Muchas comunidades, muchas opiniones
¿Es cierto que los chicos y chicas adolescentes y jóvenes de ahora son cada vez más de derechas, y los chicos más machistas? Sí, y no. Sí, si hacemos caso de cómo salen globalmente retratados en las encuestas. Y no, si entendemos que la composición social y demográfica de estas franjas de edad, comparada con la de hace quince o veinte años, es ahora extremadamente heterogénea. Por tanto, si parece que en general retroceda no es por una mala evolución del mundo del que venimos, sino por el mundo que llega. Quiero decir que ahora se han añadido, y de forma acelerada, nuevos entornos sociales, nuevas comunidades, que antes no existían. Y se ha alterado la evolución que habría sido previsible en una sociedad más estable, dada la educación escolar, el papel crítico de los medios de comunicación y toda la acción socializadora de los niños en los derechos humanos y principios democráticos.
En este sentido, toda generalización que no diferencie a los adolescentes y jóvenes según sus diversos entornos sociales favorece una mirada que parece desautorizar los efectos positivos del buen trabajo realizado para conseguir una sociedad más igualitaria y justa. Y particularmente enmascara la eficacia de la acción en contra de la violencia de género, que si no se reduce se debe a la aparición de estos nuevos entornos adversos hasta hace poco más excepcionales. En cualquier caso, a falta de más información, no podemos saber hasta qué punto las políticas educativas a favor de la igualdad han funcionado en quienes se han podido beneficiar. Y lo mismo ocurre en otros temas como la salud. Mi sospecha es que sí, que las políticas han funcionado bien. Pero si a la cohorte de jóvenes cuyos padres ya habían sido educados en unos modelos más igualitarios, de repente añades individuos que no han compartido el mismo marco social y familiar, entonces los resultados que vemos no son los de una evolución causada por el fracaso de las estrategias de transformación social, sino los provocados por un cambio demográfico y comunitario que altera todas las previsiones y que es necesario estudiar, entender y atender de manera específica.
Entiendo la dificultad de medir con rigor la diversidad de entornos comunitarios. Primero, porque no sólo va a saber si la condición administrativa nacional te hace o no más de derechas y machista. Luego, porque no es fácil distinguir quién se ha estado formando en los nuevos valores tan tenazmente defendidos. Ni es sencillo acotar los múltiples entornos culturales, sean los autóctonos o los de la extranjería. Tampoco resulta fácil analizar la distribución de los espacios de frustración social que provocan mentalidades reactivas. Ni es lo mismo huir de la pobreza que de una guerra, o sentirse atraído por una demanda educativa o laboral calificada. Obsérvese cómo las resistencias más explícitas en contra del uso del catalán provienen de sectores sociales privilegiados: el mundo de la salud, el ámbito académico, los expados y, paradójicamente, el mundo de la cultura.
Sobre estas cuestiones últimamente se han publicado dos estudios importantes del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales (ICPS). Uno es el Sondeo de Opinión ICPS 2024, realizado a partir de una encuesta a 1.200 personas de 18 años y más, de nacionalidad española. El otro es la búsqueda Chicos, chicas y un abismo. Opiniones sobre la igualdad y el feminismo, una investigación cualitativa a 239 adolescentes de 15 años de nueve centros de secundaria de la provincia de Barcelona. En relación con el primer estudio, sería imprescindible que los análisis futuros afinaran más en las variables demográficas de las que hablaba. Que un 54% de los chicos de 18 a 24 años crean que el feminismo ha ido demasiado lejos no nos dice nada de cuál es el contexto familiar y cultural específico –de los consumos musicales al uso de las redes– que explique que la defensa de la igualdad hombre-mujer puede incomodarles. Y no valen las especulaciones generalizadoras que, injustamente, estigmatizan a toda la juventud. Es también el caso de la excelente investigación Chicos, chicas y un abismo. Si bien en la elección de los institutos de la muestra se tuvo en cuenta el índice socioeconómico territorial, en cambio, en el análisis publicado, no aparece esta variable para explicar diferencias de opiniones, lo que, añadiendo alguna otra variable sobre el contexto familiar o de uso de redes y prácticas de ocio, habría sido muy valioso.
Entiendo muy bien las dificultades metodológicas, e incluso las incomodidades y riesgos políticos de tener en cuenta la actual fragmentación de marcos sociales y culturales que existen en Cataluña, muy desconectados entre ellos. Si nunca habíamos llegado a ser el "un solo pueblo" deseado, ahora tampoco somos una sola comunidad de valores y aspiraciones con opiniones compartidas. Y las ciencias sociales, sin miedo, deberían tenerlo presente.