Qué, cómo y dónde estudiar después de la pandemia

y ESTHER GIMÉNEZ-SALINAS
04/04/2021
3 min

En el 2007 se aprobó en España -ya con retraso -la legislación que adaptaba las Universidades al Espacio Europeo de Educación Superior (declaración de Bolonia de 1999). En el curso 2010/2011( hace ahora justo 10 años) todos los estudios estaban ya incorporados. Se ha discutido mucho sobre su utilidad y eficacia, defensores y detractores siguen utilizando los mismos argumentos, pero lo que nadie pone en duda es que en nuestro país su implementación se hizo en los peores años de la crisis económica. No así en otros países europeos que al llevarlo termino a principios  del siglo XXI pudieron realizar grande cambios en sus Universidades. En términos generales siempre me pareció un reto importante y un acierto en los principios, pero a su vez “Bolonia a la española” tuvo mucho de burocracia y a los profesores nos complicó bastante la vida . En el lado positivo la movilidad de los estudiantes se reforzó ampliamente y cursar una parte de los estudios en otra Universidad Europea se convirtió en una práctica habitual.

Pero la pandemia cambió de un día para otro las Universidades y  hubo que adaptarse y convertir incluso  las clases más tradicionales en enseñanzas online. Ha sido un año muy duro para profesores y estudiantes que han visto sus vidas completamente cambiadas. Convertir las clases presenciales en virtuales no era sólo un problema tecnológico.

Convertir las clases presenciales en virtuales no era solo un problema tecnológico. Hubo que revisar todos los conceptos y en muchos casos los profesores nos preguntamos el sentido de enseñar determinadas materias o conceptos. Nunca como hasta ahora se planteó la necesidad de modificar también  los contenidos para adaptarlos a las necesidades reales. Para muchos alumnos acostumbrados a que el profesor enseñaba y facilitaba el conocimiento, el aprendizaje aun ha sido mas duro. El tímido ensayo de las denominadas flipped classroom ( ir a clase con los temas ya estudiados ) se extendió a la mayoría de asignaturas. La añorada presencialidad no era solo por las clases o los profesores sino muy particularmente por la interacción entre los alumnos. 

El balance es extraño, profesorado y alumnado han hecho un esfuerzo titánico en la mayoría de casos, pero la seguridad/utilidad de los planes de estudios, las propias carreras y sus salidas profesionales, la precaria situación laboral de muchos profesores, la valoración de los estudios, la evaluación y eficacia  tienen más interrogantes que nunca.

Como en tantas otras cosas la post-pandemia no será igual, y no me refiero solo a los planes de digitalización de la universidades ya anunciado por el ministro Castells, y que si todo va bien llegara con relativa celeridad. La preocupación en los últimos tiempos ya era sobre todo formar estudiantes para un mundo laboral competitivo, que las carreras universitarias muchas veces no eran capaces de ofrecer.

Y si ya era difícil decidirse antes por unos estudios, ahora creo lo es mucho más ya que la pandemia nos ha demostrado la debilidad del mundo en que vivíamos. Pero la vida sigue y pronto una parte importante de jóvenes tendrán que decidir no solo si quieren cursar estudios universitarios sino qué, cómo y dónde lo van a hacer.

En cuanto al qué siguen existiendo dos grandes tendencias; elegir aquellos estudios que más les gusten según sus  preferencias o motivaciones personales, o elegir aquellas carreras que tengan una mayor empleabilidad. Ambas opciones tienen pros y contras y a veces pueden compaginarse, pero si me preguntan cuál aconsejaría, siempre me inclinaría por la primera.

En cuanto al cómo, habrá que ver las ofertas de las diferentes Universidades. Anteriormente los estudios eran mayoritariamente presenciales y en algunas universidades eran solo virtuales (en España 85 % de los grados y 76% de los masters eran presenciales). Hoy probablemente esta separación ya no será así y la mayoría serán mixtos, es decir semipresenciales. La digitalización de las universidades es ya una realidad y en consecuencias las ofertas también serán variadas. En 2015 un estudio sobre el futuro de las Universidades europeas apuntaba que solo las mejores mantendrían ofertas presenciales, no sé hasta que punto este concepto hoy seguiría siendo válido.

Y, finalmente, la cuestión de dónde tampoco será igual. No sé si la ansiada normalidad será completa en el curso 21/22, lo que es evidente es que no en todos los países se habrá controlado igual la pandemia. El atractivo de determinadas ciudades, que también jugaba una baza importante en la elección, también ha evolucionado y en este sentido quizás los estudiantes tengan otras prioridades o no vean la necesidad de desplazarse. Finalmente la oferta mejor o peor adaptada de los planes de estudio, su calidad y valoración en los rankings, así como una mayor o menor presencialidad también serán cuestiones a valorar. Como se ha dicho muchas veces en estos últimos tiempos, también aquí “no vivimos en una época de cambios, sino en un cambio de época”. 

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