Esperando las 9 con confianza e ilusión
Dentro de la inquietud en espera del partido de esta noche en el Bernabéu, el factor más tranquilizante es que sabemos que el Barça competirá bien, que era un estado de ánimo imposible de imaginar en agosto, cuando todo estaba por hacer y todo parecía imposible. El Madrid, reforzado con Mbappé, era presentado como equipo invencible. Después de diez jornadas, la estrella es Lamine, el pichichi es Lewandowski y el Barça es el líder de la Liga.
Pero la serenidad de hoy no sólo está fundamentada en la confianza, sino también en la ilusión por el material del que están hechas las victorias: gente de casa a las órdenes de un entrenador aseado y discreto que no necesita hablar demasiado porque, por el momento, el juego y las victorias hablan por él. Hacía tiempo que no veía una felicidad culé tan juguetona como la que compartí el miércoles a la salida de Montjuïc, después de golear al Bayern de Múnic. Los aficionados estaban tan alborotados como los jugadores que se fueron a la pista de atletismo a celebrarlo con la afición. Se respira el nacimiento de una época. No se explica tanta excelencia técnica y tanta madurez mental en un equipo con puntales tan jóvenes, con el mérito añadido que ha tenido que reponerse a causa de las lesiones habidas de presuntos titulares.
Jugando con la defensa en medio del campo, el juego debe ser muy rápido y, sobre todo, muy preciso. Suele decirse que el fútbol lo deciden los detalles, pero en este Barça los detalles tienen un nombre: milímetros, el espacio que puede invalidar o dar un gol contrario por fuera de juego. Este juego azulgrana pide solidaridad en el esfuerzo, si no el castillo se cae. Sentimentalmente hablando, el partido a ganar es mucho más el de hoy que el del miércoles. Lo mejor de este sábado de espera es que sabemos que la victoria es posible.