Cuidado con la retórica

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La vicepresidenta y ministra de Hacienda del gobierno español, María Jesús Montero, ayer en Rota (Cádiz).

En el tema de la financiación de la Hacienda catalana, lo que conlleva el acuerdo de investidura entre ERC y el PSC-PSOE es potencialmente muy importante. Pero no está hecho y convertir lo potencial en real no será fácil. A las dificultades inherentes a un acuerdo de gran envergadura se añade el factor desestabilizador de la retórica. Con posiciones que eran inicialmente distanciadas, cada parte de la negociación debe convencer a los suyos de que el compromiso es razonable. Pero, al hacerlo, las palabras pueden ser desquiciantes para la otra parte y pueden interferir en el proceso de una implementación efectiva y satisfactoria del acuerdo.

¿Qué es más importante: que la retórica tranquilice a los tuyos o que tranquilice a los demás? Es una pregunta que deben hacerse las dos partes de la negociación. Al responderla es lógico y conveniente que cada parte resista la tentación de maximizar o minimizar lo logrado y acabe encontrando un equilibrio que tenga en cuenta el impacto de las palabras en los suyos, pero también en los demás. Si es así, es concebible que las retóricas, que nunca serán idénticas, converjan y, más importante, se acerquen a un discurso congruente con lo que realmente acabará implementándose.

Por vía de ejemplo, consideremos la palabra concierto. Es un término que evoca directamente al concierto vasco. Es bien sabido que Catalunya no tendrá un concierto como el vasco. Entre otras razones porque las cuotas de los conciertos vasco y navarro –cuyo PIB representa el 7,5% del PIB español– no cubren ni el 7,5% del gasto de la administración central en defensa y en intereses de su deuda. Es una circunstancia irrepetible. Por eso desde Catalunya se ha reclamado no un concierto sino un "concierto solidario", o antes un "pacto fiscal". Nada impide que el resultado de la negociación se escenifique con estos términos. Pero en mi opinión el término concierto, sutilmente adjetivado o no, es un término perturbador y poco útil. Insistiendo en ello devaluamos la importancia de lo que realmente se puede conseguir, hacemos crecer innecesariamente las reticencias de los ciudadanos españoles con los que nos tenemos que entender, complicamos la vida a nuestros socios y, sí, a corto plazo gratificamos a los nuestros, pero a medio plazo generaremos, de nuevo, frustración, desencanto y desmovilización. No vale la pena.

No pienso lo mismo del término singular. Debemos explicarlo bien, pero se puede hacer. Singular es siempre el resultado de una negociación bilateral. Y en el caso de Catalunya, o de otros territorios, la institucionalización de la Hacienda propia (la Agència Tributària Catalana, y los posibles consorcios inversores) o la estructura de cesiones competenciales resultará de una negociación bilateral. Aquí las palabras también serán clave. El PSC-PSOE no debería ser reacio al uso del término acuerdo singular. Puede ponerlo en el contexto de la promoción de una “hacienda federal” –otro término a no rehuir– donde todos tendrán sus singularidades.

Desde Catalunya tampoco debería evitarse el término multilateral. Catalunya tiene mucho que ganar si entendemos que la negociación sobre la financiación también incluirá una conversación multilateral que, idealmente, debería articular un esfuerzo concertado de la mayoría de las autonomías para reequilibrar el gasto público global más a favor de competencias autonómicas, que, entre otras, incluyen la salud y la educación. En porcentaje de PIB –que es lo que cuenta–, el gasto público en salud o educación está por debajo de las normas de los estados más líderes de Europa. El momento de intentar impulsar este enderezamiento es ahora. El volumen de los ingresos fiscales españoles ha aumentado considerablemente en los últimos años, pero también aumentan las demandas del servicio de la deuda, pensiones o defensa. Si no ponemos manos a la obra quizás ya no podremos llevar a cabo un reequilibrio esencial para las finanzas de las diferentes autonomías.

Catalunya debe participar sin reservas en este esfuerzo multilateral. No me atrevo a decir que deba liderarlo, pero sí que tiene que ser motor. No podemos abstenernos porque o bien la exigencia de reequilibrio cuenta con participación, al frente o a la retaguardia, de las grandes autonomías, o no pasará. Y si no pasa no nos tenemos que hacer ilusiones sobre la posibilidad de acuerdos singulares. El dogma que ha condicionado el modelo de financiación vigente y que, no lo dudéis, condicionará el futuro, es el que dice que ninguna autonomía puede perder en una reforma.

En resumen: acuerdos singulares y acuerdos multilaterales no son contradictorios. Son complementarios.

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