La amenaza rusa hace crecer el militarismo

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Soldats finlandeses participan a un ejercicio del Ejército  Arrow 22 a Kan kaanpaa, Finlandia

Antes de la guerra de Ucrania, solo el 20% de los finlandeses estaban a favor de que su país entrara en la OTAN. Esta semana pasada, apoyaban la decisión más del 75%. Finlandia comparte más de 1.300 kilómetros de frontera con Rusia, y eso, precisamente, había hecho que quisiera mantener una apariencia de neutralidad entre bloques que evitara cualquier tentación del poderoso vecino de intentar hacérsela suya. Ha sido así desde finales de la Segunda Guerra Mundial, y Finlandia resistió toda la tensión de la Guerra Fría y la de los últimos años, aunque preventivamente se había dotado de un potente ejército y llevaba muchos años colaborando con la OTAN y participaba en sus maniobras. La contundencia de la invasión en Ucrania, sin embargo, lo ha cambiado todo. Que una potencia militar y nuclear como Rusia actúe con estos niveles de prepotencia y violencia contra los civiles, y niegue incluso la propia existencia del país, ha puesto en alerta máxima a todo el resto de países que le son cercanos. Queda claro que nadie está a salvo de la escalada bélica de Vladimir Putin, lo que explica la revolución que ha provocado en la geoestrategia europea. El pacifismo nórdico ha pasado a la historia de forma fulminante, al igual que en el resto de Europa también hemos visto cómo el militarismo ha ido ganando peso, justificado por la amenaza constante del Kremlin.

Después de semanas de darle vueltas, tanto el presidente, Sauli Niinistö, como la primera ministra, Sanna Marin, han confirmado que están a favor y que posiblemente la solicitud formal se envíe la próxima semana. En un comunicado conjunto, que no ha esperado ni siquiera a la ratificación de sus respectivos partidos, consideran que "la adhesión a la OTAN reforzaría la seguridad de Finlandia" y que deben realizar la petición "sin demora". Como era de esperar, la respuesta de Moscú ha sido rápida y amenazante: ha avisado de que esto les obligará a tomar medidas de represalia.

Todo este debate también lo está viviendo Suecia, donde el apoyo a la adhesión atlántica, aunque no es tan contundente, también se ha incrementado mucho en los últimos tiempos. Seguramente presentará la solicitud de entrada de forma conjunta con Finlandia. De este modo, las quejas de Rusia sobre la masiva presencia de la OTAN en sus fronteras escalarán aún más porque, efectivamente, el supuesto escarmiento en Ucrania para intentar entrar ha traído como respuesta que otros países que no lo tenían ni pensado ahora quieran formar parte, también.

La situación es complicada. Por un lado, la OTAN intenta no involucrarse militarmente en Ucrania por no provocar una respuesta nuclear o de otros tipos de Rusia contra miembros de la coalición atlántica. Por otro lado, anima y da la bienvenida a los dos países nórdicos, y también les da garantías de seguridad mientras se tramita la adhesión. Mientras, Rusia ya cerró ayer el gasoducto que pasa por Polonia y se espera que pronto cerrará también el grifo de suministro de gas en Finlandia. Ahora mismo nadie habla de una respuesta militar sobre el terreno y los expertos lo ven más que improbable, pero tampoco nadie vio venir lo que ocurre en Ucrania.

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