Elisa Beni, Ignasi Guardans y Arantxa Tirado

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Miembros del grupo de música ucraniano Antytila ponen armados en su nueva condición de soldados a Kíiv, el 24 de marzo.

No era una secuencia de Don't look up. Ocurrió realmente en el programa de Julia Otero en Onda Cero. Arantxa Tirado, doctora en relaciones internacionales y profesora de ciencias políticas en la Universidad Autónoma de Barcelona, trataba de explicar, entre interrupciones constantes de la periodista Elisa Beni y del expolítico convergente Ignasi Guardans, que las reglas de funcionamiento de la geopolítica y la geoeconómica no están informadas por valores morales sino por intereses económicos. No les quiero dar mi interpretación del bochorno que se vivió en el estudio de Julia Otero; escúchenlo ustedes mismos y saquen sus propias conclusiones.

El debate sobre las formas que emplearon la señora Beni y el señor Guardans con la profesora Tirado tuvo un eco notable en las redes sociales, con la participación de los tres implicados. La profesora Tirado demostró, también en las redes, un notable dominio de la compostura frente a sus interlocutores. Pero permítanme que me abstenga de dar detalles que pudieran condicionar a los lectores del ARA. Comprueben ustedes en las redes sociales qué dijo y cómo lo dijo cada uno y saquen sus propias conclusiones.

Lo que, con su permiso, sí quiero hacer es algunas consideraciones a propósito del fondo de la cuestión. Resulta, cuanto menos, bochornoso para cualquier profesional de las ciencias políticas, la sociología, la geografía política, la historia o las relaciones internacionales, que haya quien se permita cuestionar, con el desparpajo de quien vive básicamente de su desparpajo, lo que dijo la profesora Tirado en el programa de Julia Otero. Pero ojo, no caigamos en la trampa de que las ciencias sociales deban refugiarse en las universidades, a buen recaudo de los periodistas con horas de vuelo en tertulias inversamente proporcionales a sus horas de lecturas y estudio. Eso es lo que ellos querrían: que los medios de masas fueran el terreno exclusivo de todólogos gritones y faltones y que el rigor y la decencia intelectual quedara enclaustrado en las aulas universitarias y en los artículos académicos que ni los propios académicos leen. Enseñé geografía política y geopolítica desde 2008 hasta 2014 en la Complutense y les aseguro que cualquier persona dispuesta a leer y pensar un poco puede defenderse de la propaganda low cost de los telegritones que, en el fondo, están convencidos de que la gente es idiota.

Cualquier persona con un mínimo de perspicacia ve hoy que la traición de Pedro Sánchez a los saharauis, en nombre de la mejora de las relaciones con un Marruecos (que es básicamente el antidisturbios de Europa contra los migrantes) no casa mucho con el argumentario que nos dice que a los ucranianos (a diferencia de a los saharauis, a los palestinos o a los yemeníes) hay que mandarles armas. Cualquiera ve que el trato que se da a los refugiados ucranianos contrasta con el que se da a los que proceden de África o de Oriente Próximo. Cualquiera puede percibir que es un tanto hipócrita expulsar a Rusia de los campeonatos deportivos al tiempo que la Supercopa de España se celebró en Arabia Saudí. Cualquiera ve que resulta impresentable que los derechistas que hasta ayer elogiaban a Putin (los Marhuenda, los Abascal, los Aznar…) tengan hoy la desfachatez de llamarle comunista. Cualquiera que escuche a los militares que se han atrevido a hablar en los medios, les ha escuchado explicar que el envío de armas a los civiles es irresponsable. Cualquiera que haya leído un poco sabe que Ucrania no representa para los países OTAN (al menos hasta ahora) un objetivo estratégico como para imponer una zona de exclusión aérea o intervenir con tropas como pide el gobierno ucraniano. Cualquiera que lea un poco puede comprobar que las claves de un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia ya están escritas: Rusia y Ucrania negociarán el reconocimiento del dominio ruso en Crimea, el estatuto de los territorios del Donbás, el control marítimo del mar de Azov y del mar Negro, el reconocimiento de la soberanía y el Estado ucraniano con un estatuto de neutralidad (renuncia a entrar en la OTAN pero con garantías de defensa). Ese acuerdo se presentará como un “todos ganan", pero habrán muerto millares de civiles y Ucrania habrá quedado destruida. Cualquiera que lea un poco sabe que las claves de la negociación son esas, pero que cada día que pasa estamos más cerca de una escalada del conflicto de consecuencias fatales para la humanidad. Basta leer un poco para saber que a EE.UU. le interesa que la guerra se prolongue para arruinar a Rusia y aumentar su peso militar, energético y político en una UE cada vez más débil. Basta leer un poco para ver que a China sí le interesa que la guerra acabe pronto porque tiene más que ganar desde el comercio que desde la guerra. Basta leer un poco para sonreírse al ver que la prensa ya no se refiere a Maduro como dictador sino como presidente de Venezuela, toda vez que a EE.UU. le vuelve a interesar comprarles su petróleo. Y nada de esto tiene que ver con valores morales sino con intereses. La profesora Tirado estaba señalando lo evidente.

Y les aseguro que no hace falta un aula universitaria para explicar todo esto. Se puede explicar en la radio, en la televisión o donde haga falta. El problema no es que la geopolítica sea compleja. El problema es el proceso de degradación constante de la mayor parte del periodismo, pisoteado por unos poderes mediáticos que premian a gritones y faltones sin escrúpulos, frente a cualquiera que aporte contexto, rigor y seriedad. Por eso gritaban con desesperación la señora Beni y el señor Guardans. La calma de la profesora Tirado explicando la geopolítica no solo señalaba las claves de las relaciones internacionales y la guerra, revelaba también la implacable verdad de lo que son Beni y Guardans. 

Pablo Iglesias es doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid, ex secretario general de Podemos y exvicepresidente segundo del Gobierno
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