Desde el abismo

Madre e hijos en el barrio de Gràcia
27/10/2025
Escritora
2 min

Hay libros que te hacen disfrutar, libros que te hacen reflexionar, libros que te hacen sufrir. De vez en cuando, te llega a las manos –y al corazón– un libro que te hace gozar, te hace reflexionar y te hace sufrir. Éste es el caso, desde mi punto de vista, deEn la naturaleza las cosas simplemente crecen, de la escritora china instalada en Estados Unidos Yiyun Li (publicado en catalán en La Otra Editorial, con traducción de Marc Rubió).

El libro es un testigo aterrador, porque la experiencia de la autora es de las más dramáticas que puede vivir una persona: Yiyun Le perdió a sus dos hijos, Vincent cuando tenía dieciséis años y James cuando tenía diecinueve; los dos hermanos se suicidaron con seis años de diferencia. Eran dos chicos extremadamente inteligentes, que amaban con locura ya los que sus padres habían atendido con dedicación, buscando el asesoramiento de terapeutas y profesores.

Yiyun Li –la madre, una intelectual brillante que había sufrido episodios graves de salud mental– admite desde el primer momento que está escribiendo desde el abismo emocional. Lo que resulta más impactante en esta lectura es que este abismo no sitúa a la autora en el sentimentalismo ni en el melodrama: Yiyun Li nos ofrece una mirada radicalmente honesta y impresionante que pone en evidencia su esfuerzo inconmensurable por expresar lo inexpresable.

Desde su abismo –que nosotros como lectores deseamos, obviamente, no llegar a conocer nunca–, la autora comparte algunas de las conclusiones a las que ha podido llegar transitando el dolor más profundo. Quizás la conclusión básica es que "Una madre puede hacer todas las cosas humanamente posibles por un hijo, y aún así nunca puede entender la incomunicable amplitud y extrañeza del mundo que siente este hijo; una madre no puede mantener a este hijo vivo". Y añade Yiyun Li: "Todo esto son hechos con los que debo convivir ahora, todos los días, el resto de mi vida".

La escritora quiere subrayar que ella y su marido siguen siendo padres, aunque sus hijos ya no estén: "Y somos unos padres que ya no pueden hacer de padres. Somos un sujeto desconectado para siempre del verbo y del predicado". Viven, dice Yiyun Li, como quien marca el paso(mover las piernas como quien camina, pero sin avanzar).

Respecto a las herramientas que pueden ayudarles, dice: "No hay ninguna salvación real de nuestra propia vida, pero los libros nos ofrecen algo que se aproxima". Y añade: "La escritura también nos ofrece algo que nos aproxima a la salvación".

Finalmente, Yiyun Li, en el capítulo que quizás bebe más de la rabia, expone con crudeza las dificultades que tiene nuestra sociedad para acercarse a las personas que sufren tal dolor. En este sentido, debo reconocer que, después de leer este libro, me costará volver a utilizar la palabra duelo. Según Yiyun Li, es una palabra que parece indicar que se espera que los padres desconsolados vivan un período oscuro y durísimo para, en algún momento, poder decir: "Ya no estamos deshechos por la muerte de nuestro hijo, volvemos a ser como vosotros, gente normal, por lo que ahora podemos seguir viviendo como si no hubiera pasado nada y no hay que sentirse incómodo".

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