60% favorable a la inmigración
Como pueden leer en la noticia de M. Castells y J. Claramunt Pi en este diario, el sondeo del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales (ICPS) correspondiente al año 2023, seis de cada diez ciudadanos de Cataluña tienen una percepción positiva de la inmigración. Hace poco comentábamos que el 80% de las familias de Baleares quieren que la escuela de sus hijos sea en catalán, y ahora nos encontramos con que una mayoría amplia de catalanes no tiene problemas a la hora de recibir a personas llegadas de fuera. Deben ser noticias malas de digerir para quienes predican que la inmigración lleva todos los males a nuestras sociedades, entre ellas el peligro de la desaparición. El discurso o relato o como queramos decir del reemplazo poblacional se ha arrastrado en diferentes momentos y países de Occidente durante todo el siglo XX, y se ha mantenido vivo en el XXI, en el que los movimientos de población son más voluminosos que nunca.
A su vez, una aceptación de la inmigración del 60% también es la más alta que se ha registrado en los últimos treinta años. Esto, como remarcan Lucía Medina y Oriol Bartomeus, autores del estudio, es aún más significativo por las profundas transformaciones que ha experimentado la sociedad catalana en estas tres décadas, la principal de las cuales es el cambio sociodemográfico que supone haber pasado de una población inmigrada de cien mil personas a una de más de un millón. La idea de que "los catalanes" (como si sólo lo fueran según cuáles) viven entre sitiados y atemorizados por un alud migratorio que amenaza con diluirlos y expulsarlos de su casa, se demuestra falsa. O, al menos, falsa para una mayoría importante.
Esto no quiere decir que los discursos políticos que proponen ideas supuestamente fuertes sobre la inmigración (contradiciendo el pensamiento único, igualmente supuesto, de la dictadura woke, a la que Elon Musk culpa de la muerte de su hijo transgénero) se sientan desmentidos o desautorizados por la realidad. Por el contrario, la demagogia veladamente o abiertamente xenófoba es, y previsiblemente lo será cada día más, uno de los argumentos recurrentes de la política de los próximos años, en Cataluña, en Europa y en todo Occidente. Episodios como el voto contrario de Junts a la ley de extranjería, y otras gesticulaciones que demuestran que la presencia de Aliança Catalana en el Parlament remueve la parte más oscura de la derecha nostrada.
En este sentido, es muy interesante constatar cómo han evolucionado los argumentos de aquellos que se muestran contrarios a la llegada de migrantes (de la xenofobia, vaya), un aspecto que también se ve recogido en el sondeo del ICPS : ha perdido mucho tirón "porque toman el trabajo a los de aquí" (del 54,8 al 17,4%) y ha cogido vuelo el "porque no aceptan nuestras costumbres" (del 14,2 al 34,8%) . Pero Òmnium hizo público recientemente otro informe, según el cual hay más de dos millones de personas en Catalunya que desean aprender catalán, ya menudo no saben dónde acudir para conseguirlo. La realidad, ciertamente, es tozuda.