Einstein y el interés compuesto

Escuché esta semana a una analista explicar que la inflación en alimentos ha sido mayor a lo que parece. El dato oficial, según el INE, fue del 2,4 %. Pero si eliminamos el efecto del aceite de oliva —que ha bajado más de un 40 % en el último año—, la cesta de la compra habría subido, en realidad, más del 4,5 %. No es un dato menor.

Después del pico inflacionario de 2022, con tasas que rozaron el 10 %, la inflación parece haber vuelto a niveles más manejables. Pero los economistas lo sabíamos: no volvería a cero. Nos quedaremos con una inflación estructural del 2 %, 3 % o incluso 4 %. Y esto tiene consecuencias que no siempre se perciben de inmediato, pero que con el tiempo pesan.

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Einstein decía que las dos fuerzas más poderosas del mundo eran: la teoría de la relatividad y la del interés compuesto. La segunda se aplica perfectamente a la inflación. Porque la inflación actúa acumulando año tras año. Hoy sube un 3 %, mañana ese 3 % se aplica sobre lo ya encarecido. Y así, lo que parece un leve ajuste anual se convierte en una mutación económica a largo plazo.

Veamos ejemplos reales. En el 2000, el salario mínimo interprofesional en España era de 424,8 euros mensuales. Hoy es de 1.134 euros. En 25 años ha aumentado un 167 %, lo que equivale a una inflación media compuesta del 4,1 % anual. En ese mismo periodo, un piso que costaba 200.000 euros hoy se vende por más de 450.000. Un incremento del 125 %, que equivale a una media del 3,3 % anual. Y estos son datos reales, no teóricos.

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El fenómeno es claro: la economía va elevando su nivel nominal poco a poco, año tras año. Y cuando miramos hacia atrás, todo parece más barato. “Una barra de pan costaba una peseta”, dicen los ancianos. Y a veces uno se ríe, hasta que se da cuenta de que está empezando a decir cosas parecidas.

Creo que estamos inmersos en una etapa de inflación estructural baja pero persistente. Y cuando pasen 15 años más, y miremos 30 años atrás, comprobaremos que todo cuesta el doble. Seguramente seguiremos viviendo igual. El poder adquisitivo medio se mantendrá. Pero el nivel nominal de la economía será otro.

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Es un cambio silencioso. Lento. Pero imparable. Y entenderlo es clave para quien toma decisiones a largo plazo: empresas, inversores, ciudadanos. Porque el dinero de hoy no vale lo mismo que el de mañana. Y porque si algo enseña la historia económica es que las mutaciones profundas rara vez se hacen con ruido. 

Llevamos ya unos años y va a seguir. En términos nominales, que no reales, la economía va a escalar una gran montaña.