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'Kits' de supervivencia: la concreción de la amenaza

Vista del bombardeo a un centro comercial, en Kiiv
31/03/2025
Psicòloga especialista en victimologia
3 min
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La semana pasada las autoridades de la Unión Europea presentaban un plan en el que pedían a la población que tuviera siempre a mano un kit de supervivencia para eventuales situaciones de emergencia en las que nos podamos encontrar –como desastres naturales o, incluso, una posible guerra.

La noticia ha generado en muchos de nosotros un impacto psicológico en forma de miedo o de angustia. De repente se nos confirma algo que ya íbamos intuyendo desde hacía tiempo: se ha resquebrajado la idea de mundo o de sociedad segura sobre la que habíamos construido nuestras vidas.

El kit de supervivencia supone la evidencia de que existe una amenaza. No estamos ante una situación que nace de la nada, sino de una realidad geopolítica de extrema complejidad, con un aumento de la polarización social y política representado en unos líderes políticos que cada vez muestran actitudes más beligerantes y violentas. La confrontación y la amenaza son el pan de cada día. La sensación es que la escalada hacia una mayor crisis está cada vez más cerca.

Este contexto geopolítico tenso empequeñece a los ciudadanos, inoculándoles el miedo. Y en esta situación es clave cómo se transmite la información a la ciudadanía: determinados mensajes pueden hacernos sentir que las cosas están fuera de control. Esto puede generar una gran desconfianza en las instituciones –si las explicaciones son poco claras y no se ha entendido exactamente por qué es necesario un tipo de preparación de emergencia como puede ser un kit de supervivencia–. No dar información detallada sobre los posibles escenarios de la emergencia que se plantea como posible es peligrosísimo porque genera desinformación, y esto alimenta la sensación de manipulación.

Viene a cuento hablar, en este contexto, de la doctrina del shock de Naomi Klein. La autora pone sobre la mesa cómo las crisis (o las amenazas que se den) pueden ser utilizadas como pretexto para implementar cambios radicales que en tiempos de normalidad no serían aceptados y que incluso pueden ir en contra de los valores de gran parte de la población. En estos momentos los gobiernos pueden decidir, por ejemplo, disminuir la inversión en políticas sociales y, por el contrario, aumentar el gasto en defensa. La crisis se convierte en el ecosistema perfecto para reconfigurar el orden social, político y económico sin demasiada resistencia ni confrontación ciudadana, porque la amenaza y el miedo paralizan.

Pero volvamos a la vertiente psicológica, al impacto de la noticia que ocupa este artículo. Según algunos expertos en desastres y crisis, el derecho a saber es esencial en situaciones extremas, y esto implica una comunicación efectiva. La sobreinformación puede llevarnos a la desensibilización o al bloqueo por saturación. Por el contrario, una comunicación escasa y poco comprensible puede abocarnos a la desorientación y la angustia, e impactar directamente en nuestro bienestar emocional. Es necesario comunicar bien.

Parece que tenemos claro que la preparación para una emergencia o crisis en un mundo cambiante (crisis climática, realidad geopolítica inestable...) será clave para adaptarnos al presente y al futuro. De esto también se pueden desprender aspectos positivos, como un aumento del sentimiento de autonomía, mayor control sobre la propia seguridad frente a un mundo incierto, la asunción de una actitud más proactiva y menos pasiva o una mejora de la conciencia de situación. En lo colectivo, también puede conllevar una mayor cohesión comunitaria, que haga compartir estrategias o recursos, promoviendo a la vez la solidaridad entre la ciudadanía. Pero para que todo esto se dé necesitamos entender para qué tenemos que prepararnos, contar con un relato que dé sentido a lo que se nos pide, construir un contexto, tener herramientas para combatir el miedo y construir así entornos de esperanza que generen bienestar. Porque una comunicación transparente, tranquilizadora y pedagógica ayuda a disminuir el dolor de la incertidumbre que podemos sentir ante la amenaza de una crisis. Porque con la amenaza por sí misma ya se sufre y si se comunica con poca información, con opacidad y de forma alarmista tan solo haremos la vida más insoportable.

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