Una Europa supeditada a Trump

Hace tiempo que la retórica europea se ha desconectado de la realidad de su (in)acción. Cuanto más sube el tono de su discurso menos poder real tiene. La autodenominada Europa geopolítica es, en verdad, una Europa irrelevante en política exterior, humillada por su aliado tradicional y necesitada de reconectar con un Sur Global con una visión propia del mundo y de las amenazas que desafían la estabilidad de los Veintisiete. Nada explica mejor ese camino hacia la inoperancia que la reacción de los europeos a la escalada bélica en Irán.

El ataque de Estados Unidos a las instalaciones nucleares iraníes reventó los esfuerzos diplomáticos europeos, sin que Donald Trump sintiera la necesidad de advertir a nadie más que el primer ministro británico, Keir Starmer, antes de la operación. Sin embargo, el trío formado por Berlín, París y Londres se guardó bastante con criticar abiertamente la acción de Washington. Friedrich Merz, Emmanuel Macron y Starmer firmaron una declaración conjunta apostando por la negociación, repitiendo la retórica de que Irán "nunca podrá tener un arma nuclear" y afirmando "su apoyo a la seguridad de Israel". Las instituciones europeas han ido en la misma línea.

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Los llamamientos de hace sólo unos meses del nuevo canciller alemán a independizarse de Estados Unidos y las proclamas de Macron sobre "el paso adelante" de Europa en la seguridad continental han quedado en un segundo plano. Superadas por el desprecio de Trump al presidente francés porque, a su juicio, "no se entera de nada", o por las declaraciones de un Merz que, el 17 de junio, aseguraba que "Israel está haciendo el trabajo sucio de Occidente".

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La credibilidad de la UE como negociadora está tocada. Si bien Trump ya retiró a Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, durante su primer mandato, y abandonó los regímenes europeos de control de armas como el Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias, o el Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa, Europa se siguió aferrando a aquel acuerdo interrumpido con el diploma de y frágil política exterior europea. Pero la manta de seguridad que supuso ese acuerdo hace tiempo que ha quedado corta. La UE no sólo no ha sabido encontrar alternativas en estos años, sino que ahora, con el silencio tácito frente a la operación militar estadounidense sobre Irán, acaba yendo en contra de sus propios intereses. La inestabilidad en la vecindad sur de la UE sigue creciendo mientras sus aliados flirtean con la idea de un "cambio de régimen", como si la historia reciente no hubiera dado suficientes lecciones del fracaso de las operaciones militares para forzar cambios de gobierno en Afganistán (2001), en Irak (10) (2001).

Precisamente la invasión aliada de Irak del 2003 ya dividió a la UE en dos, entre lo que Donald Rumsfeld llamó la nueva y la vieja Europa. En ese momento, Francia y Alemania lideraron la oposición europea a una invasión ilegal. Hoy, sin embargo, bajan el tono.

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El antiguo primer ministro sueco, Carl Bildt, ha denunciado sin tapujos que el ataque de EEUU fue una violación evidente del derecho internacional, ya que la Carta de Naciones Unidas prohíbe el uso de la fuerza salvo en defensa propia contra un ataque inminente o con la autorización del Consejo de Seguridad, y ninguna de las dos opciones.

Pero esta es una Unión Europea que ha decidido que, sin embargo, no puede prescindir de Estados Unidos. La misma subordinación se ha visto en la cumbre de la OTAN. El secretario general de la Alianza, Mark Rutte, pedía sacrificios para complacer a un Trump que considera la OTAN un instrumento obsoleto y los europeos unos aprovechados. Meses de diplomacia aliada en torno a la cifra totémica de un 5% que parece más destinado a engordar el ego del inquilino de la Casa Blanca que a mejorar la coherencia en las inversiones que necesita Europa para construir una capacidad de defensa creíble.

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Por mucho que la UE se empeñe en anunciar que se acelera una etapa de reafirmación, los europeos siguen siendo incapaces de mirar al mundo con otros ojos que no sean los de la dependencia transatlántica. Y si algo les ha demostrado Trump reiteradamente es que el servilismo de Europa no les hará ganar ni el respeto ni la reciprocidad en la defensa de intereses comunes por parte de Washington.