Un año de barro

Hoy se conmemora el primer aniversario de una tragedia y gran fracaso político. La tragedia no requiere explicaciones: 231 personas muertas, los miles que las lloran y todavía los miles que perdieron su casa, su puesto de trabajo o sus medios de vida hablan por sí solas.

El gran fracaso político tiene dos partes. La primera es que, con una actuación diligente de la administración pública, buena parte de estos 231 fallecidos se habrían evitado. Por diligente debemos entender una actuación que, simplemente, hubiera aplicado los protocolos previstos. Esto no fue así, hasta el punto de que la consejera de Interior, Salomé Pradas, reconoció que desconocía la existencia del sistema de alertas a los ciudadanos a través de los móviles, y que no supo nada hasta las ocho de la tarde del mismo 29 de octubre de 2024. afrontar las labores de reconstrucción". Recordamos que el plan de reconstrucción, titulado Endavant, prevé una inversión de 29.000 millones de euros.

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La segunda parte del gran fracaso político es la negativa de Mazón y del Consell valenciano a asumir responsabilidades, y ligado con ello, el trato displicente, ya menudo chapucero y hostil, contra las víctimas y sus familiares. El PP quiso dar la vuelta al relato sobre la dana para convertirlo en otra arma contra Pedro Sánchez y su gobierno. Así, la gestión política de la dana, como cualquier evento importante o no tan importante de la actualidad, se convirtió en un elemento más de la guerra de poder en Madrid. A consecuencia de todo ello los familiares de las víctimas fueron puestos bajo sospecha, y presentados como elementos manipulados, o directamente controlados, por el PSOE y las izquierdas. La tensión, e incluso el enfrentamiento con familiares de víctimas, con descalificaciones y comentarios despreciadores hacia estas personas, es, de hecho, una constante en el comportamiento del PP en situaciones de tragedias y catástrofes ocurridas bajo sus gobiernos.

La utilización de muertes como arma de desgaste partidista suele tener doble filo. Como forma extrema de demagogia puede servir para quemar al adversario, pero también es fácil que quien hace uso salga chamuscado. Las víctimas de los aguaceros en la Comunidad Valenciana se suman a las de la cóvida a los geriátricos de Madrid, donde de los miles de personas que murieron muchas podían haberse salvado si hubieran recibido los debidos cuidados médicos (pero no los recibieron, en aplicación de los conocidos como protocolos de la vergüenza de la Comunidad de Madrid presidida por Ayuso). Y ahora también hay que añadir a las mujeres que han muerto o han sufrido graves consecuencias a causa del negligente e incomprensible cribado de pruebas de cáncer de mama de la Junta de Andalucía de Moreno Bonilla.

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Recortar o escatimar en servicios públicos tiene consecuencias directas a la hora de afrontar emergencias y salvar vidas. Intentar especular después con la tragedia y sus consecuencias como arma para la peor politiquería es una manera de revolcarse en el barro.