El diputado que quiere que Errejón vaya al médico
En medio de la polémica por la convocatoria de elecciones anticipadas en la Comunidad de Madrid, el diputado de Más País Iñigo Errejón hizo este miércoles una intervención en el Congreso de los Diputados para defender la importancia de tratar las enfermedades mentales en plena pandemia. "Tenemos que doblar el número de psicólogos en la salud pública porque que alguien te acompañe cuando estés solo y lo estés pasando fatal no puede ser un lujo para quien se lo puede pagar", dijo Errejón antes de que desde la bancada popular se oyera el grito: "¡Vete al médico!" Aquel grito resumía tanto el tono tabernario que impera en el Congreso de los Diputados, donde sus señorías se comportan más como hooligans que como personas presuntamente ilustradas que tienen que dirimir sus conflictos a través de la palabra, como la carencia de respeto hacia un colectivo a quien se estigmatiza constantemente desde el discurso público: las personas que sufren enfermedades mentales.
La parte positiva de la polémica es que, con la oleada de indignación provocada por el comentario (que recordaba aquel "que se jodan" destinado a los parados que pronunció el 2012 la también diputada popular Andrea Fabra, hija de Carlos Fabra), su autor, Carmelo Romero, no tuvo más remedio que pedir disculpas a Errejón y aceptar que su frase había sido "desafortunada". Esta anécdota, sin embargo, es representativa del estigma que todavía pesa sobre este tipo de afecciones, a pesar de que cada vez se acepta más que todo el mundo es susceptible de pasar por algún episodio, por ejemplo de depresión, a lo largo de su vida. Aun así, es habitual que, en su intercambio de acusaciones, la clase política se refiera a los "locos" o se haga broma respecto al adversario poniendo en entredicho su salud mental. Por eso sería urgente que todos juntos, empezando por los políticos, desterráramos de nuestro lenguaje todas las alusiones despectivas referidas a las enfermedades mentales. Este estigma social agrava todavía más la afectación y dificulta la recuperación, puesto que a menudo el paciente no acude al especialista hasta que ya está en un sido muy avanzado. No pasa nada por ir al psicólogo o al psiquiatra. Es más, seguramente es la vía para ahorrarnos problemas futuros de salud en otros ámbitos.
Dicho esto, hay que decir que el diputado de Más País tocó el miércoles una cuestión especialmente relevante que en el ARA ya hemos tratado muchas veces. Y es que uno de los efectos invisibles de la pandemia, debido a los confinamientos y las restricciones, es el deterioro de la salud mental de muchas personas, y especialmente de las más jóvenes, que de la noche a la mañana vieron cómo todos sus espacios de socialización quedaban cerrados. Ya antes de la pandemia, este era uno de los puntos débiles del sistema público de salud, pero después del coronavirus ha quedado claro que reforzarlo es una necesidad perentoria. Actualmente, para conseguir una cita con un psicólogo en el sistema público pueden pasar meses, y después las visitas también se espacian demasiado en el tiempo, de forma que no acaban de ser efectivas. Y por eso los únicos que consiguen un tratamiento correcto son los que se lo pueden pagar.