Cinco días de abril

El presidente español regresa de cinco días de reflexión y, después de un largo y emotivo introito pensado porque pensamos que se pliega, finalmente anuncia que, ahora, él y su mujer se sienten más fuertes y que, por tanto, continuará en la presidencia porque no puede que los malos ganen los bonos. Explica también que las muestras de apoyo, sobre todo las de su querido partido, han influido decisivamente en su decisión. Se marca un objetivo muy noble, como es "la regeneración pendiente de nuestra democracia", pero no concreta ninguna medida para conseguirla; sólo nos asegura que estos cinco días serán un punto y parto. Comunicó que suspendía la agenda con una carta personal y, cuando reaparece, ningún periodista le puede preguntar nada.

¿Qué diría el propio Sánchez, o qué estarían diciendo los socialistas, si cualquier otro político hubiera protagonizado estos cinco días de abril?

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Esta insólita suspensión de su actividad pública ha coincidido además con la campaña electoral de las elecciones catalanas. Como sugería Pere Aragonès, ¿sin elecciones en Catalunya no habría habido carta? Porque Sánchez necesita una victoria clara de Isla que le valide la amnistía y que, muy importante, obligue a Puigdemont a plegar de una vez de la política activa, para que la posibilidad de que el presidente en el exilio acabara volviendo a presidir la Generalitat perseguiría a Sánchez para siempre.

En noviembre de 2023, el PSOE se resistió a incluir el concepto lawfare en el documento de acuerdo con Junts. Cinco meses después, tras un inquietante episodio de emocionalidad y personalismo, resulta que la lucha contra la judicialización de la política es un imperativo ético. Todo en cinco días de abril.

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