Carta a Pere Aragonès: 'Primeras percepciones'

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ALEX GALLEGO

Estimado president, hay personas que tienen luz porque ya han nacido así y después hay otros, como usted, que si quieren brillar tienen que hacer cosas, se lo tienen que trabajar. Diría que es consciente de ello e, incluso, que puede ser bueno para estos momentos.

Esta carta tiene el riesgo de ser precipitada, porque todavía no han pasado cien días para hacer un balance político de su gobierno. Es, apenas, una suma de percepciones de su primera semana como president de la Generalitat. Cuando lo veo, la primera palabra que me viene a la cabeza es ordenado. Una imagen, un discurso y un pensamiento de persona metódica y sistemática, de quien tiene los datos en la cabeza y de quien no quiere que se le escape ningún detalle. Alguien que debe de estar acostumbrado a dirigir equipos, pero no a partir de un liderazgo carismático, sino desde una determinación independentista competente.

Se nota que hacía tiempo que se preparaba para esta investidura, que tenía muy meditadas cuáles tenían que ser las palabras de los primeros discursos y cuáles serían los actos con los que estrenará la agenda presidencial. Tengo la sensación de estar ante un president al que no le gusta dejar espacio a la improvisación, si se puede estudiar a fondo hasta la última de las carpetas que sean responsabilidad suya. Que construye y ejecuta un guion milimetrado: donde dejaré un clavel, hacia qué bustos levantaré la mirada y cuándo me haré acompañar por una hija a quien hasta ahora, president, usted había escondido o pixelado en todas las fotografías de Instagram. La edad debe de tener algo que ver, quizás. Aquel afán de suplir con rigor y competencia cualquier sospecha de frivolidad en una persona a quien le han llegado los cargos más temprano que a otros gobernantes. Aquel soy joven, pero no me pillaréis. Soy joven, pero no lo pareceré.

Sea como fuere, usted y Jordi Sànchez han conseguido una cosa que habríamos dicho que era imposible hasta hace un par de semanas: transmitir la imagen de que quizás sí que Esquerra y Junts se pueden entender en un gobierno. Los perfiles de los consellers, la renovación de caras y el traspaso civilizado de carteras hacen divisar la posibilidad de que las bombas no exploten desde dentro, sino que, si tienen que caer, vengan desde fuera. Y, si me permite, una última cosa: a pesar de las sensibles diferencias de edad, de ideología y de habilidad oratoria, algo en usted me recuerda a aquel José Montilla que llegó a la Plaça Sant Jaume, después de Pasqual Maragall, blandiendo el famoso “hechos, no palabras”.

P.D. Todos los que hemos nacido entre 1963 y 1982, desde este lunes ya podemos decir que hemos conocido por primera vez un president de la Generalitat más joven que nosotros. Todo llega: primero, los jugadores de fútbol; después, los políticos, y, si tenemos suerte, algún día también seremos más viejos que el papa de Roma.

Albert Om es periodista

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