El miércoles el Ayuntamiento de Sant Cugat celebró un acto sencillo y noble: un pleno extraordinario con un único punto a la orden del día, el de la proclamación de Joan B. Culla como Hijo Predilecto a título póstumo. Se dio lectura al informe de méritos del historiador, cada grupo municipal explicó el sentido de su voto, se procedió a la votación ya continuación Culla fue proclamado Hijo Predilecto de la ciudad donde vivió los últimos 24 años de su vida.
Junts, Esquerra, el PSC, los comunes, la CUP y el PP votaron a favor. Vox se abstuvo. Los comunes y la CUP expresaron que pese a las diferencias ideológicas que habían tenido con el homenajeado, pesaba mucho más su brillante trayectoria. El concejal del PP, Alfredo Bergua, también marcó distancias, pero lo hizo con un delicioso discurso, lleno de fair play. En concreto, el edil popular admitió que en 2009, cuando Joan B. Culla publicó La derecha española en Cataluña, 1975-2008, él y otros muchos militantes del PP corrieron a comprarse el libro porque nunca había existido un trabajo tan completo (más de 600 páginas) en el que apareciera tan bien retratada la historia del partido y porque estaba lleno de detalles sobre las pugnas internas por el poder que al militante de base se le escapaban. A Culla le leía todo el mundo, incluidos los que no pensaban como él.
Sí, hay distinciones que llegan tarde o que se piensa cuando ya no hay nada que hacer. O porque ya no hay nada que hacer. Así es la condición humana y, en especial, la política. Al menos, meses atrás, el alcalde de Sant Cugat consultó personalmente con Culla si aceptaría la propuesta y le invitó a intervenir en un acto en el Ayuntamiento, porque los trámites administrativos para aprobar una distinción piden un tiempo que Culla ya no tenía. Lección del caso: si cree que alguien merece una medalla, déselo en vida.