El centro cósmico madrileño
Kilómetro cero de las infraestructuras radiales, bastión europeo de la libertad entendida como el consumo de una caña con tapa en pandemia, España dentro de España.
Madrid se ha convertido hoy en el núcleo del universo del amplio espectro de la derecha española. Si para Dalí el centro cósmico era la estación de Perpiñán, el centro cósmico del nacionalismo y el populismo de la derecha castiza es hoy la presidencia de la Comunidad de Madrid, que se elegirá el día 4.
El Madrid de hoy tiene un origen histórico en la construcción del Reino de España, es fruto del franquismo, y la confusión del Estado con la capital ha continuado en democracia. También es fruto del aznarismo y de los esperancistas de Aguirre, de décadas de construcción de una capital hipertrofiada, alternativa o bien punta de lanza neoliberal en el gobierno del Estado. Una derecha madrileña que es una vieja conocida para el resto de España y que hoy ha visto con la conexión con la ultraderecha y con un Ciudadanos desnudado cómo se amplía la base de sus aliados y reverberan sus ideas, ancladas en el pasado pero maquilladas por la oleada populista.
El Madrid que defiende Ayuso es el de la liberalización urbanística y de horarios comerciales, el de la inversión en enseñanza y en sanidad más baja de la Península (3,7% del PIB, ante el 5,6% de la media española). El Madrid de los impuestos bajos, de la superconcentración de la administración y de los organismos del Estado. Como escribe Laia Forès en el dossier de este domingo, “la Comunidad, con 6,6 millones de habitantes, solo representa el 14% de la población española, pero el 80% de los trabajadores de los servicios centrales de los ministerios están en Madrid”. El Madrid de Ayuso viene de lejos pero también es herencia del de Aznar y el viejo palco del Bernabéu, el de las grandes empresas que viven cerca de los organismos reguladores y atraen personal cualificado. El Madrid que tiene una gran atracción de población, de capitales y de empresas y con una renta per cápita muy superior a la media española. Un Madrid impulsado económicamente en buena medida por el efecto capitalidad, que permite que sea la presencia del Estado la que favorezca la economía de la capital y se ocupe, además, de determinadas inversiones.
UN ESCENARIO TÓXICO
Madrid está “insoportable”, dice en privado más de un empresario de los que dependen del BOE, pero sobre todo de los que no dependen de él. Insoportable por la confusión entre la capital y el Estado y la evidencia que los ministerios no actúan con criterios de neutralidad económica.
Madrid está “insoportable” también para más de un presidente autonómico no sospechoso de catalanidad, preocupado por el control de la pandemia, la lentitud de las vacunaciones y la crisis económica galopante. Angustiado por la financiación autonómica en el segundo año de caída de recaudación de impuestos y con una recuperación que no se divisa.
INSOPORTABLE
El “Madrid insoportable” es aquel donde Ayuso reina y Monasterio hace de liebre ideológica de una derecha que va sobre la oleada de la comunicación política populista de Miguel Ángel Rodrígez, ex mano derecha de Aznar. Una propaganda capaz de calificar de “milagro madrileño” una de las peores gestiones del covid de Europa, como explica Gemma Garrido en el ARA. Datos de muertes que no se contabilizan y que los medios madrileños no comparan con la gestión de otros territorios que han aplicado costosas medidas económicas pero que han salvado vidas.
Rodríguez ha impulsado el desparpajo de Ayuso hasta convertirla en un personaje y se ha beneficiado del error de Iván Redondo, asesor de Pedro Sánchez después de serlo de Albiol, que, haciendo bajar al presidente del gobierno al barro, ha contribuido a dar respetabilidad o reconocimiento político a Ayuso en detrimento del candidato socialista de Madrid.
NACIONALISMO CASTIZO
La izquierda madrileña no parece que haya sabido contrarrestar el discurso ideológico de Ayuso y, todavía menos, el discurso nacionalista, y ha dejado la defensa de su España una y homogénea como única expresión de la estructura del Estado. El federalismo en el PSOE lo viven con rechazo o con poco convencimiento, acobardados por las acusaciones de alevosía patriótica en los medios de comunicación de la gran mayoría de la prensa, incluyendo la que fue expresión de la vieja izquierda progresista pero tan nacionalista española como la derecha castiza.
Una izquierda intelectual con unos estándares democráticos que aplica a todo excepto en Catalunya. Como aquel respetable periodista progresista de la inteliguentsia madrileña que en una conversación encendida hablando de revoluciones y transformaciones sociales acababa la conversación apresuradamente cuando entraba en el debate el referéndum catalán. Y es que la distancia ideológica desaparece y la doble vara de medir se aplica cuando la derecha y la mayor parte de la izquierda hablan de la unidad de España.