¡Días ha que te he deleite!
La familia de Joan Maragall y Clara Noble ha vuelto a reunir a todo el que se ha querido sumar en el encuentro del Almendro Florit, ante la tumba del poeta, en Sant Gervasi, con Barcelona a los pies. Recitamos a Maragall y la civilización misma parece estar salvada. Hasta la hora de comer, al menos.
La noche antes paso por los Goya justo cuando Edu Grau está agradeciendo el premio a la mejor dirección de fotografía y dice que "cuando hacíamos cortos en ESCAC no habríamos soñado nunca con las películas que hemos hecho ni con compartir este momento". Había una docena de exalumnos de la Escuela de Cine y Audiovisuales de Catalunya nominados este 2025, y cinco regresaron con la estatuilla a casa. El cine en catalán ha dado un gran paso adelante estos años.
Por la tarde había ido al Victoria a ver Mar y cielo, treinta y siete años después de la primera vez, cuando actuaban Àngels Gonyalons, Joan Crosas y Pep Cruz. Vi rodar lágrimas abajo con la música divina de Albert Guinovart, cuando Blanca y Saïd descubren asombrados su amor imposible. Àngel Guimerà adaptado por Bru de Sala, llevado al escenario por esta pieza de la historia del teatro contemporáneo que ha sido Dagoll Dagom y aplaudido por una platea enfervorizada es un exponente de la cultura catalana en lo más alto. A mi lado, un espectador colombiano que entró escéptico salía impresionado por la calidad del montaje y emocionado por la obra.
El mismo día es noticia la cabalgata de odio que la ultraderecha europea ha protagonizado en Madrid, animada por el siniestro dueto Trump-Musk. El corazón final de Mar y cielo me hace sentir una esperanza: "La paz nos ha abrazado, la paz que nos llevará como un caballo delante de él por las olas".