Anatomía del secuestro de Publio Cordón

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'Publio. El secuestro sin fin'.

El nombre de Publio Cordón forma parte de las rutinas informativas de los años noventa y principios de dos mil en los medios de comunicación. Varias generaciones han crecido familiarizadas con el nombre del empresario que fue secuestrado por los Grapo en 1995. En cambio, más allá de eso, a muchos les sería difícil concretar cómo se desarrolló aquella historia y cuál ha sido el desenlace. Si es que puede considerarse que hay alguno. Ahora, la plataforma Max (antigua HBO) acaba de estrenar Publio. El secuestro sin fin, una serie documental de cuatro capítulos dirigida por Fèlix Colomer (Sasha, Shootball, Vitales) que profundiza en este caso gracias a la estrecha colaboración de la familia de Publio Cordón. Los nietos del empresario son los que abren el documental hablando de un abuelo al que no llegaron a conocer, pero apelando a su deseo de mantener la lucha tenaz por encontrarlo y saber la verdad.

Pero Publio. El secuestro sin fin va más allá de conocer las interioridades de un secuestro. No nos encontramos ante un relato sencillo donde los bonos luchan contra los malos, donde la policía persigue a los delincuentes, donde la familia de la víctima recibe el apoyo de los cuerpos de seguridad. Es un caso desconcertante y muy complejo, lo que hace que el documental atrape poderosamente. No tanto por las características del secuestro como por todo lo que le rodeó. En el primer capítulo se nos cuenta quién era ese empresario de renombre en España. El documental utiliza las películas domésticas familiares para realizar un retrato de su personalidad. No es un elemento puramente ornamental. El talante que Cordón demuestra en estas filmaciones será útil para avalar después a un talante que servirá para desmentir teorías que, interesadamente, el gobierno de Felipe González y la policía lanzaron sobre el caso. Hay una mirada escrutadora en los engranajes del sistema político, policial y judicial de la época. Es un retrato de España desde una perspectiva audaz y distinta. Queda en entredicho el papel de Margarita Robles como secretaria de estado de Interior. El segundo episodio es apasionante, con el relato de todo el proceso para pagar el dinero que debería liberar el empresario de su cautiverio. La grabación de las imágenes de recurso por París logra reconstruir unas escenas dignas de thriller. El tercer capítulo muestra todas las aristas del caso y nos adentramos en la estructura de los Grapo a partir del caso de Publio Cordón. Y el cuarto tiene un componente de investigación emocionante. En la serie documental sobra la recreación ficcionada del secuestro, porque se trabaja desde la hipótesis y nada aporta a la historia. Pero, por otra parte, cuenta con una excelente selección de testigos, tanto en el ámbito de la investigación como desde el análisis periodístico. Publio. El secuestro sin fin destila un vínculo del equipo de realización con la familia del empresario y hace crecer un aspecto clave del relato: la empatía por los Cordón Muro, un sentimiento que los medios de comunicación les negaron en los años noventa. En cierto modo es como si el documental resarciera a la familia permitiéndole reapropiarse de la historia del padre.

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