la frase que se convirtió en popular entonces, de la pandemia no hemos salido mejores. Permitiendo que los incompetentes lleguen al poder, Estados Unidos está ahora en una situación frágil que puede tener consecuencias inesperadas para ellos y en todo el mundo. Para empezar, hace unas semanas que han visto un incremento récord en casos de sarampión, una enfermedad que en el 2000 se había considerado erradicada en el país. El 98% de los infectados de este brote no estaba vacunado y ya ha habido las dos primeras víctimas mortales. Porque el sarampión parece una enfermedad relativamente inofensiva, pero también provoca casos graves: se calcula que la vacuna, muy efectiva y segura, salva un millón de vidas al año a escala global. Pero esto parece que Kennedy no lo tiene presente: en las últimas semanas ha hecho declaraciones en las que ha propuesto tratamientos que no tienen ninguna base científica, como el aceite de hígado de bacalao, a la vez que ha insistido en que brotes así son habituales, algo totalmente falso, y que algunos niños han sufrido efectos secundarios graves de una vacuna que tampoco es tan buena.
Salud planetaria
Algo que sí aprendimos durante la pandemia es que cuando alguien estornuda en China no tarda mucho en ponerse enfermo a otro en Italia. Esto se aplica también al sarampión: el brote ha saltado a Canadá, donde la semana pasada ya habían detectado 150 casos, y de ahí se puede ir extendiendo por doquier aprovechando el agujero en la inmunidad de rebaño que han ido cavando poco a poco los negacionistas. Por eso también están subiendo la tos ferina, las galteras y otras enfermedades infantiles que pueden acabar afectando también a los adultos.
Pero esta quizá no sea la peor amenaza que tenemos en estos momentos. Hace años que seguimos la evolución de el H5N1, el virus que causa la gripe aviar. Desde principios de siglo se han detectado un millar de saltos de este virus a humanos, con una mortalidad de cerca del 50% de media (para comparar, la mortalidad de la cóvida había llegado a lo sumo al 5%). Después de unos años relativamente tranquilos, en los últimos meses se ha contado casi un centenar de contagios. No ha habido ninguno humano a humano, y eso es positivo, porque sin ello nunca tendremos una pandemia. Pero igualmente hace falta estar alerta.
Por eso epidemiólogos y virólogos están pendientes de Estados Unidos. Si un país que tiene más de 500 millones de pollos no hace ningún esfuerzo por controlar la gripe aviar, el problema se puede hacer muy grande muy rápido si por mala suerte aparece la mutación adecuada. Hace unos días Kennedy insinuó precisamente eso: copiando esa famosa idea pandémica de Boris Johnson –rápidamente desaconsejada por alguien que entendía más de estadística que él–, su plan sería dejar que el virus corriera libremente y que sobrevivan a los animales más fuertes. No hace falta ser muy experto en el tema para entender que no es muy buena idea.
La humanidad tiene una relación complicada con los virus. Pasamos de ni siquiera pensar en caer en el pánico por miedo a una nueva crisis mundial. La realidad es un punto medio: el riesgo de pandemia siempre existirá; por tanto, hay que vigilar y estar listo para reaccionar con rapidez si es necesario. Esto significa también vacunarse cuando toca. Y entender de una vez que nuestra relación con los microbios es un problema de salud planetaria: si en la cadena hay un eslabón débil, acabaremos sufriendo las consecuencias todos.