La economía perderá gas

A pesar de encontrarnos en el apogeo de las vacaciones, cuando hablamos de cosas serias, como las que tocan el bolsillo, nos cambia el estado de ánimo. El pesimismo es generalizado. Los datos, tercos, siguen insistiendo en que, hasta ahora, la economía ha evolucionado favorablemente. La ocupación batió nuevos récords durante el segundo trimestre, y el PIB y también el consumo de los hogares crecieron a buen ritmo a pesar de la elevada inflación. Pero la preocupación por lo que pueda suceder cuando pongamos en marcha el nuevo curso se ha disparado, y con razón.

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La economía perderá gas. Esto será difícil de evitar. Las presiones inflacionistas, más generalizadas y persistentes de lo que esperábamos, y palpables para todo el mundo, son el principal responsable. En julio la inflación volvió a sorprender al alza, escaló hasta el 10,8% y probablemente este año acabaremos con una tasa media por encima del 8%. El consumo de los hogares no podrá aguantar muchos meses más una situación como esta. Los ahorros acumulados durante la pandemia, más de 70.000 millones de euros, prácticamente ya se han esfumado. Son habas contadas. Si sube de manera sostenida el precio de parte de los bienes que importamos, como el del gas, nos empobrecemos. Dicho de otro modo, con lo que producimos podemos comprar menos gas o tenemos que dejar de consumir otras cosas.

A esto se suma el aumento de los tipos de interés que ya ha empezado a llevar a cabo el Banco Central Europeo. Ahora hace dos semanas subió el tipo de referencia a medio punto porcentual. El doble de lo que esperaba el conjunto de analistas. El BCE quiere dejar claro que hará todo lo posible para luchar contra la inflación, aunque esto pueda comportar un retroceso de la actividad. Así, todo indica que los próximos meses los tipos seguirán subiendo. A finales de año el euríbor a 12 meses podría situarse alrededor del 1,5%.

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Hoy en día, parece que el proceso de recuperación se tomará, como mínimo, una pausa. La economía norteamericana ya hace dos trimestres que registra una tasa de crecimiento ligeramente negativa. La europea probablemente flirteará con la recesión durante el segundo semestre del año. Y la economía española, cuando haya pasado la temporada turística, tendrá difícil continuar creciendo. A grandes rasgos, este es un escenario de estancamiento económico.

Pero, ¿y si Rusia acaba cortando el suministro de gas? Este es el principal riesgo y, para algunos politólogos, ya tendría que ser el escenario central con el que tendríamos que trabajar. Es muy difícil estimar el impacto que podría tener una situación de estas características, porque depende de la duración del corte del suministro de gas, del contexto en el que se produciría y de la respuesta de política económica que se pondría en marcha. A modo de referencia, según estimaciones recientes del FMI, si el flujo de gas se cortara durante un año, el crecimiento del PIB en Alemania se estima que sería entre 2 y 3 puntos porcentuales inferior al previsto; en Italia, entre 3,5 y 5,5 puntos, y en España, alrededor de 1 punto.

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La respuesta de política económica volverá a ser clave. Las medidas de apoyo se tendrían que reforzar y concentrar en los colectivos más vulnerables, y se tendrían que evitar las que no sean selectivas. El coste para llevarlas a cabo se tendrá que compartir de manera equitativa. El reto es mayúsculo: agilidad, eficacia y unidad no suelen ser los atributos con los que definiríamos a los agentes del sector público, pero los volvemos a necesitar.