El mismo partido (el PP) que acaba de arrasar en las elecciones madrileñas con un 44,74 por ciento de los votos hace solo dos meses obtuvo en las elecciones catalanas un 3,85 por ciento, que, con la ley electoral de Madrid, se habría quedado fuera del Parlament. Esta diferencia en los resultados de un partido grande y de gobierno de ámbito estatal en dos territorios significativos –más de cuarenta puntos y de casi la mayoría absoluta a poder quedar fuera del Parlamento – es un dato insólito. No pasa en ninguna parte. Solo como ejemplo, el partido de Angela Merkel, la CDU/CSU, gobierna Baviera con un 37 por ciento y consideró un desastre enorme obtener en Baden-Württemberg un 24 por ciento que lo deja en la oposición. Trece puntos de diferencia, no cuarenta. Cualquier observador, solo con este dato, diagnosticaría que España es un estado ingobernable porque tiene activas unas enormes diferencias y tensiones entre territorios. Un mapa político tan brutalmente contradictorio –que no encuentras ni en Francia ni en Italia ni siquiera en la Gran Bretaña– es la expresión de un problema de fondo sin resolver. En este sentido, la contundencia de los resultados de Madrid certifica que hoy España no tiene al alcance ninguna fórmula política para ser gobernada con estabilidad y eficacia.
Vicenç Villatoro es escritor