El 1 de Octubre no fue un error

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El artículo de Oriol Junqueras a la edición del ARA  de martes 8 de junio.

Las palabras, como los gestos, no son neutros. Y es evidente que el momento escogido y las palabras escritas por Oriol Junqueras en la carta "Mirant al futur" no pretendían ser neutros. Y no lo fueron. La decisión de difundir la carta minutos antes del encuentro entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès no fue azarosa. Cómo en el cine mudo, Aragonès se movió ante la pantalla dejando que otros pusieran la letra.

Después de pasarnos semanas y semanas hablando de los riesgos de tutelas sobre el president de la Generalitat, la mise en scène de Junqueras puede ser leída como la gran tutela de este sobre el president Aragonès. La carta firmada por Junqueras dibuja un terreno de juego que limita la capacidad de acción del president en el liderazgo que se espera de él. No es bueno para la institución de la Generalitat que un ex vicepresidente quiera tutelar al actual president, pero en todo caso hay que dejar claro que la decisión personal expresada en una carta no tiene fuerza para modificar el acuerdo de legislatura entre ERC y Junts. 

Las diferencias tácticas y estratégicas dentro del independentismo no son nuevas. Y no me generan especial preocupación si entre todos los actores sociales y políticos del independentismo entendemos que tenemos la obligación de respetarnos, reconocernos y buscar los acuerdos que nos refuercen en el proyecto compartido hacia la independencia. Dicho esto, reconozco que me desconciertan los giros de guión y algunas afirmaciones que de facto significan una revisión radical de aspectos esenciales del pasado reciente del independentismo.

Ciertamente, la presión para salir de la prisión es grande. Sé de qué hablo. Pero al margen de ser audaz hace falta también preservar la prudencia para proteger aquello que políticamente explica lo que es hoy el independentismo y sobre todo la legitimidad de lo que hemos hecho para llegar donde hemos llegado. Sólo sobre los pilares de aquello que somos podremos ampliar la base de nuestra fortaleza y ganar la independencia.

No creo que el 1 de Octubre fuese un error. Poner urnas para que la ciudadanía se pueda expresar no puede ser considerado un error. Una urna nunca es un error y difícilmente habrá mejor embate para ganar la independencia que una urna y una papeleta. No, no fue un error y menos aún un acto ilegítimo. El otoño del 2017 sabíamos, como lo sabemos ahora, que hay una parte de la ciudadanía catalana que no sólo no es independentista sino que no acepta de ninguna forma que la opción de la independencia se pueda plantear para ser resuelta democráticamente. Ciertamente, tenemos que trabajar para incorporar ese sector de la ciudadanía a una solución democrática, pero no podemos quedar atrapados en el imaginario de que sólo cuando el 100% de la población encuentre legítimo el ejercicio de autodeterminación este se podrá llevar a cabo. Sabemos que eso no pasará nunca. Por lo tanto, la mano tendida sí, pero sin esperar unanimidades imposibles en sociedades abiertas como la catalana. 

Somos mayoría los que creemos en el diálogo y el acuerdo como el paso necesario para la solución definitiva del conflicto. Siempre lo he creído y no sólo ahora, después de 43 meses en prisión. De hecho, soy de quienes creen que el 1 de Octubre fue concebido más para forzar al gobierno español a abrir una vía de diálogo y negociación para lograr un referéndum acordado que para proclamar efectivamente la independencia. Lástima que algunos protagonizaron un giro de guion y no supieron aguantar la presión del Estado, que ya había empezado a encarcelarnos (a Cuixart y a mi, el 16 de octubre), y echaron la vía de la mediación y el deseado diálogo por el precipicio, esgrimiendo 155 monedas de plata, precisamente cuando más fuertes éramos. Invito a hacer autocrítica también sobre estos comportamientos que tantas heridas dejaron en el independentismo. 

En todo caso, la apuesta por la negociación y el acuerdo no tiene por qué comportar la renuncia a otras vías democráticas y pacíficas. Cualquier vía pacífica y cívica puede servir de incentivo al Estado para establecer un diálogo y un acuerdo político. Difícilmente Londres habría acabado aceptando el referéndum escocés del 2014 si el Parlamento de Escocia no se hubiese arriesgado previamente con la decisión de aprobar su celebración desobedeciendo la voluntad del gobierno británico.

El acuerdo de legislatura que sustenta el actual gobierno coliderado por ERC y JxCat está claro. Amnistía y autodeterminación como propuesta catalana para encarar el diálogo con el gobierno español. Y un compromiso compartido para rediseñar la mejor estrategia de todo el independentismo para encarar –si el diálogo acaba siendo estéril– un nuevo embate democrático. Sin calendario todavía, sin hoja de ruta precisa, pero sin renuncias previas a ninguna estrategia cívica y pacífica.

La sociedad catalana es madura. A pesar del estrés vivido desde el otoño del 2017, no se ha fracturado entre catalanes independentistas y no independentistas. Quién diga el contrario miente o hace el juego a aquellos que mienten. No es conciliación lo que necesita la sociedad catalana, sino buen gobierno y superación del conflicto. Y para eso hace falta claridad y liderazgos fuertes en Madrid y Barcelona que actúen con libertad y sin tutelas.

La decisión de conceder el indulto corresponde en exclusiva al gobierno español. Si llega será una decisión unilateral, como unilaterales fueron los tribunales y la Fiscalía cuando decretaron los autos de prisión hace casi 4 años. Si me abren la puerta de Lledoners saldré, como cualquier otro preso indultado. Y en la calle seguiré siendo en esencia el mismo que fui hasta un 16 de octubre del 2017, cuando me encarcelaron en Soto de Real. Una persona libre, comprometida con el país, los derechos y las libertades de su gente y determinado a hacer que democrática y pacíficamente Cataluña se convierta en un estado independiente en forma de república. Y mientras eso no llega, haré lo imposible por el regreso de los exiliados y el sobreseimiento de todos los procesos judiciales y administrativos que hoy amenazan a casi 3.000 personas. Y si el indulto no llega, esperaré paciente y sin odio. Seremos aquello que queramos ser. La libertad siempre llega.

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