Amnistiamos alienígenas

El espíritu del Proceso ha terminado por poseer los cuerpos de dirigentes del PP y del PSOE, y haciéndoles decir enormidades que no hace tanto no eran imaginables. Allí tienen el caso desventurado de Esteban González Pons, alguien de quien es justo decir que nunca nadie había llegado tan lejos haciendo tan poco, afirmando que el Tribunal Constitucional presidido por Conde-Pumpido es "un cáncer para el estado de derecho" y amenazando con que el PP no presente más recursos, como si fuera un cliente descontento. Es cierto que después González Pons se desdijo de sus palabras, pero allí queda, en medio de su hemeroteca, ese misil difícil.

Tampoco queda atrás el ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, al formular entender que de forma retórica) la pregunta de la semana: “Seamos serios, ¿de verdad alguien cree que es comparable el Proceso con el terrorismo que sufrió España durante décadas?” Es interesante porque, de hecho, la de ETA y otras formas de terrorismo no es la comparación más salvaje que se ha aplicado al Proceso, o al independentismo catalán. El independentismo (y, a partir de aquí, también "los catalanes", una entidad abstracta contra la que se puede disparar tanto como se quiera) ha sido comparado con la Alemania nazi, con la Unión Soviética de Stalin, con la Camboya de Pol Pot, con el franquismo y con un número indeterminado de sectas destructivas. Son comparaciones que se han hecho, ya que el ministro se lo pregunta, con absoluta seriedad y desde tribunas bien circunspectas, algunas de ellas vinculadas con el PSOE, o desde dentro del propio PSOE.

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De hecho, uno de los trabajos arduos que tiene el PSOE actual, el de la ley de amnistía, es rectificar el rumbo de la opinión pública. Y hacerlo después de años y cerraduras de establecer en el centro del debate político español que en Cataluña había independentismo porque la población había sido manipulada por unas élites de una capacidad criminal a medio camino entre la mafia siciliana y una dictadura sanguinaria . Tendrán trabajo, porque ese falso discurso han prosperado también, en buena medida, con la anuencia de los socialistas. La política ya tiene estas ironías, y ahora no es solo el independentismo lo que se ve obligado a renunciar. También el nacionalismo español debe recoger cable y deshacer el camino de la confrontación, salvo que quiera quedarse en ese espacio en el que, desde la cúpula de los partidos sistémicos, se dicen cosas tan antisistema como que el TC es un cáncer para el estado de derecho.

La cereza de todo esto han tenido que ser las enmiendas que amnistían una modalidad, bastante fantasiosa y hasta ahora nunca vista, de terrorismo incruento. Se ha tenido que hacer así porque, a pesar de que en todo el Proceso nunca ha habido terrorismo ni nada que se le parezca, hay jueces que afirman que sí los ha habido, ya los jueces no se les puede desautorizar. La judicialización de la democracia sí vulnera el estado de derecho, dejando a los ciudadanos a la intemperie del abuso de poder y la represalia ideológica.