Los bomberos merecen nuestra máxima colaboración

Doce años después del trágico incendio de Horta de Sant Joan de julio del 2009, en el que murieron cinco bomberos de la Generalitat y uno quedó herido grave, se ha dado a conocer el acuerdo por el cual los dos pirómanos, que pasaron escasamente un mes y medio en la prisión al ser detenidos unos meses después de los hechos, solo han sido condenados a cuatro años de prisión, aceptados para esquivar el juicio. También tendrán que pagar una indemnización de 9 millones a los familiares de las víctimas. Los dos culpables, Antonio Paz y Lorenzo Forner, antiguos aspirantes a bombero que habían trabajado haciendo tareas de limpieza del bosque para la Generalitat, han reconocido la autoría del fuego: se les encontraron fotos en el móvil en las que se les veía en el lugar con árboles ya quemando y una columna de humo.

Hay que recordar que aquel trágico incendio generó una enorme polémica social, técnica y política sobre la gestión del fuego por parte de los bomberos y sobre su origen. Los mandos del operativo fueron duramente señalados mientras que los causantes quedaban en un segundo término. La Audiencia de Tarragona, sin embargo, finalmente exculpó a los responsables del cuerpo. Y ahora, con un retraso de más de una década, llega un acto de justicia que a los familiares, con razón, les parece benévolo. La decisión, además, se conoce en un momento de fuerte conciencia ciudadana sobre la tarea a menudo heroica y en todo caso entregada, y siempre requeridora de un elevado nivel técnico, de los cuerpos de bomberos, tal como se ha visto en los recientes incendios del Baix Llobregat (Castellví de Rosanes y Martorell) y el Alt Empordà (Cap de Creus). En los dos casos se han evitado males mayores y se ha conseguido acotar el perímetro del fuego.

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Es importante esta consideración por los bomberos, y también por los miembros de las Agrupaciones de Defensa Forestal (ADF). El caso de Horta de Sant Joan, doloroso por lo que supuso y por cómo se ha cerrado, demuestra aun así cómo se ha avanzado en este terreno. Hoy en día los cuerpos especializados en la prevención y extinción de incendios se han ganado por méritos propios el respecto de la población. Su tarea raramente se pone en entredicho, más bien al contrario. Pero todavía fuera mejor que este respeto y admiración en los momentos de peligro fueran acompañados también de un cuidado permanente del bosque y el paisaje por parte de la ciudadanía. Actuaciones estúpidas, letales y trágicas como las de los dos condenados por el caso de Horta por fortuna cada vez son más excepcionales, pero en cambio persisten las imprudencias, como las que habrían causado los fuegos de este mes. Queda, pues, mucha pedagogía por hacer.

En tiempo de cambio climático, no se puede bajar nada la guardia. La lucha contra los incendios tiene que entenderse como una tarea social, de todos. No vale confiar solo en los profesionales, que en última instancia, cuando ya se ha declarado el fuego, tan solo pueden minimizar los daños. Daños que sin duda son naturales, pero también económicos: al fin y al cabo, el paisaje es un bien tangible colectivo. Así pues, máximo respeto por la tarea de los bomberos y conciencia cívica y ambiental tienen que formar un binomio inseparable si queremos mantener sano y seguro nuestro entorno natural. Porque el verano apenas acaba de empezar.