Armas y dólares: el poder híbrido de Trump
Esta semana, Pete Hegseth, el actual secretario de Defensa de Estados Unidos, reunió en Quantico a cientos de generales y almirantes. La mayoría no sabían por qué estaban allí. Él sí. Les dijo que dejarían de llamarse departamento de Defensa. A partir de ahora se llamarían ministerio de la Guerra. "Las naciones se forjan guerreando, no evitando la guerra –afirmó–. La fuerza impone respeto. La paz, no".
Trump, naturalmente, aplaudió la jugada. No es un gesto puntual. Es parte de una estrategia. Trump despliega las dos herramientas más potentes del poder contemporáneo: el dinero y las armas. Ambas. Y con plena convicción.
Con Europa lo intenta todo desde la economía. Aranceles, amenazas de sanción, chantajes comerciales. Con China, lo mismo: medidas contra sus empresas, guerra tecnológica, presión monetaria. En Israel ha hecho valer los acuerdos de defensa y un apoyo financiero incondicional. Y frente a Rusia, la vía más clara: armamento. Apoyo militar a Ucrania. Presencia estratégica. Escalada.
No es que utilice una cosa cuando no puede utilizar la otra. Las combina. Las alterna. Las aplica con frialdad según el terreno. Su lema Make America great again ya no es solo un eslogan electoral. Es un principio de acción exterior basado en la imposición.
Nada de esto es nuevo. Lo que inquieta es la forma. La crudeza. La naturalidad con la que se está aceptando. Hemos avanzado tanto como humanidad… y seguimos volviendo a lo mismo. A la fuerza. A la ambición. A la ley del más fuerte.
Me cuesta de creer. Vivimos en un mundo en el que la ciencia ha desvelado casi todos los misterios. Sabemos curar enfermedades, producir alimentos, encontrar agua en el desierto. Y, sin embargo, seguimos gobernando como en el siglo XIX: por dominio, por miedo, por sometimiento.
Cada vez más gente cree en la paz. Cree en la convivencia. Cree en la prosperidad compartida. Pero sistemáticamente volvemos atrás. Tres pasos adelante, dos atrás. Así avanza la humanidad. Siempre entre la esperanza y la fuerza.
¿Podremos algún día, como especie humana, vivir y convivir según los valores de la caridad, la alteridad y la convivencia? ¿O siempre, sistemáticamente, volverán la violencia y la destrucción?
El inconformismo nos ha llevado lejos como especie. Pero, al mismo tiempo, nos mantiene, como dijo Hobbes, como lobos los unos para los otros.
Trump es el reflejo de esa sombra que, irremediablemente, vuelve una vez más.