Las casuísticas del doble feminicidio

Esta semana hemos vivido un nuevo terrible crimen machista. El asesino, comisario del Cuerpo Nacional de Policía, ha puesto fin a la vida de su pareja y a la de su expareja y después se ha suicidado. Se trata de un caso de extrema complejidad y si queremos hacer un análisis es importante señalar una serie de factores clave. Porque los feminicidios comparten una base estructural común (una sociedad en la que la violencia machista es la principal causa de inseguridad y mortalidad violenta de las mujeres), pero hay que ver cada caso de forma singular para entender los elementos de riesgo o los desencadenados. Solo así, con un buen mapa, pueden diseñarse bien las políticas de prevención.

Analicemos, pues, las particularidades del doble feminicidio sucedido esta semana:

  • El asesino era policía (jubilado hacía pocos meses, lo que añade mucha presión a la situación –lo veremos más adelante–). Esto nos permite recordar que no existe un perfil de hombre agresor. Encontramos a hombres maltratadores en todos los estratos socioeconómicos, con todos los niveles de estudios, de diferentes lugares de procedencia y en todas las profesiones. En este caso, el hecho de que fuera policía suma mayor riesgo a la situación: las mujeres que sufren violencia por parte de un miembro de los cuerpos de seguridad se sienten más solas, más desamparadas y confían menos en el sistema porque sus agresores forman parte de la estructura que debería protegerlas. Y de ahí nace el miedo: ¿quién te creerá? De ahí que, a menudo, estas mujeres descarten denunciar o buscar ayuda en el sistema: los hombres que las maltratan son el sistema.
  • El asesino era un alto cargo de la estructura policial. Contactos, conocimientos, poder… Es un agravante para la casuística que explicábamos en el punto anterior. Ese privilegio aún amplifica más el silencio, el miedo a poner una denuncia. También juega un papel determinante la imagen social que proyecta un mando de alto rango: para muchos es difícil creer que aquel que debería ser referente y servir y proteger a la ciudadanía pueda ser un agresor.
  • La jubilación. Aunque la edad de los perpetradores de feminicidios es muy diversa, es cierto que la jubilación es un momento vital complicado en el que se abre una nueva etapa y el ámbito laboral pierde peso. Las relaciones de pareja toman un papel mucho más importante. Ocupan más espacio y pueden generarse muchos más conflictos y mucha más tensión. Por lo que se ha explicado, parece que ambas mujeres asesinadas eran ya exparejas del agresor. Una era la exmujer y la otra acababa de comunicarle que quería dejarlo. En edades de jubilación el sentimiento de fracaso cuando se produce una ruptura, el sentimiento de última oportunidad, puede ser mucho mayor. Una ruptura, sobre todo cuando el agresor siente que ha perdido el control sobre su pareja, puede ser (habitualmente lo es) un desencadenante.
  • ¿Qué puede contar el doble asesinato? La jubilación suele ser también un momento de revisar la vida vivida. Una vez cometido el primer asesinato, si el agresor siente que ya lo ha perdido todo, puede decidir también poner fin a todo lo que le ha hecho daño a lo largo de la vida, en un intento macabro de ajustar cuentas con aquellas personas por las que se ha podido sentir traicionado.
  • El suicidio. En el caso de los feminicidios, el 30% de los asesinos intentan suicidarse o se suicidan. Los estudios apuntan a que esto normalmente se debe a dos motivos: sienten que su vida sin las víctimas ya no tiene sentido o bien no pueden soportar la idea de la sanción social (es decir: no se ven capaces de soportar que la sociedad los vea como asesinos). En ese caso, hablando de un comisario de policía, esto tiene más sentido que nunca.
Cargando
No hay anuncios

Por último, quisiera acabar con una reflexión. Aún tenemos mucho camino por recorrer en todo lo que tiene que ver con la cultura de la reparación. Lo vemos de forma muy evidente cuando el asesino se suicida, porque en estos casos se cierran todos los procedimientos y todo queda detenido. Las familias deben seguir sosteniendo el dolor, pero todo lo que tiene que ver con el agresor se detiene. Temas judiciales, civiles... pero también simbólicos (en este caso, con respecto a la retirada de las condecoraciones, por ejemplo) se ponen en pausa, con las repercusiones que esto tiene para el entorno de las mujeres. Son acciones simbólicas muy importantes porque también forman parte de la reparación hacia las víctimas y sus entornos. Es necesario que recordemos y dignifiquemos a las mujeres y sus vidas y, al mismo tiempo, destronemos y repudiemos a sus agresores.