Ahora, tercer grado / La naturaleza nos salvará

Ahora, tercer grado

No todo tienen que ser noticias para clamar al cielo. Este viernes los presos políticos podrán salir de los centros donde están encerrados por tomar parte en la campaña electoral después de que ayer la Generalitat les volviera a conceder el tercer grado penitenciario. En este perverso juego de la oca donde la Fiscalía y el Tribunal Supremo afanan en que retrocedan siempre muchas casillas de semilibertad, todavía se volverán a lanzar unos dados que hace años que sabemos que están trucados. La partida, con el rodillo judicial español, de tipo vengativo, nunca se acaba. De momento, sin embargo, la Generalitat les permite salir durante el día de la prisión y, por lo tanto, cada uno de ellos podrá participar en la campaña, si tienen ganas. Este tercer grado no es un regalo, como ya nos quieren hacer creer nuevamente desde la prensa tuerta. Tampoco es un pucherazo del gobierno independentista, como acusan quienes quieren sacarle rédito electoral. La realidad es que, pese a quien le pese, incluso quienes desafiaron al Estado el 1 de Octubre y han tenido una condena larguísima, tienen sus derechos como reclusos. Nada más y nada menos que el resto de presos. Su condición se tiene que revisar cada seis meses, la propuesta de las juntas de tratamiento de las prisiones se basa en criterios profesionales y se da el caso que, casi todos los presos políticos, ya han cumplido una cuarta parte de la condena o están apunto de hacerlo. 

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Esta campaña electoral que parecía descafeinada, pues, puede tener un giro inesperado. Que ahora, de repente, resuenen las palabras claras de Romeva, la retórica persistente de Junqueras o el discurso sin tapujos de Sànchez –para decir solo tres ejemplos– puede sacudir a un votando independentista que, en muchos casos, se columpiaba entre la decepción y el tocamos de pies a tierra. A ver si los cálculos del CIS y la jugada de Pedro Sánchez de colocar al candidato Illa para pasar página en Catalunya aún quedan en papel mojado. 

La naturaleza nos salvará

Este miércoles, en la parte más castigada del Raval, a las espaldas de las Drassanes, vi una cola de gente para recoger comida que, de tan larga y paciente, provocaba escalofríos. Cuando iba por los setenta –más mujeres que hombres, quizás más mayores que jóvenes, tantas pieles como conozcas–, la tristeza me hizo perder la cuenta. Como aquel quien dice, enero ya ha pasado pero todos aquellos brindis de Fin de Año –con la buena fe en la copa y el poco de ilusión por el futuro– de momento no se han cumplido. El 2021 no está siendo mejor. Ni en pobreza latente, ni en número de personas muertas, ni en la invasión de las UCI, ni en la sensación de que los contagios vayan a bajar mucho pronto. Ahora nos asustan con tres nuevas cepas y con unas mascarillas que dicen que no nos protegen bastante. Las anheladas vacunas han causado un triple dolor de cabeza: no hay para todo el mundo, tardaremos demasiado en ser un rebaño inmunizado y hay autoridades con mucha cara que se han colado por ser quien son. La pandemia nos tenía que hacer más buenas personas –decían– y al fin y al cabo solo hemos constatado que los jetas, ante una situación grave, todavía son más jetas. Es la España del “ande yo caliente”. 

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En el mundo, sí, Donald Trump ya hace diez días que no duerme en la Casa Blanca, pero el inventario de las buenas noticias se acaba enseguida. Para acabar de estropear este enero arisco, aquí ha empezado la campaña electoral de unos comicios que no se tendrían que celebrar, porque no se dan las condiciones sanitarias mínimas y porque la gran mayoría de partidos en el Parlament así lo decidieron. Y, a pesar de todo, el TSJC convertirá el derecho a votar en un riesgo vital. Eso sí, la misma naturaleza que nos castiga con un virus nos rescata con la belleza. Después de semanas de una rasca insólita, ahora hace dos días que el frío curiosea y, en un santiamén, tendremos la suerte de ver las flores de los almendros, sutiles y ligeras. Hay espectáculos naturales que ni la pandemia ni la política todavía no nos han podido arrebatar.

Xavier Bosch es periodista