El Brexit y el futuro de la UE
BarcelonaEl compromiso de última hora entre Londres y Bruselas de este 24 de diciembre, justo antes de Navidad, puso fin a unas negociaciones agónicas que han durado 10 meses y que ya venían precedidas de casi tres años de acuerdos y desacuerdos, con cambios en el 10 de Downing Street incluidos. El punto final al Brexit, que será efectivo a partir del 1 de enero a pesar de que hará falta el formalismo de la aprobación en los Parlamentos de los 27 y en la Eurocámara, prevista para principios de año, es una buena noticia porque evita el escenario caótico del no-acuerdo justo en el peor momento de la pandemia. Pero, más allá de la letra pequeña del acuerdo, el buen funcionamiento del cual dependerá en buena medida de la buena voluntad de las dos partes, hay que subrayar el éxito que supone que la UE haya sabido mantener una posición negociadora unitaria a lo largo de estos cuatro años, representada por la figura de Michel Barnier, y haya evitado el peligro de que cada estado buscara acuerdos bilaterales a la carta.
Así pues, la UE sale reforzada desde el punto de vista político y comercial, puesto que no ha tenido que hacer grandes concesiones para soportar el pulso que le ha planteado Boris Johnson este último año. Johnson había flirteado con la idea de un no-acuerdo para fortalecer su posición, pero la imagen de estos días de miles de camiones atrapados en la frontera de Dover y el peligro de desabastecimiento que se divisaba han dado el impulso final a las negociaciones. Ha quedado claro que, en caso de no-acuerdo, quien tenía más que perder era el Reino Unido.
A partir de ahora habrá que vigilar que el acuerdo se cumpla y que las empresas británicas no lo aprovechen para hacer competencia desleal, puesto que tendrán libre acceso al mercado europeo sin cuotas ni aranceles, eso sí, con la obligatoriedad de mantener los estándares laborales y medioambientales fijados por la UE. Este es el punto clave del acuerdo, puesto que implica que Londres no podrá suavizar estas políticas (tal como defendían los brexiteers) para hacer más competitiva su economía.
En cuanto a la UE, a partir del 2021 empieza una nueva etapa post-Brexit en la que habrá que abordar de una vez por todas cómo dar un salto de calidad en el proyecto europeo. Los británicos ejercían hasta ahora de freno al proyecto, puesto que siempre recelaron de cualquier cesión de soberanía. El problema para la UE es que, con el Reino Unido fuera, ahora tiene otros frenos, en concreto los gobiernos nacionalistas y ultraconservadores de países del Este como por ejemplo Hungría y Polonia. Bruselas tiene que encontrar la manera de avanzar en la integración política, económica y social y esquivar los vetos de estos gobiernos.
No hay duda de que el hecho de funcionar todavía más como un club de estados que no como una verdadera unión con 500 millones de ciudadanos europeos dificulta este objetivo, y existe un peligro real de que el proyecto quede estancado y a la deriva, prisionero, por un lado, de los nacionalismos de estado y, de la otra, de la opacidad burocrática de Bruselas. Si este escenario se combina con un Reino Unido pujante fuera de Europa, el futuro de la UE estará en entredicho.