En la calle, a pesar de todo
A pesar de las divisiones internas, a pesar de la desorientación y el chasco, a pesar de la dureza del covid, el independentismo ha desmentido en esta Diada de 2021 los peores augurios y ha vuelto a hacer una demostración de fuerza en la calle, con miles de ciudadanos manifestándose en el centro de Barcelona. Quedan lejos las citas históricas del Procés, pero también queda claro que la fuerza popular del movimiento sigue existiendo y que el liderazgo civil compartido por Òmnium y la Assamblea Nacional Catalana (ANC) mantiene su capacidad movilizadora.
El sentido político de esta fuerza ya es otro tema. Ninguno de los dos líderes, Jordi Cuixart (Òmnium) y Elisenda Paluzie (ANC), hizo referencia explícita en su parlamento a la mesa de diálogo. El primero se limitó a poner énfasis en el espíritu unitario, la persistencia reivindicativa y el espíritu cívico, sin, eso sí, poner hitos. Por su parte, Paluzie hizo una implícita enmienda a la totalidad en la estrategia gubernamental pactada por ERC y JxCat (con poca o ninguna convicción de los segundos) -con el apoyo externo de la CUP- de darse dos años para intentar la negociación política con el Estado desde la defensa de la autodeterminación y la amnistía. La ANC presiona, pues, para cambiar el rumbo del pacto de mínimos estratégico y para traer de nuevo el movimiento hacia la confrontación.
Es evidente que la mesa de diálogo no mueve masas, pero también lo es que la gente -los que esta Diada se han manifestado y muchos que se han quedado en casa- es consciente de la historia de estos últimos años, del callejón sin salida de octubre de 2017, de la respuesta represiva y judicial del Estado -todavía con exiliados y miles de personas perseguidas- y, por último y no menos importante, del azote económico y social del covid. Esta suma de factores no se puede obviar, como no se puede obviar la correlación de fuerzas al Estado, donde ahora hay un gobierno de coalición PSOE-Podemos dispuesto a explorar el diálogo político. Nadie se puede hacer muchas ilusiones, pero hay que transitar este camino. El independentismo, pues, mantiene sus objetivos políticos, mantiene la fuerza en la calle, tendría que mantener las manos abiertas a todo el soberanismo y la máxima capacidad inclusiva y cohesionadora. Y, finalmente, tiene también la responsabilidad nada menor de gobernar pensando en el día a día de todo el país, y pensando en fortalecer y volver a prestigiar las instituciones de autogobierno.
La Diada de este 2021 ha sido, pues, un recordatorio de la persistencia del soberanismo y de su diversidad. El Estado también tiene que tomar nota. Convertir la mesa de diálogo en una maniobra de distracción no hará desaparecer el independentismo, más bien al contrario.