El sexo después de ser padre
14/08/2024
2 min

Leo una entrevista en el ARA en la Lola Clavo, que hace una profesión que no sabía que existía: coordinadora de intimidad. Ella y sus compañeros de trabajo se encargan –explica– de garantizar “la seguridad y el bienestar” de actores y actrices que deben realizar escenas íntimas. "Intentamos introducir la cultura del consentimiento en la industria audiovisual para que todo el mundo se sienta respetado y pueda decidir con libertad qué quiere hacer y qué no". Y añade: “también participamos en la parte más creativa y colaboramos para que una escena íntima sea lo más creíble posible. Al igual que los especialistas de lucha, que trabajan para que no te hagas daño y todo sea realista”.

La cultura del consentimiento en el cine o en el teatro debería ser previa a la firma del contrato, entendiendo, claro, que a veces, durante el rodaje o los ensayos, se deciden cambios. Pero al respecto de la credibilidad de la escena tengo mis dudas. Hay cine realista en el que una escena íntima demasiado preparada parecerá falsa, pero hay cine aspiracional en el que, justamente, la escena íntima deberá ser no realista y esa será la gracia. La facilidad del desabrochado de sujetador, el hecho de que los pantalones no se atasquen a media pierna, culminar enseguida, hacer gritos de alegría acompasados, que uno siempre tenga suficiente fuerza para levantar al otro... Esto no es del todo realista, pero tiene la misma gracia que las escenas de lucha, que de realista no tienen nada, tampoco, porque ya puedo aseguraros que la escena la pelea en la cocina de Kill Bill (que es como una coreografía) en mi casa no se puede hacer, que no hay ni un cuchillo que corte, y si tuviera que hacerlo yo saldría corriendo a pedir ayuda.

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