El regidor de Turismo de Barcelona, Xavier Marcé (PSC), ha instado a los hoteleros de la ciudad a subir precios para conseguir atraer un turismo de más calidad. Se trata de encontrar maneras de poner límites a lo que ya se intuye que será un alud de visitantes tan grande o más que la que había antes de la pandemia. El éxito internacional de Barcelona como destino turístico es evidente y no es tan fácil frenarlo o modelarlo de golpe. La ciudad, además, no quiere ni puede renunciar a la llegada de visitantes, pero se trata de hacer que esta realidad sea sostenible y cualitativa. Es decir, que haya turismo cultural, científico, de negocios... y que, en cambio, se minimice el turismo de borrachera, el que ensucia y hace invivible Barcelona. El Gremio de Hoteleros se ha apuntado rápidamente la sugerencia. No está claro que Colau y los suyos vean esta vía del encarecimiento como la mejor o más efectiva. En todo caso, por supuesto, si los precios se elevan también lo tiene que hacer el nivel de la oferta, la profesionalidad y las condiciones de trabajo. Y en consecuencia, tendrían que subir también los sueldos y la formación de los trabajadores del sector. Las dos cosas van ligadas. De hecho, debido a los bajos niveles salariales, el mundo de la restauración tiene problemas para encontrar personal. Por lo tanto, si se hace así, la subida de precios puede tener sentido por doble motivo.
Pero hay que ser realistas y reconocer que el problema del previsible, y en parte ya visible, renovado exceso de turistas no se acabará con una sola medida. No hay milagros. Harán falta más. Por ejemplo, habrá que abordar fórmulas como poner límites a la llegada de cruceros, tal como defiende Colau y no quiere Marcé. Sin una política clara y pactada en el si del gobierno municipal, cosa que ahora no pasa, y sin la intervención concertada de los agentes públicos y los privados, no habrá manera de dar una dimensión adecuada a la llegada de personas para disfrutar de la ciudad, sea con estancias de corta o mediana duración. Entre otras medidas, también habrá que pensar en subir la tasa turística, la recaudación de la cual, por otro lado, no tendría que ir además promoción de la ciudad sino a políticas que beneficien directamente los barceloneses, empezando por el tema de la vivienda. Porque esta es la otra cara del éxito turístico: la expulsión de muchos ciudadanos, especialmente los jóvenes, para los cuales resulta imposible acceder a una vivienda digna. Y después hay que tener muy presente que los que no se ven obligados a marchar en muchos casos tienen que sufrir la incomodidad de ruidos nocturnos y de suciedad. También en este terreno hay que actuar con decisión.
Hay muchas Barcelonas y tienen que poder convivir. Los turistas no desaparecerán por arte de magia, ni hace falta que lo hagan. La ciudad en parte vive de ello, pero también vive, y tendría que vivir cada vez más, de otros sectores económicos, como por ejemplo el tecnológico. En este sentido, la apertura de una sede de Google este miércoles es una buena noticia. Una economía dinámica y diversificada también aporta visitantes, pero son de otro tipo, más cualitativos y más permanentes. Estos todavía nos interesan más.