¿Autosuficiencia energética?

Soberanía, autosuficiencia, km 0, son términos muy mediáticos y con una connotación claramente positiva. Sin embargo, aquí argumento que los términos merecen una consideración más matizada. Lo ilustro entrando en el debate sobre la electricidad renovable proveniente de Aragón.

Nuestro contexto económico natural es Europa, un espacio que en tiempos recientes ha sufrido cuatro grandes choques: la disrupción de las cadenas de suministro durante la pandemia, la agresión de Putin en Ucrania, la constatación de que Europa puede no ser prioritaria para EE.UU., y la constatación de hasta qué punto estamos quedando atrasados ​​en relación con EE.UU. y China. En conjunto, nos ha hecho ver que Europa debe ser más autosuficiente en algunos ámbitos estratégicos. El esfuerzo por producir chips, en el que está implicada Cataluña, es un buen ejemplo de ello.

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El argumento para la autosuficiencia estratégica, bien válido para Europa en su conjunto, ¿lo es también para estados y regiones dentro de Europa? Sólo lo sería si la disrupción de suministro fuese un problema también interno en Europa. Ha habido casos: recordemos las vacunas y mascarillas durante la pandemia, o las reticencias a traer agua del Ródano a Cataluña basadas en el temor de que una sequía indujera una priorización del suministro dentro de Francia. Son situaciones poco frecuentes, e indicativas de que el mercado interior europeo todavía no está suficientemente integrado. Lo mejor es procurar que lo esté. Así, a Barcelona le convendría más que las cuencas estuvieran suficientemente interconectadas para garantizar que el agua que recibiera dependiera de la lluvia en toda Europa, no de la lluvia en las cuencas internas de Cataluña. En cuanto a la electricidad renovable, parece evidente que, dado que no contemplamos ningún escenario en el que Cataluña no sea parte de la UE, no hay razón para pensar que la electricidad que nos pueda venir de Aragón esté sujeta a mayor incertidumbre política que la que venga de Catalunya.

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El impulso hacia el km 0, es decir, hacia la producción o consumo cercano, tiene a menudo una motivación menos geopolítica y más microeconómica. Simplemente, cada uno de nosotros puede tener preferencias que lleven a favorecerlo. Comprando sus productos, unos querrán asegurar la viabilidad del parque agrario del Baix Llobregat. Otros, la viticultura catalana. Aún otros, las librerías de barrio. Las preferencias individuales son las que son respetables y respetadas por los mercados. Sin embargo, la dimensión macroeconómica del km 0 será inevitablemente limitada. La lógica de los precios va en contra. En muchos casos, el incremento de coste respecto a alternativas de origen más lejano será tal que el consumidor medio no podrá permitírselo. Y pensamos en las empresas. Las queremos competitivas, exportadoras. Si deben serlo, deberán aprovisionarse en las mejores condiciones económicas posibles. En ocasiones, si el coste de transporte es caro, será desde el borde de casa. Pero, típicamente, muchos inputs de producción vendrán de lejos.

Un ejemplo paradigmático es el reto de la descarbonización de la industria química de Tarragona, necesaria no ya para su prosperidad sino para su propia pervivencia. Durante un tiempo, la nuclear amorosará el reto, pero este reto es de un grosor que la disponibilidad de grandes cantidades de electricidad verde será indispensable. ¿De dónde vendrá esa electricidad? Es muy poco realista pensar que va a ser del borde de la industria. La resistencia a generadores eólicos oa instalaciones de energía solar es demasiado grande. Tiene lógica: deberían coexistir con mucha población y otras muchas actividades económicas. Habrá que facilitar estas instalaciones, pero también debemos ver que hay una solución, en principio, más fácil y menos incierta: llevar la electricidad de Aragón. El sentido común nos indica que Aragón, con una densidad de población nueve veces inferior a la catalana, tiene ventaja comparativa respecto a Cataluña en la producción de electricidad verde. Aprovechémoslo. Ya he argumentado que no existen razones geopolíticas para evitarlo. Entonces, ¿por qué no? Ciertamente, deberá transportarse. Si la resistencia a permitir las MAT correspondientes lo hace imposible, la industria acabará desplazándose allá donde está la energía. La química de Tarragona es donde está porque el puerto de Tarragona es un gran punto de entrada para el petróleo. Esta ventaja comparativa se perderá. Pero ahora tenemos otro: el ecosistema industrial y de conocimiento ya es donde está, y es muy rico. Una ventaja que puede compensar los costes de transporte desde Aragón, si, por supuesto, estamos dispuestos a permitir las inversiones necesarias para hacerlo posible.