Europa en el mundo de Orwell

George Orwell escribió la novela 1984 entre 1947 y 1948 y la publicó en 1949. En la novela está el personaje del Gran Hermano, que lo vigila todo en un mundo donde la información se manipula. Este mundo está dividido en tres grandes áreas: Oceanía, con toda América, Reino Unido, Irlanda, Islandia, Australia, Nueva Zelanda y África del Sur; Eurasia, con la Unión Soviética y la Europa continental; y Asia del Este, con China, Japón y Corea, entre otros. Estas áreas luchan por explotar otras partes del mundo, pero mantienen un equilibrio. Es un mundo de esferas de influencia similar al actual tras la evolución reciente de Estados Unidos, tal y como ha apuntado John Authers de Bloomberg.

Los Estados Unidos mantenían un mundo multilateral después de la Segunda Guerra Mundial, y proveían bienes públicos como la seguridad en el mundo occidental y un activo seguro, el dólar, que ha permitido la expansión del comercio internacional y el crecimiento económico, mientras mantenían el control y se beneficiaban de ser el centro del sistema. Ahora los Estados Unidos reafirman su área de influencia con pretensiones territoriales en Canadá, Groenlandia y Panamá, por ejemplo, e implícitamente dejando a Ucrania en el área de influencia rusa (soviética en tiempos de Orwell). Ciertamente, después de 1945, Rusia no dominó Europa por el paraguas de defensa proporcionado por Estados Unidos, pero sí el Este después de Yalta. Este paraguas está ahora en cuestión y el espectro del mundo de Orwell vuelve. La dependencia de EE.UU. en defensa tiene repercusiones en todos los ámbitos. Pone a la Unión Europea (UE) en una posición débil para negociar los aranceles, tal y como hemos visto, y explica la mayor acumulación de reservas en dólares de países como Alemania y Japón con relación a Francia, que tiene una capacidad de defensa independiente.

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La cuestión es qué puede hacer la UE en esta situación para tener voz propia en un mundo de esferas de influencias con tendencia a la autarquía (como en 1984). ¿Cómo puede Europa liberarse, aunque parcialmente, de la tutela de EE.UU., evitar las amenazas de Rusia y establecerse como un bloque influyente sin caer en la dependencia de China? El programa parece claro y ha sido explicitado en varios informes (Draghi, Letta, Niinistö, entre otros): fortalecerse adquiriendo capacidad de defensa autónoma; completando el mercado único en bienes y servicios (eliminando las barreras todavía existentes), y esto incluye el mercado bancario y financiero; emitiendo deuda común con eurobonos; fortaleciendo el euro y potenciándolo como moneda de reserva internacional; impulsando la innovación y la productividad, y desburocratizando las administraciones públicas. La UE no está adaptada a la velocidad de cambio del mundo actual y necesita una estructura más ágil y centralizada para tomar decisiones. Tiene unos activos importantes, en peso económico y de desarrollo del estado del bienestar. Quizás lo más relevante hoy es el respeto al estado de derecho, en contraste con los otros bloques, y que puede traducirse en ventaja para atraer inversiones y consolidar el euro con la ayuda de la independencia del Banco Central Europeo (ahora que la Reserva Federal está amenazada). La UE no tiene que intentar imitar a los otros bloques. Por ejemplo, no tiene que caer en el proteccionismo y participar alegremente en una competencia de política industrial con una guerra de subsidios que no puede ganar ante EE.UU. y China. El acuerdo comercial con el Mercosur es un ejemplo positivo, pero se ha tardado 26 años en alcanzarlo después de iniciar las primeras conversaciones. La UE no tiene que tener miedo a ejercer su poder negociador. Por ejemplo, no tiene que dudar a la hora de utilizar los procedimientos anticoerción planteados en las negociaciones con EEUU. Bruselas no puede renunciar a regular los mercados digitales europeos por presiones de otros bloques, pero sí tiene que establecer regulaciones ágiles y que fomenten la competencia y la apertura de los mercados.

Todo este programa no pasará sin una mayor unidad política y de acción y una cesión de soberanía de los estados miembros. Este "más Europa" se encontrará con el obstáculo formidable del nacionalpopulismo que gana adeptos en todas partes, una consecuencia de la falta de efectividad de los partidos tradicionales a la hora de aportar soluciones a los problemas de la ciudadanía, escondiendo conflictos en la sociedad. En Francia, el movimiento Indignons nous, bloquons tout, y antes los chalecos amarillos, fomentados por los extremos políticos, son un indicador del malestar. François Bayrou, capitán que ve una vía de agua en el barco, ha dimitido al perder la cuestión de confianza; tenía la intención de presentar un presupuesto para rebajar el déficit del 5,4% proyectado para 2025 a un 4,6% en un año, y así estabilizar la deuda. Francia ha estado en déficit 51 años. Su debilidad económica e ingobernabilidad son muy perniciosas para el proyecto europeo. Estamos a tiempo de evitar el mundo orwelliano de 1984, pero hay que ponerse manos a la obra aunque la tarea sea muy difícil. La reciente incursión de drones rusos en Polonia es una prueba para ver cómo responde la UE.